Salmos 78:25

 

 

 

 

Fidelidad de Dios hacia su pueblo infiel

 

 

 

 

78 Escucha, pueblo mío, mi enseñanza[b];
inclinad vuestro oído a las palabras de mi boca.
En parábolas abriré mi boca;
hablaré enigmas de la antigüedad,
que hemos oído y conocido,
y que nuestros padres nos han contado.
No lo ocultaremos a sus hijos,
sino que contaremos a la generación venidera las alabanzas del Señor,
su poder y las maravillas que hizo.

Porque El estableció un testimonio en Jacob,
y puso una ley en Israel,
la cual ordenó a nuestros padres
que enseñaran[c] a sus hijos;
para que la generación venidera lo supiera, aun los hijos que habían de nacer;
y éstos se levantaran y lo contaran a sus hijos,
para que ellos pusieran su confianza en Dios,
y no se olvidaran de las obras de Dios,
sino que guardaran sus mandamientos;
y no fueran como sus padres,
una generación porfiada y rebelde,
generación que no preparó[d] su corazón,
y cuyo espíritu no fue fiel a Dios.

Los hijos de Efraín eran[e] arqueros bien equipados[f],
pero volvieron las espaldas el día de la batalla.
10 No guardaron el pacto de Dios,
y rehusaron andar en su ley;
11 olvidaron sus obras,
y los[g] milagros que les había mostrado.
12 El hizo maravillas en presencia de sus padres,
en la tierra de Egipto, en el campo de Zoán.
13 Dividió el mar y los hizo pasar,
y contuvo las aguas como en un montón.
14 Después los guió de día con la nube,
y toda la noche con un resplandor[h] de fuego.
15 Partió las rocas en el desierto,
y les dio agua tan abundante como las profundidades del océano;
16 hizo salir corrientes de la peña,
e hizo descender aguas como ríos.

17 Pero aún siguieron pecando contra El,
rebelándose contra el Altísimo en el desierto.
18 Y en sus corazones tentaron[i] a Dios,
pidiendo comida a su gusto.
19 Hablaron contra Dios,
y dijeron: ¿Podrá Dios preparar mesa en el desierto?
20 He aquí, hirió la roca y brotaron aguas,
y torrentes se desbordaron;
¿podrá también dar pan?,
¿proveerá carne para su pueblo?

21 Por tanto, al oírlo, el Señor se indignó;
un fuego se encendió contra Jacob,
y aumentó también la ira contra Israel,
22 porque no creyeron en Dios,
ni confiaron en su salvación.
23 Sin embargo, dio órdenes a las nubes arriba,
y abrió las puertas de los cielos;
24 hizo llover sobre ellos maná para comer,
y les dio comida[j] del cielo.
25 Pan de ángeles[k] comió el hombre;
Dios les mandó comida[l] hasta saciarlos[m].
26 Hizo soplar en el cielo el viento solano,
y con su poder dirigió el viento del sur,
27 El hizo llover sobre ellos carne como polvo,
aladas aves como la arena de los mares,
28 y las hizo caer en medio del[n] campamento,
alrededor de sus viviendas.
29 Comieron y quedaron bien saciados,
y les concedió su deseo.
30 Antes de que hubieran satisfecho[o] su deseo,
mientras la comida aún estaba en su boca,
31 la ira de Dios se alzó contra ellos
y mató a algunos de los más robustos[p],
y subyugó[q] a los escogidos de Israel.
32 A pesar de todo esto, todavía pecaron
y no creyeron en sus maravillas.
33 El, pues, hizo terminar sus días en vanidad[r],
y sus años en terror súbito.

34 Cuando los hería de muerte[s], entonces le buscaban,
y se volvían y buscaban con diligencia a Dios;
35 se acordaban de que Dios era su roca,
y el Dios Altísimo su Redentor.
36 Mas con su boca le engañaban,
y con su lengua le mentían.
37 Pues su corazón no era leal para con El,
ni eran fieles a su pacto.
38 Mas El, siendo compasivo, perdonaba[t] sus iniquidades y no los destruía;
muchas veces contuvo[u] su ira,
y no despertó todo su furor.
39 Se acordaba de que ellos eran carne,
un soplo que pasa y no vuelve.

40 ¡Cuántas veces se rebelaron contra El en el desierto,
y le entristecieron en las soledades[v]!
41 Tentaron[w] a Dios una y otra vez,
y afligieron al Santo de Israel.
42 No se acordaron de su poder[x],
del día en que los redimió del adversario,
43 cuando hizo sus señales[y] en Egipto,
y sus prodigios en el campo de Zoán.
44 Convirtió en sangre sus ríos
y sus corrientes, y no pudieron beber.
45 Envió entre ellos enjambres de moscas que los devoraban,
y ranas que los destruían.
46 Entregó también sus cosechas al saltamontes[z],
y el fruto de su trabajo a la langosta.
47 Con granizo destruyó[aa] sus vides,
y sus sicómoros[ab] con escarcha.
48 Entregó también al granizo sus ganados,
y sus rebaños a los rayos.
49 Envió sobre ellos el ardor de su ira,
furia, indignación y angustia,
un ejército de ángeles destructores[ac].
50 Preparó senda para su ira;
no eximió sus almas[ad] de la muerte,
sino que entregó sus vidas a la plaga,
51 e hirió a todos los primogénitos en Egipto,
las primicias de su virilidad en las tiendas de Cam.
52 Mas a su pueblo lo sacó como a ovejas,
como a rebaño los condujo en el desierto;
53 los guió con seguridad, de modo que no temieron,
pero el mar se tragó a sus enemigos.

54 Los trajo, pues, a su tierra santa[ae],
a esta tierra montañosa[af] que su diestra había adquirido.
55 Y expulsó a las naciones de delante de ellos;
las repartió con medida por herencia,
e hizo habitar en sus tiendas a las tribus de Israel.
56 Empero ellos tentaron[ag] y provocaron al Dios Altísimo,
y no guardaron sus testimonios,
57 sino que se volvieron atrás y fueron desleales como sus padres;
se desviaron como arco engañoso.
58 Pues le provocaron con sus lugares altos,
y despertaron sus celos con sus imágenes talladas[ah].
59 Al oírlo Dios, se indignó,
y aborreció a Israel en gran manera.
60 Abandonó la morada en Silo,
la tienda que había levantado[ai] entre los hombres,
61 y entregó al cautiverio su poderío,
y su gloria en manos del adversario.
62 Entregó también su pueblo a la espada,
y se indignó contra su heredad.
63 El fuego consumió a sus jóvenes,
y no tuvieron canciones de bodas sus doncellas.
64 Sus sacerdotes cayeron a espada,
y sus viudas no pudieron llorar.

65 Entonces despertó el Señor como de un sueño,
como guerrero vencido[aj] por el vino,
66 e hizo retroceder[ak] a sus adversarios,
poniendo sobre ellos una afrenta perpetua.
67 Desechó también la tienda de José,
y no escogió a la tribu de Efraín,
68 sino que escogió a la tribu de Judá,
al monte Sion que El amaba.
69 Y edificó su santuario como las alturas,
como la tierra que ha fundado para siempre.
70 Escogió también a David su siervo,
lo tomó de entre los apriscos de las ovejas;
71 lo trajo de cuidar[al] las ovejas con sus corderitos[am],
para pastorear a Jacob, su pueblo,
y a Israel, su heredad.
72 Y él los pastoreó según la integridad de su corazón,
y los guió con la destreza de sus manos[an].

 

 

 

 

 

 

 

Un Encuentro Con la Palabra

 

 

 

 

 

 

 

 

REFLEXION

Vuelve a mirar a Jesús – Parte 1
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“…QUE SIGÁIS SUS PISADAS” (1 Pedro 2:21b)

¿Dices que quieres parecerte más a Jesús en tu “día a día”? Bueno, vamos a ver cómo vivió Él:

Nunca tuvo prisa. 

Jesús nunca tomó decisiones apresuradas, aunque se sintiese presionado por otros.

¿Por qué? 

Porque un negociador hábil sabe que esperar es un arma; aquel que se precipita, por regla general, se estrella. 

La espera revela las debilidades de cualquier plan o proyecto, y además las intenciones de los que te rodean.

Generalmente, tus equivocaciones más grandes ocurren por falta de paciencia. 

Piensa “a largo plazo”. Jesús dijo:”Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas” (Lucas 21:19).

¡Tomó tiempo para descansar!

Escucha: “Venid vosotros aparte… y descansad…” (Marcos 6:31). 

No había nadie más ocupado que Jesús. 

Todo el mundo quería algo de Él.

Cuanto más éxito tengas, más gente querrá estar contigo. 

Jesús se apartó un tiempo para poder recibir.

Él sabía que no puedes dar lo que no tienes.

A la hora de trabajar, damos; a la hora de descansar, recibimos. Jesús mantenía este equilibrio, y por eso hizo tantas cosas en tan sólo tres años y medio. Cuando estás descansado: 

(a) piensas con más claridad;

(b) tomas mejores decisiones; 

(c) vives confiadamente y 

(d) logras más en menos tiempo.

Un presidente norteamericano se negó a tomar ninguna decisión importante pasadas las 4.00 de la tarde.

Él sabía que pocas veces una mente cansada puede hacer buenas decisiones, y una mala decisión puede causar años de sufrimiento.

Detén ese ímpetu frenético por alcanzar el éxito. 

Toma tu tiempo para disfrutar el presente. 

El fuego del deseo siempre continuará con pleno vigor dentro de ti.

Aprende a controlar ese furor y redirígelo. 

Aprende a descansar; ¡Jesús lo hizo!

 

 

 

 

 

 

Un Encuentro Con la Palabra

 

 

 

 

 

 

 

REFLEXION

Vuelve a mirar a Jesús – Parte 2
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“…QUE SIGÁIS SUS PISADAS” (1 Pedro 2:21b)

Vamos a fijarnos por un momento en dos cosas más que observamos en Jesús:

Nunca sintió que tuviese que demostrar a nadie Quien era.

Y nos da aquí un firme consejo:

“No… echéis vuestras perlas delante de los cerdos…” (Mateo 7:6b).

No tienes que demostrar nada a nadie.

Los que criticaban a Jesús en el Calvario decían:

“Si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz”(Mateo 27:40b).

¿Cómo reaccionó Él?

No dejó que la ignorancia de los demás Le intimidara ni alterase sus planes en modo alguno. 

Él ya contaba con la aprobación de su Padre:

“Este es mi Hijo amado, en Quien tengo complacencia” (Mateo 3:17b). 

Él sabía que cuando tienes eso, nada más es importante.

Nunca malgastó el tiempo contestando a las críticas.

Escucha:

“Pero Jesús no le respondió ni una palabra, de tal manera que el gobernador estaba muy asombrado” (Mateo 27:14).

Jesús respondía al hambre; respondía a la sed; respondía a los buscadores. 

Sin embargo, nunca malgastó el tiempo con gente que intentaba meterle en una trampa.

No tienes ninguna deuda con quien te critica:

“No hables a oídos del necio, porque menospreciará la prudencia de tus razones” (Proverbios 23:9).

Nunca se ha construido un monumento a algún crítico.

¿Por qué? 

Porque son espectadores, no personas que actúan. 

¿Por qué dar tiempo a quien te critica cuando no estás dedicando el tiempo suficiente a tus amigos? 

Salomón dijo:

“Quítate de delante del hombre necio, porque no hallarás ciencia en sus labios” (Proverbios 14:7). 

Mantente con la mirada en Él.