Amós 5 :12

La Biblia de las Américas (LBLA)

 

 

 

Exhortación al arrepentimiento  

 

 

 

5 Oíd esta palabra que yo pronuncio[a] como lamentación sobre vosotros, casa de Israel.
Ha caído, no volverá a levantarse
la virgen de Israel;
abandonada yace en su tierra,
no hay quien la levante.
Porque así dice el Señor Dios[b]:
La ciudad que sale con mil,
se quedará con cien;
y la que sale con cien,
se quedará con diez, en la casa de Israel.

Porque así dice el Señor a la casa de Israel:
Buscadme, y viviréis.
Pero no busquéis a Betel,
ni vayáis a Gilgal,
ni paséis a Beerseba;
porque ciertamente Gilgal será llevada cautiva,
y Betel caerá en desgracia[c].
Buscad al Señor y viviréis,
no sea que El prorrumpa como fuego, oh casa[d] de José,
y consuma a Betel sin que haya quien lo apague;
consuma a los que convierten el juicio en ajenjo
y echan[e] por tierra la justicia.

El que hizo las Pléyades y el Orión,
cambia las densas tinieblas en aurora,
y hace oscurecer[f] el día en noche;
el que llama a las aguas del mar,
y las derrama sobre la faz de la tierra:
el Señor es su nombre.
El es quien desencadena destrucción sobre el fuerte,
y hace que la ruina venga sobre la fortaleza.

10 Ellos odian en la puerta[g] al que reprende,
y aborrecen al que habla con integridad.
11 Por tanto, ya que imponéis fuertes impuestos sobre el[h] pobre
y exigís de él tributo de grano,
las casas de piedra labrada que habéis edificado,
no las habitaréis;
habéis plantado viñas escogidas, pero no beberéis su vino.
12 Pues yo sé que muchas son vuestras transgresiones y graves vuestros pecados:
oprimís al justo, aceptáis[i] soborno
y rechazáis[j] a los pobres en la puerta.
13 Por tanto, el prudente se calla en ese tiempo, pues es tiempo malo.

14 Buscad lo bueno y no lo malo, para que viváis;
y así sea con vosotros el Señor, Dios de los ejércitos,
tal como habéis dicho.
15 Aborreced el mal, amad el bien,
y estableced la justicia[k] en la puerta.
Tal vez el Señor, Dios de los ejércitos,
sea misericordioso con el remanente de José.

16 Por tanto, así dice el Señor, el Señor Dios de los ejércitos:
En todas las plazas hay llanto,
y en todas las calles dicen: ¡Ay! ¡Ay!
Llaman a duelo al labrador,
y a lamentación a los que saben plañir.
17 En todas las viñas habrá llanto,
porque pasaré por en medio de ti —dice el Señor.

18 ¡Ay de los que ansían el día del Señor!
¿De qué os servirá el día del Señor?
Será tinieblas, y no luz;
19 como cuando uno huye de un león,
y se encuentra con un oso,
o va a casa, apoya la mano en la pared,
y lo muerde una culebra.
20 ¿No será tinieblas el día del Señor, y no luz,
oscuridad, y no resplandor?

21 Aborrezco, desprecio vuestras fiestas,
tampoco me agradan[l] vuestras asambleas solemnes.
22 Aunque me ofrezcáis holocaustos y vuestras ofrendas de grano,
no los aceptaré;
ni miraré a las ofrendas de paz de vuestros animales cebados.
23 Aparta de mí el ruido de tus cánticos,
pues no escucharé siquiera la música de tus arpas.
24 Pero corra[m] el juicio como las aguas
y la justicia como corriente inagotable.

25 ¿Acaso me ofrecisteis sacrificios y ofrendas de cereal por cuarenta años en el desierto, oh casa de Israel[n]? 26 Más bien, llevasteis a Sicut[o], vuestro rey, y a Quiyún[p], vuestros ídolos, la estrella de vuestros dioses que hicisteis para vosotros. 27 Yo os haré, pues, deportar más allá de Damasco —dice el Señor, cuyo nombre es Dios de los ejércitos.

 

 

 

 

Un Encuentro Con la Palabra

 

 

 

 

Promesas – Siempre los Amarás

 

 




Promesas -> Un bebé es alguien que cargas en tu vientre por nueve meses, en tus brazos por tres años, y en tu corazón hasta el día de tu muerte.

Enséñales a tus hijos a entender que aunque pierdan o ganen, siempre los amarás.
¡Ante los ojos de Dios, todos los hijos son ganadores!

Salmo 127:3
He aquí, don del Señor son los hijos.

Deuteronomio 28:4
Bendito el fruto de tu vientre, el producto de tu suelo, el fruto de tu ganado, el aumento de tus vacas y las crías de tus ovejas.

Salmos 113:9 H
Hace habitar en casa a la mujer estéril, gozosa de ser madre de hijos. ¡Aleluya!

Génesis 33:5
Y alzó sus ojos y vio a las mujeres y a los niños, y dijo: ¿Quiénes son éstos que vienen contigo? Y él respondió: Son los hijos que Dios en su misericordia ha concedido a tu siervo.

Génesis 48:4
y me dijo: `
`He aquí, yo te haré fecundo y te multiplicaré; y haré de ti multitud de pueblos y daré esta tierra a tu descendencia después de ti en posesión perpetua.

Deuteronomio 7:13
Y te amará, te bendecirá y te multiplicará; también bendecirá el fruto de tu vientre y el fruto de tu tierra, tu cereal, tu mosto, tu aceite, el aumento de tu ganado y las crías de tu rebaño en la tierra que El juró a tus padres que te daría.

 

 

 

 

 

Un Encuentro Con la Palabra

Hace 10 minutos

Promesas – Siempre los Amarás


Promesas -> Un bebé es alguien que cargas en tu vientre por nueve meses, en tus brazos por tres años, y en tu corazón hasta el día de tu muerte.

Enséñales a tus hijos a entender que aunque pierdan o ganen, siempre los amarás.
¡Ante los ojos de Dios, todos los hijos son ganadores!

Salmo 127:3
He aquí, don del Señor son los hijos.

Deuteronomio 28:4
Bendito el fruto de tu vientre, el producto de tu suelo, el fruto de tu ganado, el aumento de tus vacas y las crías de tus ovejas.

Salmos 113:9 H
Hace habitar en casa a la mujer estéril, gozosa de ser madre de hijos. ¡Aleluya!

Génesis 33:5
Y alzó sus ojos y vio a las mujeres y a los niños, y dijo: ¿Quiénes son éstos que vienen contigo? Y él respondió: Son los hijos que Dios en su misericordia ha concedido a tu siervo.

Génesis 48:4
y me dijo: `
`He aquí, yo te haré fecundo y te multiplicaré; y haré de ti multitud de pueblos y daré esta tierra a tu descendencia después de ti en posesión perpetua.

Deuteronomio 7:13
Y te amará, te bendecirá y te multiplicará; también bendecirá el fruto de tu vientre y el fruto de tu tierra, tu cereal, tu mosto, tu aceite, el aumento de tu ganado y las crías de tu rebaño en la tierra que El juró a tus padres que te daría.

 

 

 

Un Encuentro Con la Palabra

 

 

 


COMO ESCUCHAR Y OIR LA VOZ DE DIOS

“HABLA, SEÑOR, QUE TU SIERVO ESCUCHA” (1 Samuel 3:9b)

 

 



Muchos de nosotros pensamos que orar es sólo hablarle a Dios, y raramente nos preguntamos si Él quiere hablarnos a nosotros.

 


¿Cómo nos habla el Señor?

(1) A través de su Palabra.

Un versículo conocido resalta de la página y toma un nuevo significado.

(2) A través de personas.

No debes estar tan preocupado, o ser tan selectivo como para no reconocerles.

(3) A través de su Espíritu.

El Espíritu Santo nos guía, nos reprende, nos anima, nos conforta y nos expansiona.

Sin embargo, parece ser que muchos de nosotros no esperamos que Dios nos hable en modo alguno.

Por la manera de actuar, pensarías que Jesús, cuarenta días después de su resurrección, “hizo las maletas”, volvió al Cielo y desde entonces, no supimos más de Él.

No es así; la Biblia está llena de relatos en los que el Señor habla a sus hijos.

Si la esencia de nuestra fe consiste en tener una relación personal con Dios, entonces Él debe estar hablando todavía hoy.

Pero no puedes construir una relación sobre un monólogo; lo que hace falta es un contacto regular e intimo entre dos personas que se hablan y se escuchan mutuamente.

Escuchar al Señor hablándonos a través de su Espíritu no es sólo normal, sino esencial. Pablo escribió:

“…vosotros… vivís… según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios está en vosotros” (Romanos 8:9).

Una vez entregada tu vida al Señor, las cosas no son como antes.

La vida ya no consiste sólo en lo que se puede ver, sentir o imaginar; ¡incluye caminar por fe, confiar en Dios y abrirte constantemente a su voz y a la guía de su Espíritu!

“HABLA, SEÑOR, QUE TU SIERVO ESCUCHA” (1 Samuel 3:9)

Algunos de nosotros no estamos dispuestos a abrirnos a Dios y ser dirigidos por Él.

¿Que por qué?

Pues porque conocemos personas que dicen hacerlo y su procedimiento nos asusta.

Parecen haberse hecho una especie de lobotomía intelectual [se realiza en la substancia del cerebro para corregir trastornos mentales], de manera que esperan que el Señor elija sus calcetines por la mañana y el restaurante donde van a comer.

Afirman experimentar dirección cada hora, visiones diarias y por lo menos un milagro a la semana.

Como reacción a esto, algunos de nosotros nos vamos al lado opuesto.

Por consiguiente, los impulsos del Espíritu Santo parecen ir en contra de la naturaleza humana y el pensamiento convencional.

Acostumbrados a dirigir nuestro propio barco, tememos dejar que Él nos dirija.

Deseamos que “el paquete” sea más “ordenado”; parece demasiado ilusorio y misterioso.

Nos pone nerviosos.

De manera que, cuando sentimos que el Espíritu nos dirige, nos resistimos, lo analizamos, y llegamos a la conclusión de que es ilógico; por lo tanto, no le prestamos atención. ¡Qué desperdicio!

Algunos queremos obedecer al Espíritu, pero no estamos seguros de cuándo nos habla realmente.

‘¿Estoy oyendo mis propios deseos o la voz de Dios?’.

No queriendo empezar por la parte más profunda, evitamos del todo “entrar en el agua”.

Todas estas reacciones son comprensibles.

Todos las hemos experimentado.

No obstante, Pablo escribió: “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gálatas 5:25).

Cuando no consigues abrirte al Espíritu de Dios y llevar “su compás”, tu vida con Él se vuelve cerebral, aburrida y lo peor de todo, infructuosa.

¡No dejes que esto te pase a ti!

¿Por qué es tan importante reconocer la dirección del Espíritu Santo en tu vida? Porque:

(1) ¡Tu destino eterno está determinado por ella!

Si entregaste tu vida al Señor, sin duda podrás recordar aquel tirón interior que te llevó a Dios por primera vez, haciéndote capaz de reconocer a Cristo como tu Salvador.

Pero aun después de dar tu vida al Señor, Él todavía sigue tirando de ti.

(2) ¡Tu seguridad depende de ella!

Cuando estás en un aeropuerto, fíjate en la diferencia entre los pasajeros que tienen billetes confirmados y los que están esperando a embarcar.

Los primeros leen el periódico, hablan con sus amigos o duermen, mientras que los últimos deambulan ansiosamente alrededor del mostrador.

¿Cuál es la diferencia?

¡Confianza!

Si supieras que en quince minutos tienes que estar delante de Dios, ¿cuál sería tu reacción?

¿Caminarías con nerviosismo, o te dirías a ti mismo: ‘No puedo esperar.’?

Pablo escribió: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Romanos 8:16).

En otras palabras, el Espíritu te susurra: “Relájate; tú has confiado en Cristo; estás en ‘ruta’ hacia el Cielo”.

(3) ¡Tu crecimiento como creyente depende de ella!

Escucha: “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, Él os guiará a toda la verdad…” (Juan 16:13).

Como creyentes, somos responsables de leer toda la Palabra de Dios.

Pero la Biblia es un Libro muy grande; no nos la podemos “tragar de un bocado”.

Por eso, mientras la leemos, el Señor nos alimenta con su verdad, “bocadito a bocadito”.

El Espíritu Santo tiene una manera maravillosa de enfatizar diferentes verdades en diferentes etapas de nuestro crecimiento.

¿No te alegra?