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Génesis 24:11-19 La Biblia de las Américas (LBLA)





Rebeca es escogida.



10 Entonces el siervo tomó diez camellos de entre los camellos de su señor, y partió con toda clase de bienes de su señor en su mano; y se levantó y fue a Mesopotamia[c], a la ciudad de Nacor. 11 E hizo arrodillar a los camellos fuera de la ciudad junto al pozo de agua, al atardecer, a la hora en que las mujeres salen por agua, 12 y dijo: Oh Señor, Dios de mi señor Abraham, te ruego que me des éxito[d] hoy, y que tengas misericordia de mi señor Abraham. 13 He aquí, estoy de pie junto a la fuente de agua, y las hijas de los hombres de la ciudad salen para sacar agua. 14 Que sea la joven a quien yo diga: “Por favor, baja tu cántaro para que yo beba”, y que responda: “Bebe, y también daré de beber a tus camellos”, la que tú has designado para tu siervo Isaac; y por ello sabré que has mostrado misericordia a mi señor. 15 Y sucedió que antes de haber terminado de hablar, he aquí que Rebeca, hija de[e] Betuel, hijo de Milca, mujer de Nacor, hermano de Abraham, salió con el cántaro sobre su hombro. 16 La joven era muy hermosa, virgen, ningún hombre la había conocido; bajó ella a la fuente, llenó su cántaro y subió. 17 Entonces el siervo corrió a su encuentro, y dijo: Te ruego que me des a beber un poco de agua de tu cántaro. 18 Y ella dijo: Bebe, señor mío. Y enseguida bajó el cántaro a su mano, y le dio de beber. 19 Cuando había terminado de darle de beber, dijo: Sacaré también para tus camellos hasta que hayan terminado de beber. 20 Y rápidamente vació el cántaro en el abrevadero, y corrió otra vez a la fuente para sacar agua, y sacó para todos sus camellos. 21 Entretanto el hombre la observaba en silencio[f], para saber si el Señor había dado éxito o no a su viaje. 22 Y aconteció que cuando los camellos habían terminado de beber, el hombre tomó un anillo de oro que pesaba medio siclo[g], y dos brazaletes[h] que pesaban diez siclos de oro, 23 y dijo: ¿De quién eres hija? Dime, te ruego, ¿hay en la casa de tu padre lugar para hospedarnos? 24 Ella le respondió: Soy hija de Betuel, el hijo que Milca dio a luz a Nacor. 25 Y le dijo además: Tenemos suficiente paja y forraje, y lugar para hospedarse. 26 Entonces el hombre se postró y adoró al Señor, 27 y dijo: Bendito sea el Señor, Dios de mi señor Abraham, que no ha dejado de mostrar su misericordia y su fidelidad[i] hacia mi señor; y el Señor me ha guiado en el camino a la casa de los hermanos de mi señor.

 

 

 

 

UN ENCUENTRO CON LA PALABRA

REFLEXION

El Escándalo Betsabé Y El Rey David
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“Y ACAECIÓ”.(2 Samuel 11:2 Reina Valera Antigua)
El “escándalo Betsabé” empezó cuando David bajó la guardia. La Biblia dice: “Y acaeció”. (Reina Valera Antigua). ¡Qué palabras de apertura!. David tenía cincuenta y dos años. Como muchos de nosotros a esa edad, tal vez quería saber si todavía podía conquistar. Pensara lo que pensara, lo cierto es que bajó la guardia, y el enemigo lo sabía. David había vivido en victoria durante veinte años, pero luego “acaeció”. Ten cuidado; tus triunfos de ayer no garantizan los éxitos de hoy. David vio a Betsabé esa noche, pero lo que le destruyó fue lo que no vio en esos momentos. No vio que su pecado causaría la muerte de cuatro de sus hijos (el niño recién nacido de Betsabé, Amnón, Absalón y Adonías), ni que haría que el reino se dividiera en dos, ni que él llegaría a ser un homicida.
El Escándalo Betsabé Y El Rey DavidEl Escándalo Betsabé Y El Rey David (Imagen) Compártela en tu red social favorita.

Ese es el problema con el pecado. Si miras a las cosas que no deberías estar mirando, entonces no ves todo el panorama. Y lo que no ves es lo que te va a dañar. Así que David preparó un plan A, un plan B y un plan C para encubrir su pecado. El plan A consistía en sacar de la batalla a Urías, el esposo de Betsabé, y traerlo a casa un fin de semana para que lo pasara con su esposa; de esa forma parecería que el niño era de él. Pero no dio resultado. El plan B fue emborracharlo y mandarlo a casa, pero tampoco funcionó. El plan C fue mucho más cruel; fue un asesinato.

Trágicamente, este último plan sí se llevó a cabo. “Yo nunca haría eso” dices. ¡Te sorprenderías lo que podrías hacer en un momento de debilidad! El fuego del sexo está concebido para la chimenea del matrimonio. Una vez que sale de ahí, alguien se quema. Moraleja:El que piensa estar firme, mire que no caiga. (1 Corintios 10:12).

 

 

 

 

UN ENCUENTROCON LA PALABRA

REFLEXION

Soy vulnerable. 

 

 

Las lágrimas suelen mostrarnos frágiles, pero es parte de nuestra naturaleza ante la impotencia, injusticia, angustia, dolor, desesperación o algo que nos afecta emocionalmente; y en ocasiones cuando por alguna razón lloramos no nos gusta demostrarlo o sentimos vergüenza.

Muchas veces resistimos a no demostrar lo que en realidad sentimos, solamente para que los demás no nos vean vulnerables porque la perfección y el carácter firme siempre son bien vistos, y esto no está mal, pero que en ocasiones es una barrera para llegar a las personas de nuestro alrededor con empatía, ya que nos ven tan arriba de ellos mismos que prefieren mantener distancia a pesar de que podrían necesitar nuestra ayuda.

Jesús al ver a María y a los judíos que la acompañaban en su dolor por la muerte de su hermano Lázaro, se estremeció en espíritu y se conmovió, entonces “Jesús lloró. Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba.” Juan 11:35-36
La vulnerabilidad que Jesús demostró no cambió su virtud o poder. En otra ocasión también mostró enojo cuando derribó las mesas de los cambistas y los expulsó del templo; cuando los habitantes de Jerusalén lo rechazaron, Él lloró porque sabía que esa ciudad sería destruida pronto y nuevamente expresa sus emociones en el huerto de Getsemaní poco antes de su muerte.

Como cristianos no somos perfectos aún, estamos en ese proceso, pero no tengamos vergüenza mostrarnos como somos, pues aunque la sociedad demande perfección las personas somos propensas a equivocarnos. Recordemos que tenemos un Padre que, a pesar de nuestra imperfección, nos ama. ¡Eso es una maravilla! Y debe ser nuestro motor para que nos levantemos después de cada caída y también para ayudar a otros a levantarse.
Creo que nuestras caídas o equivocaciones deben ayudar a otros a levantarse, porque si Dios tiene compasión de ti o de mi seguro que también con todos los que le busquen de corazón.

“Los que siembran con lágrimas cosecharán con gritos de alegría. Lloran al ir sembrando sus semillas, pero regresan cantando cuando traen la cosecha.” Salmos 126:5-6 (NTV)

 


Soraida Fuentes
CVCLAVOZ