Hechos 16:14 La Biblia de las Américas (LBLA)

 

 

 

Conversión de Lidia

 

 

11 Así que[h], zarpando de Troas, navegamos con rumbo directo a Samotracia, y al día siguiente a Neápolis, 12 y de allí a Filipos, que es una ciudad principal de la provincia de Macedonia, una colonia romana; en esta ciudad nos quedamos por varios días. 13 Y en el día de reposo salimos fuera de la puerta, a la orilla de un río, donde pensábamos que habría un lugar de oración; nos sentamos y comenzamos a hablar a las mujeres que se habían reunido. 14 Y estaba escuchando cierta mujer llamada Lidia, de la ciudad de Tiatira, vendedora de telas de púrpura, que adoraba a Dios; y el Señor abrió su corazón[i] para que recibiera lo que Pablo decía. 15 Cuando ella y su familia[j] se bautizaron, nos rogó, diciendo: Si juzgáis que soy fiel al Señor, venid a mi casa y quedaos en ella. Y nos persuadió a ir.

 

 

 

 

Un Encuentro Con la Palabra

REFLEXION

 


Jovenes Cristianos – ¿INCREDULOS NOSOTROS?

Pasaje clave: Números 13 y 14.

 

Diez príncipes (líderes) incrédulos y cobardes le presentaron al pueblo un informe pesimista y los asustaron: “No podemos, somos débiles, nos van a aplastar…, ¡somos langostas!.., ¡somos langostas!… ¡Quiero ir con mi mamá!…”.

El pueblo no cree la promesa de Dios pero escucha atentamente la palabra de los príncipes y se descontrola: “Nos van a matar. Volvamos a Egipto. Nuestros hijos van a morir. Elijamos a un nuevo líder… ¡Queremos ir con mamá!” ¡Incrédulos!

Se dejaron arrastrar por la opinión de las personas. Se dejaron llevar por sus propias dudas, por sus propios sentimientos de inferioridad. Le creyeron más a sus propias emociones de miedo e inseguridad que a la Palabra que tenían de Dios.

Y se desata la tragedia. Dios no los soporta más y habla con Moisés para destruirlos ahí mismo. Es que Dios no soporta a los incrédulos.

Me emociona la actitud de Moisés. Él sí tenia las ideas claras. En medio de tanto descontrol y locura, Moisés ora.

¿Qué le ruega a Dios y por qué? (14:13 al 19).

Dios lo oye y perdona la incredulidad del pueblo, pero fue tan grave el pecado que los castiga severamente. No los destruye, pero vagarían por el desierto durante ¡40 años más! hasta que murieran en el desierto todos los mayores de 20 años.

Pensar que si no hubieran sido incrédulos a la Palabra de Dios en unos pocos meses más podrían haber llegado a la tierra prometida.

Es injusto que Moisés, Josué, Caleb y todos los menores de 20 años, tuvieran que sufrir 40 años más de desierto por culpa de miles de incrédulos, pero ellos también eran parte de aquel pueblo aunque no fuesen incrédulos.

Es una decisión que tienes que tomar entre creer o no creer. Entre ser incrédulo o creerle a Dios.

Si Dios te dice o te promete algo ¡créelo! Así de simple. No te dejes influenciar por lo que sientes, ni por lo que otros hacen, ni por las diferentes opiniones que escuches. ¡Créele a Dios!

Decide creer Su Palabra. Ora Su Palabra. Métela en tu corazón y aférrate a ella hasta que sea parte de ti. Aprende a depender de Dios y no de tus cambiantes emociones. Dios no cambia. Él va a cumplir y a realizar en ti lo que prometio. ¡Créele!

Extracto del libro: “Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes: Números/Deuteronomio”

 

 

 

Por Edgardo Tosoni

 

 

 

 

Un Encuentro Con la Palabra

REFLEXION

 

 

Tener fe y alimentarla

 

 

 

Frederick Douglass fue escritor, editor, orador y ferviente defensor de los derechos de los afroamericanos negros.

Su lucha lo llevó a ser uno de los más importantes disertantes abolicionistas de su época y de toda la historia de los Estados Unidos.

Pero este hombre, conocido como El Sabio de Anacostia, no procede de la comodidad de una familia, ni de los círculos sociales acomodados. Douglass nació en la época de esclavitud total para su raza.

El sistema al que estaba sujeto fue ideado en todos sus detalles para quebrar el espíritu de una persona, entre otras cosas: el individuo era separando de su familia para que nunca desarrollara vínculos emocionales, recibía constantemente amenazas y castigos con el único fin de aplastar toda noción de libre albedrío, además debía seguir siendo analfabeto e ignorante, para evitar que su pensamiento crezca.

Todo esto con el fin de formar en el esclavo la peor opinión de sí mismo. 
El propio Douglass sufrió de niño todas esas desgracias pero, por algún motivo, desde su más tierna infancia, entre lágrimas de soledad dejaba volar su imaginación creyendo que podía ser libre y que podía aspirar a algo más. Él sentía dentro de su corazón que algo había sido aplastado, pero que podía levantarlo nuevamente.

En 1828, cuando tenía diez años, su amo lo envió a trabajar a casa de un yerno en Baltimore, Maryland. Douglass interpretó esto como un acto de la providencia en su favor. Significaba que escaparía del arduo trabajo en la plantación y tendría más tiempo para pensar. En ese lugar, la señora de la casa leía continuamente la Biblia, y un día él le preguntó si podía enseñarle a leer. Ella lo complació con gusto y el muchacho aprendió rápidamente.

Pero cuando el amo se enteró, reprendió severamente a su esposa: un esclavo nunca tendría permitido leer y escribir.

Le prohibió seguir enseñándole.

La señora de la casa simplemente asintió con la cabeza y ya no le enseñó más nada, pero ya era demasiado tarde, aquel niño ya podía arreglárselas por sí solo. La señora de la casa, simplemente dejaba algunos libros de pensadores y oradores tirados por ahí para que el niño los recogiera y pudiera leerlos a escondidas.

Al tomarlos, escapaba a lo más recóndito de los cultivos de algodón y pasaba horas memorizando discursos famosos que repasaba en su mente. Se imaginaba convertido en un gran orador, clamando contra los males de la esclavitud.

Cuando cumplió quince años, su amo se dio cuenta que era distinto a los demás esclavos en su expresión, su trabajo y hasta en su forma de andar, así que lo envió a una granja gobernada por un tal Covey, cuya única tarea en la vida era doblegar los espíritus rebeldes. Pero todas las artimañas que usaba ya no podían tener éxito. Douglass había creado una identidad propia, que no correspondía con la que Covey quería imponerle.

Con el tiempo logró idear un plan para escapar al norte. Ahí fue donde creció como orador abolicionista importante, fundó su propio periódico y rebasó siempre los límites que los demás trataban de imponerle.

Quizás nunca nos toque vivir las mismas dificultades que atravesó un afroamericano en la época de la esclavitud, pero en medio de nuestra propia adversidad, historias como las de Frederick Douglass, nos muestran como una persona que nació con un destino marcado y con un entorno hostil, puede salir adelante si cree y si alimenta constantemente esa creencia.

“Repite siempre lo que dice el libro de la ley de Dios, y medita en él de día y de noche, para que hagas siempre lo que éste ordena. Así todo lo que hagas te saldrá bien. Yo soy quien te manda que tengas valor y firmeza. No tengas miedo ni te desanimes porque yo, tu Señor y Dios, estaré contigo dondequiera que vayas.” Josué 1:8-9 Versión DHH

La adversidad es una constante en la existencia del hombre, pero tener fe y alimentarla, es una variable que le toca a cada persona agregar a su vida.

 

 

 


Héctor Colque
CVCLAVOZ