Ester 2:7  La Biblia de las Américas (LBLA)

 

 

 

 

Ester elegida reina

 

 

Después de estas cosas, cuando el furor del rey Asuero se había aplacado, él se acordó de Vasti, de lo que ella había hecho y de lo que se había decretado contra ella.Entonces los cortesanos al servicio del rey, dijeron: Búsquense para el rey jóvenes vírgenes y de buen parecer. Y que el rey nombre oficiales en todas las provincias de su reino para que reúnan a todas las jóvenes vírgenes y de buen parecer en la fortaleza de Susa, en el harén, bajo la custodia[a] de Hegai, eunuco del rey, encargado de las mujeres, y que se les den sus cosméticos. Y la joven que agrade al rey sea reina en lugar de Vasti. Y esto le pareció bien al rey, y así lo hizo.

Y había en la fortaleza de Susa un judío que se llamaba Mardoqueo, hijo de Jair, hijo de Simei, hijo de Cis, benjamita, que había sido deportado de Jerusalén con los cautivos que habían sido deportados con Jeconías, rey de Judá, a quien había deportado Nabucodonosor, rey de Babilonia. Y Mardoqueo[b] estaba criando a Hadasa, es decir, Ester, hija de su tío, pues ella no tenía ni padre ni madre. La joven era de hermosa figura y de buen parecer, y cuando su padre y su madre murieron, Mardoqueo la tomó como hija suya.

Y sucedió que cuando el mandato y el decreto del rey fueron oídos, muchas jóvenes fueron reunidas en la fortaleza de Susa bajo la custodia de Hegai; y Ester también fue llevada al palacio[c] del rey, bajo la custodia de Hegai, encargado de las mujeres. La joven le agradó y halló favor delante de él, por lo que se apresuró en proveerle cosméticos y alimentos[d]; le dio siete doncellas escogidas del palacio del rey, y la trasladó con sus doncellas al mejor lugar del harén. 10 Ester no dio a conocer ni su pueblo ni su parentela, porque Mardoqueo le había mandado que no los diera a conocer.11 Y todos los días Mardoqueo se paseaba delante del patio del harén para enterarse de cómo estaba Ester y qué le sucedía.

12 Cuando le tocaba a cada joven venir al rey Asuero, al cumplirse sus doce meses, según las ordenanzas para las mujeres, pues los días de su embellecimiento se cumplían así: seis meses con óleo de mirra y seis meses con especias y cosméticos para las mujeres, 13 entonces la joven venía al rey de esta manera: cualquier cosa que ella deseaba[e] se le concedía para que la llevara consigo del harén al palacio del rey.14 Ella entraba por la tarde y a la mañana siguiente volvía al segundo harén, bajo la custodia de Saasgaz, eunuco del rey, encargado de las concubinas. Ella no iba otra vez al rey a menos que el rey se complaciera en ella y fuera llamada por nombre. 15 Cuando a Ester, hija de Abihail, tío de Mardoqueo, que la había tomado como hija, le tocó venir al rey, ella no pidió cosa alguna sino lo que le aconsejó[f] Hegai, eunuco del rey, encargado de las mujeres. Y Ester hallaba favor ante los ojos de cuantos la veían.

16 Ester fue llevada al rey Asuero a su palacio real el mes décimo, que es el mes Tebet, en el año séptimo de su reinado. 17 Y el rey amó a Ester más que a todas las otrasmujeres, y ella halló gracia y bondad con él más que todas las demás vírgenes, y él puso la corona real sobre su cabeza y la hizo reina en lugar de Vasti. 18 Entonces el rey hizo un gran banquete para todos sus príncipes y siervos, el banquete de Ester. También concedió un día de descanso para las provincias y dio presentes conforme a la liberalidad[g] del rey.

19 Cuando las vírgenes fueron reunidas por segunda vez, Mardoqueo estaba sentado a la puerta del rey. 20 Ester todavía no había dado a conocer ni su parentela ni su pueblo, tal como Mardoqueo le había mandado, porque Ester hizo lo que le había dicho[h]Mardoqueo, como cuando estaba bajo su tutela. 21 En aquellos días, estando Mardoqueo sentado a la puerta del rey, Bigtán y Teres, dos eunucos del rey, guardianes del umbral, se enojaron y procuraban echar mano al[i] rey Asuero. 22 Pero el asunto llegó a conocimiento de Mardoqueo, y él se lo comunicó a la reina Ester, y Ester informó[j] al rey en nombre de Mardoqueo. 23 Y cuando fue investigado el asunto y hallado cierto, los dos eunucos fueron colgados en una horca[k]; y esto fue escrito en el libro de las Crónicas en presencia del rey.

 

 

 

Un Encuentro Con la Palabra

Promesas – La Verdad

No confiese la verdad…
VÍVALA.

El mensaje más contundente que usted
puede pronunciar… es su vida.

 

 

Santiago 1:22
Sed hacedores de la palabra
y no solamente oidores que se engañan
a sí mismos.

Mateo 7:24
Por tanto, cualquiera que oye estas palabras mías y las pone en práctica, será semejante a un hombre sabio que edificó su casa sobre la roca;

Lucas 6:46
¿Y por qué me llamáis: “Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?

Lucas 6:47
Todo el que viene a mí y oye mis palabras y las pone en práctica, os mostraré a quién es semejante:

Romanos 2:13
porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los que cumplen la ley, ésos serán justificados.

 

 

 

 

Un Encuentro Con la Palabra

REFLEXION

CAMINANDO EN MEDIO DEL MAR
Devocionales, Enrique Monterroza, Fe, Meditaciones, Milagros, Reflexiones Cortas

 

 


La mayoría de nosotros esperamos milagros de Dios en nuestra vida, nuestra familia o en personas a quienes estimamos.

Estoy seguro que una gran parte de los que ahora me leen tienen una petición de esas que creemos casi imposibles y que solo esta en las manos de Dios cumplirla.

Y es que a veces queremos que Dios haga todo el trabajo, sin darnos cuenta que en ocasiones, Dios proveerá los medios para llevar a cabo ese milagro que esperamos, pero dependerá de nosotros el dar los pasos necesarios para que ese milagro se concrete.

Y es que el valor y la fe que mostremos serán de gran ayuda para ver lo que para nosotros era imposible de ver.

Cuando Moisés saco a los israelitas de Egipto, poco después Faraón envió a su ejercito tras ellos para traerlos devuelta como esclavos.

Cuando los israelitas vieron que el ejercito egipcio se acercaba, comenzaron a quejarse contra Moisés diciéndole el porque los había traído, que era mejor ser esclavos en Egipto que cadáveres en el desierto.

Sin embargo Dios siempre tiene un plan maravilloso, Él jamás mueve una pieza si no sabe todo lo que puede pasar y como poderlo solucionar.

Dios le dio unas instrucciones a Moisés: “Luego el Señor le dijo a Moisés: «¿Por qué clamas a mí? 

¡Dile al pueblo que se ponga en marcha! Toma tu vara y extiende la mano sobre el mar. Divide las aguas para que los israelitas puedan pasar por en medio del mar, pisando tierra seca. Yo endureceré el corazón de los egipcios y se lanzarán contra los israelitas. La grandeza de mi gloria se manifestará por medio del faraón y de su ejército, sus carros de guerra y sus conductores. Cuando mi gloria se exhiba por medio de ellos, ¡todo Egipto verá mi gloria y sabrán que yo soy el Señor!».” Éxodo 14:15-18 (Nueva Traducción Viviente).

Me llama la atención que Dios le dice: “¿Por qué clamas a mí?”, y es que ¿A quien más iba a clamar?, luego Dios le dice: “¡Dile al pueblo que se ponga en marcha!”, en pocas palabras:

¡Hagan su parte!, porque Él haría la suya.

Dios cuido a los israelitas todo el tiempo, colocando su nube detrás y no permitiendo que los egipcios se acercaran. Luego cuando estuvieron frente al mar rojo, en donde no había mas camino que transitar, Moisés obedeció las instrucciones que Dios le había dado: “Luego Moisés extendió la mano sobre el mar y el Señor abrió un camino a través de las aguas mediante un fuerte viento oriental. 

El viento sopló durante toda la noche y transformó el lecho del mar en tierra seca. 

Entonces el pueblo de Israel cruzó por en medio del mar, caminando sobre tierra seca, con muros de agua a cada lado.” Éxodo 14:21-22 (Nueva Traducción Viviente).

Hasta este momento de la historia, Dios estaba haciendo su parte, era un milagro sorprendente, algo nunca antes visto, algo maravilloso que de tan extraordinario podría hasta dar miedo.

La parte de Dios estaba hecha, el milagro estaba servido, ahora era el turno del pueblo de Israel, ahora les tocaba su parte.

Y es que transitar en medio del mar no es fácil, caminar y ver a sus lados dos muros de agua, ¿Qué tal si el viendo dejaba de soplar y los muros de agua volvían a la normalidad?, cada paso de los israelitas en medio de esa tierra seca, era un paso de fe, eran pasos que solo hombres o mujeres que tuvieran la confianza plena en que Dios no los iba a dejar ahogarse o morir podían dar.

Yo me imagino caminando en medio de ese pasillo de tierra seca, pero con dos muros gigantes de agua, sinceramente era para tener mucho miedo, era como para no confiarse, sin embargo es allí en donde debemos poner en practica nuestra parte en el milagro que Dios quiere hacer en nuestra vida.

A veces Dios pone totalmente servido nuestro milagro y lo único que nosotros tenemos que hacer es caminar por fe para que ese milagro se concrete, pero en muchas ocasiones no tenemos ni la intención de caminar en medio de ese milagro, sino que queremos dejarle todo a Dios y luego cuando no vemos nuestro milagro cumplido le terminamos echando la culpa a Él, como que si Él no hubiera hecho su parte.

Hoy quiero invitarte a hacer tu parte en el milagro de Dios, estoy seguro que Dios se querrá manifestar en tu vida, estoy seguro que Él utilizara su creatividad y su poder ilimitado para obrar a tu favor, para ponerte servido tu milagro, pero se necesitara de tu VALOR y de tu FE para que veas cumplido ese milagro, ¿Estas dispuesto?

Es hora de caminar en medio de ese mar, es hora de no permitir que nuestros pensamientos de incredulidad nos eviten caminar por fe en medio de esos dos muros de agua. Dios ya sirvió el milagro, ahora es nuestro turno de caminar con VALOR y FE en medio de esas dos murallas de agua que humanamente dan mucho miedo, pero que si ese viento que las detiene proviene del Señor, entonces: ¡No hay nada que temer!

Camina por fe, créele a Dios, haz tu parte, porque Dios sin lugar a dudas hará la suya. Hoy es un día para que te apropies del milagro que Dios ya comenzó a hacer en tu vida, Dios esta sirviéndote el milagro, ahora tú toma valor y ten mucha fe en Él, y ¡CAMINA!

¡DIOS TE CUIDARA SIEMPRE QUE CAMINES EN MEDIO DEL MAR!

 

 



Autor: Enrique Monterroza