1 Corintios 15:10

La Biblia de las Américas (LBLA)

 

 

 

Síntesis del evangelio

 

 

 

15 Ahora os hago saber, hermanos, el evangelio que os prediqué[a], el cual también recibisteis, en el cual también estáis firmes, por el cual también sois salvos, si retenéis la palabra[b] que os prediqué[c], a no ser que hayáis creído en vano. Porque yo os entregué en primer lugar lo mismo que recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; que se apareció a Cefas y después a los doce; luego se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, la mayoría de los cuales viven aún, pero algunos ya duermen; después se apareció a Jacobo[d], luego a todos los apóstoles, y al último de todos, como a uno nacido fuera de tiempo[e], se me apareció también a mí. Porque yo soy el más insignificante de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, pues perseguí a la iglesia de Dios. 10 Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no resultó vana; antes bien he trabajado mucho más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios en mí. 11 Sin embargo, haya sido yo o ellos, así predicamos y así creísteis.

 

 

 

Un Encuentro Con la Palabra

 

 

 

 

REFLEXION

Tiempo de hablar

 

 




Hace muchos años tres mujeres conversaban animádamente en la plaza de un pueblo que estaba a las afueras de Londres. 

Cada una compartía el cambio que había experimentado en su vida al conocer a Jesús.

Estaban tan absortas en la conversación, que no advirtieron que un hombre se había acercado lo suficiente como para poder oír todo lo que hablaban.

El caminante notó que aquellas palabras salían del fondo de sus corazones, esas humildes mujeres poseían algo real y sublime que él no tenía y que jamás había experimentado.

El impacto de estas palabras fue tal, que nunca pudo olvidarlas.
Por lo cual, un día se propuso, apartarse de sus malas compañías y buscar el tesoro espiritual que estas mujeres poseían.

Aquel hombre era John Bunyan, hoy conocido internacionalmente como el autor de su célebre obra “El Peregrino” (1678), y de tantos libros que impactaron a varias generaciones. Además se transformó en un tremendo predicador de gran impacto para su nación en su época. 

Aunque todos conocemos a John Bunyan, nadie sabe los nombres de aquellas tres mujeres, que fueron de tanta influencia en su vida.

2 Timoteo 1:8 “Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios”

Cuando damos testimonio de lo que Dios ha hecho en nuestras vidas, nunca podremos saber con certeza quien está alrededor escuchando atentamente, ni tampoco cuales son las personas que pudieran ser impactadas por nuestras palabras. 

Quizás nunca nos enteremos del fruto que finalmente dio la semilla que plantamos, pero podemos estar seguros que la palabra de Dios nunca volverá vacía. 

El hecho de que no podamos ver el fruto, no quiere decir que este no exista.

No hace falta un relato extraordinario para captar la atención de la gente, simplemente que te animes a compartir lo que Dios ya hizo en tu vida.

Esto es un testimonio digno de contar, una historia que podrá llenar de fe a quien la escucha, levantar al caído, o bien quebrantar un corazón endurecido por la vida.

Hablar del evangelio que nos dio libertad no es echar palabras al viento, sino que esas palabras tienen poder para transformar a todo aquel que pueda escucharlas con apertura en su mente y corazón. 

Es un arma poderosa que puede ser usada por quien se atreva a proclamar el poderoso mensaje del Evangelio. 

¿Acaso habrá alguien que no tenga necesidad de escuchar la Palabra de Dios?

Al igual que aquellas tres mujeres, deja que el gozo de la salvación te invada y comienza a compartir las maravillas que Dios ha hecho en tu vida, quizás te esté escuchando el próximo John Bunyan que Dios ha levantado para esta generación.


Héctor Colque
CVCLAVOZ

 

 

 

Un Encuentro Con la Palabra

 

 

 

 

REFLEXION

Mi Verdad – Tu Verdad – La Verdad
Publicado por: Pastor Carlos Vargas Valdez en Devocional Cristiano

 

 

 



Encamíname en tu verdad, y enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación. Salmo 25:5.

La gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. Juan 1:17.

«Mi verdad»: se trata de los valores de los que estoy convencido personalmente.

A mi verdad le he dado forma y la he construido según mi carácter, mi personalidad y lo que he vivido.

«Tu verdad»: es lo que el otro cree y que me obligo a respetar, aun cuando su verdad es muy diferente de mis propias convicciones.

Doy pruebas de una mente abierta al admitir que nadie puede imponer reglas en cuanto a lo que se debe ser o pensar. 

«A cada uno su verdad», traduce bien la actitud tolerante que nos imponemos con respecto a los demás.

No deseamos defender la intolerancia que trae el fanatismo y sus sangrientos excesos. 

Pero, ¿no hay un problema cuando se considera siempre la verdad como relativa? 

¿Es la verdad algo que cada uno domina y le da forma a su gusto?

¿Hemos reducido la verdad a lo que nuestro espíritu limitado puede concebir?

La Biblia presenta a Jesús como la verdad absoluta, la que ningún hombre puede dominar.

Se impone a toda la humanidad y no puede ser separada de la gracia y de la bondad de Dios.

Aceptemos humildemente ante Dios que nosotros mismos somos incapaces de construir la verdad.

Busquemos la verdad que Dios en su gracia nos comunica por medio de la Biblia.

En ella él nos dice la verdad acerca de nosotros mismos, declarando que estamos perdidos y alejados de él.

También nos dice que Jesucristo vino a buscar y a salvar a estos perdidos.