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Filipenses 2:3  La Biblia de las Américas (LBLA)

Humillación y exaltación de Cristo

Por tanto, si hay algún estímulo en Cristo, si hay algún consuelo de amor, si hay alguna comunión del Espíritu, si algún afecto[a] y compasión, haced completo mi gozo, siendo[b] del mismo sentir, conservando el mismo amor, unidos en espíritu, dedicados a un mismo propósito. Nada hagáis por egoísmo[c] o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de vosotros considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás. Haya, pues, en[d]vosotros esta actitud[e] que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo[f] tomando forma de siervo, haciéndose[g] semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre, 10 para que al[h]nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra, 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

 

 

UN ENCUENTRO CON LA PALABRA

 

REFLEXION

Max Lucado – CÓMO VER LO QUE OJO NO VE
Publicado por: Pastor Carlos Vargas Valdez en Devocional Cristiano, Devocional Diario, max lucado 0


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CÓMO VER LO QUE OJO NO VE

Estoy de pie a poca distancia de una cama. Nadie se ríe. La habitación tiene aspecto solemne. Una máquina bombea aire hacia un cuerpo cansado. Un monitor mide el ritmo de los latidos de un agotado corazón. La mujer en la cama no es ninguna niña, pero lo fue. Hace décadas. Lo fue. Pero no ahora A sólo días de haber estado en el quirófano, acaban de informarle que debe regresar allí. Su débil mano aprieta la mía. Sus ojos se humedecen de temor.

No ve padre alguno. Pero el Padre la ve a ella. Confía en Él, digo para bien de ambos. Confía en la voz que susurra tu nombre.


Estoy sentado ante una mesa enfrentado a un hombre bueno. Bueno y asustado. Su temor tiene asidero. Las acciones han bajado. La inflación ha subido. No es que haya malgastado ni apostado ni jugado. Ha trabajado intensamente y ha orado con frecuencia, pero ahora tiene temor. Debajo del traje de franela se oculta un tímido corazón.

Revuelve su café y fija en mí su vista con los ojos de Coyote que acaba de darse cuenta que ha corrido hasta más allá del borde del precipicio. Está a punto de caer y caer rápidamente. Es Pedro sobre el agua., que mira la tormenta en lugar del rostro. Es Pedro en medio de las olas, que escucha el viento y no la voz.

Confía lo animo. Pero la palabra cae como una piedra. No está acostumbrado a algo tan extraño. Es un hombre de lógica. Aun cuando el barrilete se remonta por detrás de las nubes sigue sosteniendo la cuerda. Pero ahora la cuerda se ha resbalado. Y el cielo está en silencio.

Estoy de pie a poca distancia de un espejo y veo el rostro de un hombre que fracasó… le falló a su Creador otra vez. Prometí que no lo haría, pero lo hice. Me mantuve callado cuando debí haber sido denodado. Me senté cuando debí haber adoptado una postura.

Si esta fuera la primera vez, sería diferente. Pero no lo es. ¿Cuántas veces puede uno caer y tener la expectativa del rescate?

Confiar. ¿Por qué resulta fácil decírselo a otros y tan difícil recordárselo uno mismo? ¿Sabe Dios qué hace con la muerte? A la mujer le dijo que sí. ¿Sabe qué hace con la deuda? Eso fue lo que le comuniqué al hombre. ¿Puede Dios escuchar otra confesión de estos labiosí

El rostro en el espejo pregunta.

Estoy de pie a pocos metros de un hombre condenado a muerte. Judío de nacimiento. Fabricante de carpas de oficio. Apóstol por llamado. Sus días están contados. Tengo curiosidad por saber qué es lo que sostiene a este hombre al aproximarse su ejecución. Así que le hago unas preguntas.

¿Tienes familia, Pablo? Ninguna.

¿Qué tal su salud? Mi cuerpo está golpeado y cansado.

¿Cuáles son tus posesionesí Tengo mis pergaminos. Mi pluma y un manto.


¿Y tu reputación? Pues, no vale mucho .Para algunos soy un hereje, para otros un indómito.

¿Tienes amigosí Sí, pero incluso algunos de ellos se han echado atrás.

¿Tienes galardonesí No en la tierra.

Entonces, ¿Qué tienes, Pablo? Sin posesiones. Sin familia. Criticado por algunos. Escarnecido por otros. ¿Qué tienes Pablo? ¿Qué cosa tienes que valga la pena?

Me reclino en silencio y espero. Pablo cierra su puño. Lo mira. Yo lo miro. ¿Qué es lo que sostiene? ¿Qué tiene?

Extiende su mano para que la pueda ver. Al inclinarme hacia delante, abre su puño. Observo su palma. Está vacía.

Tengo mi fe. Es todo lo que tengo. Pero es lo único que necesito. He guardado la fe.

Pablo se reclina contra la pared de su celda y sonríe. Y yo me reclino contra la pared y fijo la vista en el rostro de un hombre que ha aprendido que la vida es más de lo que el ojo percibe.

Pues de eso se trata la fe. La fe es confiar en lo que el ojo no puede ver.

Los ojos ven al león que se acerca. La fe ve el ángel de Daniel.

Los ojos ven tormentas. La fe ve el arcoiris de Noé.

Tus ojos ven tus fallas. Tu fe ve a tu Salvador.

Tus ojos ven tu culpa. Tu fe ve su sangre.

Tus ojos ven tu tumba. Tu fe una ciudad cuyo constructor y creador es Dios.

Tus ojos miran al espejo y ven un pecador, un fracasado, un quebrantador de promesas. Pero por fe miras al espejo y te ves como pródigo elegantemente vestido llevando en tu dedo el anillo de la gracia y en tu rostro el beso de tu Padre.

Pero aguarda un minuto, dice alguien. ¿Cómo sé que esto es cierto? Linda prosa, pero quiero hechos. ¿Cómo sé que estas no son sólo vanas esperanzasí

“El poder de Dios es muy grande para los que creen”, enseña Pablo. “Ese poder es como la acción de su fuerza poderosa, que ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos” (Efesios 1:19-20)

La próxima vez que te preguntes si Dios te puede perdonar, lee ese versículo. Las mismas manos que clavaron a la cruz están abiertas para ti.

Max Lucado.

 

 

UN ENCUENTRO CON LA PALABRA

 

REFLEXION

Devocionales
Reflexiones cristianas diarias por CVCLAVOZ


¿Has recibido malas noticias?

Una mujer salió frustrada de un hospital porque le dijeron que su enfermedad no tenía solución y solamente le quedaba tres meses de vida. Desde ese momento no pudo descansar tranquila y lo único que hacía era buscar una salida. Ese tiempo alguien la invitó a una iglesia, a la que asistió como su única esperanza y después de conocer a Cristo vivió veinte años más.

Lamentablemente muchos profesionales en la salud acaban fácilmente con la esperanza de las personas cuando utilizan palabras como: “no hay solución para ti”, “tu esposa posiblemente nunca podrá tener hijos”, “te queda poco tiempo de vida”, “la operación es de alto riesgo” Y es comprensible porque es parte de su ética profesional decir siempre la verdad.

Otro aspecto es que ellos son humanos, su trabajo es limitado y por tanto, no pueden prometer cosas que no van lograr. Así que si has recibido una noticia preocupante de parte de los doctores no te desanimes, existe alguien a quién puedes acudir, es Todopoderoso y tiene grandes promesas para ti.

“Entonces dijo: De cierto volveré a ti; y según el tiempo de la vida, he aquí que Sara tu mujer tendrá un hijo. Y Sara escuchaba a la puerta de la tienda, que estaba detrás de él. Y Abraham y Sara eran viejos, de edad avanzada; y a Sara le había cesado ya la costumbre de las mujeres.

Se rio, pues, Sara entre sí, diciendo: ¿Después que he envejecido tendré deleite, siendo también mi señor ya viejo? Entonces Jehová dijo a Abraham: ¿Por qué se ha reído Sara diciendo: ¿Será cierto que he de dar a luz siendo ya vieja? ¿Hay para Dios alguna cosa difícil?...” Génesis 18:10-14 (RVR 1960)

El Señor prometió a Abraham que tendría un hijo, pero él y su esposa estaban viejitos; además a Sara le había llegado la menopausia, por lo que médicamente hablando era imposible que esta mujer pudiera quedar embarazada.

Por esta razón ella dudó y se rio al escuchar nuevamente la promesa de Dios, pero el Señor le hace una pregunta bastante clara: ¿Hay para Dios alguna cosa difícil?

Es posible que hayas recibido una terrible noticia o sucesos angustiantes han venido sobre ti o tu familia, pero quiero preguntarte ¿Habrá algo difícil para Dios? En esta oportunidad te animo a clamar por tu aflicción al Señor y depositar tu confianza en Él.

¡Con Dios tenemos una esperanza!

Shirley Chambi
CVCLAVOZ