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2 Corintios 8:16 La Biblia de las Américas (LBLA)

Delegación encabezada por Tito

 

 

16 Pero gracias a Dios que pone la misma solicitud por vosotros en el corazón de Tito. 17 Pues él no sólo aceptó nuestro ruego, sino que, siendo de por sí muy diligente[k], ha ido a vosotros por su propia voluntad. 18 Y junto con él hemos enviado al hermano cuya fama en las cosas del evangelio se ha divulgado por todas las iglesias; 19 y no sólo esto, sino que también ha sido designado por las iglesias como nuestro compañero de viaje en esta obra de gracia, la cual es administrada por nosotros para la gloria del Señor mismo, y para manifestarnuestra buena voluntad; 20 teniendo cuidado de[l] que nadie nos desacredite en esta generosa ofrenda administrada por nosotros; 21 pues nos preocupamos por lo que es honrado, no sólo ante los ojos del Señor, sino también ante los ojos de los hombres. 22 Y con ellos hemos enviado a nuestro hermano, de quien hemos comprobado con frecuencia que fue diligente en muchas cosas, pero que ahora es mucho más diligente debido a la gran confianza que tiene en vosotros. 23 En cuanto a Tito, es mi compañero y colaborador entre vosotros[m]; en cuanto a nuestros hermanos, son mensajeros[n] de las iglesias y gloria de Cristo. 24 Por tanto, mostradles abiertamente ante las iglesias[o] la prueba de vuestro amor, y de nuestra razón para jactarnos respecto a vosotros[p].

 

 

 

UN ENCUENTRO CON LA PALBRA

Jueces 19La Biblia de las Américas (LBLA)

El levita y su concubina

 

 

 

19 En[a] aquellos días, cuando no había rey en Israel, había un levita que residía en la parte más remota de la región montañosa de Efraín, el cual tomó para sí una concubina de Belén de Judá. 2 Pero su concubina cometió adulterio contra él, y ella se fue de su lado, a la casa de su padre en Belén de Judá, y estuvo allí por espacio de cuatro meses. 3 Su marido se levantó y fue tras ella para hablarle cariñosamente[b] y hacerla volver, llevando[c] consigo a su criado y un par de asnos. Y ella lo llevó dentro de la casa de su padre, y cuando el padre de la joven lo vio, se alegró de conocerlo. 4 Y su suegro, el padre de la joven, lo retuvo, y se quedó con él tres días. Y comieron, bebieron y se alojaron allí. 5 Y[d] al cuarto día se levantaron muy de mañana y él se preparó[e] para irse; y el padre de la joven dijo a su yerno: Aliméntate[f] con un bocado de pan y después os podéis ir. 6 Se sentaron, pues, los dos y comieron y bebieron juntos; y el padre de la joven dijo al hombre: Te ruego que te dignes pasar la noche, y que se alegre tu corazón. 7 El hombre se levantó para irse, pero su suegro insistió, de modo que pasó allí la noche otra vez. 8 Y al quinto día se levantó muy de mañana para irse, y el padre de la joven dijo: Aliméntate[g], te ruego, y espera hasta la tarde[h]; y los dos comieron. 9 Cuando el hombre se levantó para irse con su concubina y su criado, su suegro, el padre de la joven, le dijo: He aquí, ya ha declinado el día[i]; te ruego que pases la noche. Mira, el día llega a su fin; pasa la noche aquí para que se alegre tu corazón. Y mañana os levantaréis temprano para vuestro viaje y te irás a tu casa[j].

10 Pero el hombre no quiso pasar la noche, así que se levantó y partió, y fue hasta un lugar frente a Jebús, es decir, Jerusalén. Y estaban con él un par de asnos aparejados; también con él estaba su concubina. 11 Cuando estaban cerca de Jebús, el día casi había declinado; y el criado dijo a su señor: Te ruego que vengas, nos desviemos, y entremos en esta ciudad de los jebuseos y pasemos la noche en ella. 12 Pero su señor le dijo: No nos desviaremos para entrar en la ciudad de extranjeros que no son de los hijos de Israel, sino que iremos hasta Guibeá. 13 Y dijo a su criado: Ven, acerquémonos a uno de estos lugares; y pasaremos la noche en Guibeá o en Ramá. 14 Así que pasaron de largo y siguieron su camino, y el sol se puso sobre ellos cerca de Guibeá que pertenece a Benjamín. 15 Y se desviaron allí para entrar y alojarse en Guibeá. Cuando entraron, se sentaron[k] en la plaza de la ciudad porque nadie los llevó a su casa para pasar la noche.

16 Entonces, he aquí, un anciano venía de su trabajo del campo al anochecer. Y el hombre era de la región montañosa de Efraín y se alojaba[l] en Guibeá, pero los hombres del lugar eran benjamitas. 17 Y alzó sus ojos y vio al viajero en la plaza de la ciudad; y el anciano dijo: ¿A dónde vas y de dónde vienes? 18 Y él le dijo: Estamos pasando de Belén de Judá a la parte más remota de la región montañosa de Efraín, pues soy de allí. Fui hasta Belén de Judá, y ahora voy a mi casa[m], pero no hay quien me reciba en su casa. 19 Sin embargo, tenemos[n] paja y forraje para nuestros asnos, y también pan y vino para mí, para tu sierva[o] y para el joven que está con tu siervo; no nos falta nada. 20 Y el anciano dijo: Paz sea contigo. Permíteme suplir todas tus necesidades; pero no pases la noche en la plaza. 21 Y lo llevó a su casa y dio forraje a los asnos; y ellos se lavaron los pies, comieron y bebieron.

22 Mientras ellos se alegraban[p], he aquí, los hombres de la ciudad, hombres perversos[q], rodearon la casa; y golpeando la puerta, hablaron al dueño de la casa, al anciano, diciendo: Saca al hombre que entró en tu casa para que tengamos relaciones[r] con él. 23 Entonces el hombre, el dueño de la casa, salió a ellos y les dijo: No, hermanos míos, no os portéis tan vilmente; puesto que este hombre ha entrado en mi casa, no cometáis esta infamia. 24 Aquí está mi hija virgen y la concubina de él. Permitidme que las saque para que abuséis de ellas y hagáis con ellas lo que queráis[s], pero no cometáis semejante infamia contra este hombre. 25 Pero los hombres no quisieron escucharle, así que el levita[t] tomó a su concubina y la trajo a ellos. Y ellos la ultrajaron y abusaron de ella toda la noche hasta la mañana; entonces la dejaron libre al amanecer. 26 Cuando amanecía[u], la mujer vino y cayó a la entrada de la casa del hombre donde estaba su señor hasta que se hizo de día.

27 Al levantarse su señor por la mañana, abrió las puertas de la casa y salió para seguir su camino, y he aquí que su concubina estaba tendida a la entrada de la casa, con sus manos en el umbral. 28 Y él le dijo: Levántate y vámonos; pero ella no respondió[v]. Entonces la recogió, y colocándola sobre el asno, el hombre se levantó y se fue a su casa[w]. 29 Cuando entró en su casa tomó un cuchillo, y tomando a su concubina, la cortó en doce pedazos, miembro por miembro, y la envió por todo el territorio de Israel. 30 Y[x] todos los que lo veían, decían: Nada como esto jamás ha sucedido ni se ha visto desde el día en que los hijos de Israel subieron de la tierra de Egipto hasta el día de hoy. Consideradlo, tomad consejo y hablad.

 

 

 

 

 

UN ENCUENTRO CON LA PALABRA

REFLEXION

¿Eres alguien que da vida?

 

 

 

¿Alguna vez has asistido a una reunión demasiado aburrida, hasta que llega alguien que cambia el ambiente? Existen personas tan alegres y extrovertidas que logran hacer de una reunión tediosa una diversión, se podría decir que han dado “la chispa de vida” que hacía falta.

Algo similar debería suceder cuando una persona está al lado de un cristiano, debería ver en él una chispa que de vida, encontrar lo que le hacía falta como consuelo, esperanza, amor y paz, así como todos lo encontraban en Jesús.

Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.

Podemos concluir que el ser “sal” es una característica muy importante del cristiano.

Las características principales de la sal son: dar sabor a los alimentos, la preservación de ellos y el provocar la sed. ¿Eres una persona que da sabor? ¿Eres útil para tu prójimo? ¿Provocas que las personas tengan deseos que conocer a Dios? Puedes darte cuenta estás siendo sal cuando aquellos que te rodean encuentran algo diferente en ti, se acercan porque eres necesario en sus vidas, has logrado impactar a tal punto que pueden ver a Dios a través de ti.

Porque todos serán salados con fuego, y todo sacrificio será salado con sal. Buena es la sal; mas si la sal se hace insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos; y tened paz los unos con los otros. Marcos 9:49-50

Muchos no pueden hacer la diferencia porque no tienen encendido el fuego de Dios en su corazón, aquel fuego con el que pueden ser sal para otros; al contrario, en lugar de dar paz, provocan malestar, conflictos, enojos, continúan con rencores. Cuando realmente se acerquen a Dios entonces serán sal, harán sacrificios por su hermano y de este mundo un lugar mejor para vivir.

La sal no sirve cuando pierde sus propiedades y es importante que analices si estás descuidando este aspecto. No descuides las propiedades de sal que Jesús te ha dado cuando lo has aceptado; y podrías hacerlo pecando y apartándote de la voluntad de Dios.

¡Nunca es tarde para empezar a dar vida!

 

 

 

 

Shirley Chambi
CVCLAVOZ