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Lamentaciones 1:3 La Biblia de las Américas (LBLA)

Tristezas de Sion

[a]¡Cómo yace solitaria
la ciudad de tanta gente!
Se ha vuelto como una viuda
la grande entre las naciones;
la princesa entre las provincias[b]
se ha convertido en tributaria.
Amargamente llora en la noche,
y las lágrimas corren por sus mejillas;
no hay quien la consuele
entre todos sus amantes.
Todos sus amigos la han traicionado,
se le han convertido en enemigos.
Judá ha ido al destierro bajo[c] aflicción
y bajo[d] dura[e] servidumbre.
Ella habita entre las naciones,
mas no halla descanso;
todos sus perseguidores la han alcanzado
en medio de la angustia[f].
Los caminos de Sion están de luto,
porque nadie viene a las fiestas solemnes.
Todas sus puertas están desoladas,
gimen sus sacerdotes,
sus vírgenes están afligidas,
y ella misma está amargada[g].
Sus adversarios se han convertido en sus amos[h],
sus enemigos prosperan[i],
porque el Señor la ha afligido
por la multitud de sus transgresiones;
sus niños han ido cautivos
delante del adversario.
De la hija de Sion se ha ido
todo su esplendor.
Sus príncipes son como ciervos
que no hallan pasto,
y huyen[j] sin fuerzas
delante del perseguidor.
Jerusalén recuerda en los días de su aflicción y de su vagar[k]
todos sus tesoros
que existían desde los tiempos antiguos,
cuando su pueblo cayó en mano del adversario
sin que nadie la ayudara.
Al verla sus adversarios,
se burlaron de su ruina[l].
En gran manera ha pecado Jerusalén,
por lo cual se ha vuelto cosa inmunda.
Todos los que la honraban la desprecian
porque han visto su desnudez,
y[m] ella gime y se vuelve de espaldas.
Su inmundicia está en sus faldas;
no consideró su futuro[n],
y ha caído[o] de manera sorprendente;
no hay quien la consuele.
Mira, oh Señor, mi aflicción,
porque se ha engrandecido el enemigo.
10 El adversario ha extendido su mano
a todos sus tesoros;
ciertamente ella ha visto a las naciones entrar en su santuario,
a las que tú ordenaste
que no entraran en tu congregación.
11 Todo su pueblo gime buscando pan;
han dado sus tesoros a cambio de comida
para restaurar sus vidas[p].
Mira, oh Señor, y observa
que me están despreciando.
12 Vosotros, todos los que pasáis por el camino, ¿no os importa esto?
Observad y ved si hay dolor[q] como mi dolor[r],
con el que fui atormentada,
con el que el Señor me afligió el día de su ardiente ira.
13 Desde lo alto El envió fuego
que penetró[s] en mis huesos.
Ha tendido una red a mis pies,
me ha hecho volver atrás,
me ha dejado desolada,
desfallecida[t] todo el día.
14 Atado ha sido el yugo de mis transgresiones,
por su mano han sido entrelazadas,
han caído sobre mi cuello.
El ha hecho que me falten[u] las fuerzas;
el Señor me ha entregado en manos
contra las cuales no puedo resistir.
15 A todos mis valientes ha rechazado el Señor
de en medio de mí;
ha convocado contra mí un tiempo determinado[v]
para quebrantar a mis jóvenes;
el Señor ha hollado como en un lagar
a la virgen hija de Judá.
16 Por estas cosas lloro yo;
mi ojo, mi ojo derrama agua,
porque lejos de mí está el consolador,
el que reanima mi alma.
Mis hijos están desolados
porque ha prevalecido el enemigo.
17 Sion extiende sus manos,
no hay quien la consuele.
El Señor ha ordenado contra Jacob
que los que lo rodean sean sus adversarios;
Jerusalén se ha vuelto cosa inmunda en medio de ellos.
18 El Señor es justo,
pues me he rebelado contra su mandamiento[w].
Oíd ahora, pueblos todos,
y ved mi dolor[x]:
mis vírgenes y mis jóvenes
han ido al cautiverio.
19 Llamé a mis amantes, mas ellos me han engañado.
Mis sacerdotes y mis ancianos han perecido en la ciudad,
cuando buscaban alimento para sí a fin de restaurar sus fuerzas[y].
20 Mira, oh Señor, que estoy angustiada;
hierven mis entrañas,
mi corazón se revuelve dentro de mí,
porque he sido muy rebelde.
En la calle la espada me deja sin hijos,
en la casa es como la muerte.
21 Han oído que gimo,
y no hay quien me consuele.
Todos mis enemigos han oído de mi mal,
se regocijan de que tú lo hayas hecho.
¡Oh, si tú trajeras el día que has anunciado,
para que sean ellos como yo!
22 Venga toda su maldad delante de ti,
y trátalos como a mí me has tratado
por todas mis transgresiones;
porque son muchos mis gemidos, y desfallece mi corazón.

 

 

 

 

 

Un Encuentro Con la Palabra

REFLEXION

El Perdón En La Biblia ¿Cómo Perdonar?
Publicado por: Devocionales en Articulos Cristianos 1 Comentario

 

 

“PERDONAD…, PARA QUE TAMBIÉN VUESTRO PADRE QUE ESTÁ EN LOS CIELOS OS PERDONE A VOSOTROS VUESTRAS OFENSAS…” (Marcos 11:25b)

¿Cuánto pesa un vaso de agua? Esto depende de cuánto tiempo tienes que sujetarlo. Un minuto, no supone ningún problema, después de una hora, te dolerá el brazo. Pero después de veinticuatro horas, vas a estar bastante harto. En cada momento, el vaso pesa exactamente lo mismo, pero cuanto más tiempo lo sujetes, más pesado parece. Y lo mismo sucede con el rencor: puede llegar a ser tan pesado, que te impida vivir. La gente te va a herir porque ésa es la realidad de compartir el planeta con otras personas. Algunas veces, es intencional, otras, ni se dan cuenta de que te han herido, y mucho menos de haberte roto el corazón. ¿Significa esto que debes seguir adelante pretendiendo que no ha pasado nada? No, el primer paso es encarar tus sentimientos. Y si la herida es muy profunda, es aun más difícil perdonar. Entonces es cuando necesitas orar: “Señor, cambia mi corazón y sáname”. Jesús dijo: “…orad por los que os calumnian” (Lucas 6:28b). Cuando haces esto, ocurre algo inesperado. Tu corazón se ablanda y empiezas a ver a aquellas personas a través de los ojos de Dios en vez de con tus emociones más bruscas. Jesús afirmó: “…perdonad, si tenéis algo contra alguien, para que también vuestro Padre que está en los Cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas…” (Marcos 11:25b). Si no perdonas, tampoco serás perdonado, ni siquiera por el Señor…

Isaac es un estupendo ejemplo sobre el perdonar. Durante una sequía, cavó pozos que sus enemigos le arrebataron, y en vez de tomar represalias, siguió adelante y cavó otros nuevos. Como resultado, Dios llenó sus pozos vacíos y prometió bendecirle, y a sus hijos también (lee Génesis 26:22-23). Él llenará el vacío de tu vida cuando perdones a aquéllos que te han herido.


CUANDO LO MALDECÍAN… ENCOMENDABA LA CAUSA AL QUE JUZGA JUSTAMENTE (1 Pedro 2:23)

Un niño que se había portado mal con su madre, se escabullía escaleras arriba cuando la madre le preguntó: ¿Dónde vas jovencito?. A hablar con Dios en mi habitación, respondió. ¿No hay algo que me quieras decir antes?, dijo ella. “No”, respondió él, “Tú te enfadas pero Dios me perdonará y lo olvidará”. Mucho después de que pienses haber perdonado a alguien, todavía puedes estar albergando malos pensamientos. Aquí tienes algunas pistas para saber si queda trabajo por hacer: te enfadas cuando piensas en lo que pasó; le das la espalda a tu agresor; revives el incidente mentalmente y en ciertas conversaciones; aprovechas cada oportunidad para recordarle al agresor lo que hizo. Negarte a dejar lo pasado olvidado es sólo otro modo de justificar una actitud de falta de perdón. La Biblia dice que hay dos cosas que Dios no va a compartir: (1) su gloria (lee Isaías 42:8) y (2) su derecho a dirimir viejas cuentas. Él dijo: “Mía es la venganza, Yo pagaré” (Romanos 12:19b). No usurpes su autoridad intentando vengarte; quítate de en medio y deja que Él lo resuelva. “Cuando lo maldecían, no respondía con maldición; …encomendaba la causa al que juzga justamente” (1 Pedro 2:23). El rencor te encadena al agresor y te conviertes en su rehén. Dar mucho pensamiento a lo que tus padres te hicieron, a cómo tu socio se apropió el mérito de tu trabajo, a lo que alguien dijo acerca de ti, causa que tú, no ellos, te amargues. Muy agitado, das vueltas y vueltas, y éstos ni saben que estás ofendido. ¿Por qué vas a darle a alguien tal control sobre tu vida? Lo que es importante es lo que pasa en ti, no a ti. Así que, perdona, olvida, y ¡sigue adelante!

“…FUI RECIBIDO A MISERICORDIA…” (1 Timoteo 1:16)

Si te cuesta mucho perdonarte por algo que hiciste en el pasado, tal vez sea que estés recogiendo lo que sembraste. Y es especialmente duro (pero no imposible) dejar de sentirte mal cuando has condenado a alguien por haber hecho aquella misma cosa. Aquí tienes una verdad bíblica que debes entender, aceptar y seguir: mientras vivas, vas a tener que seguir perdonándote a ti mismo así como a los demás.

Cuando la culpabilidad y la condenación te digan que tus pecados son demasiado grandes para el perdón de Dios, recuerda lo que dijo Pablo: “…Jesús vino… para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Pero por esto fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrara en mí… toda su clemencia” (1 Timoteo 1:15b-17). Antes de convertirse, Pablo persiguió a los seguidores de Cristo, matando y torturando a los creyentes; así se ganaba la vida. Y si él pudo aprender a perdonarse a sí mismo, tú también puedes. De hecho, si no lo haces, estás insinuando que tus trasgresiones están fuera del alcance de la gracia de Dios para perdonarte y de la sangre de Cristo para purificarte. Y éste es un pecado aun mayor: el orgullo. Además, cuando alguien tiene problemas con otros siempre, tal vez lo que pasa realmente es que “busca” a alguien para que lo ofenda; de ese modo, puede señalar lo mala que es esa persona y sentirse mejor. El orgullo y una actitud de enjuiciamiento se alimentan el uno del otro, del mismo modo que la humildad nutre al perdón. Dios dijo: “Yo, Yo soy quien borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados” (Isaías 43:25). Cuando adoptes una actitud humilde y te esfuerces en perdonarte como Dios lo hace, será mucho más fácil no tomar en cuenta los errores de los demás. Haz la prueba, ¡te sorprenderás!

 

 

 

 

 

 

Un Encuentro Con la Palabra

REFLEXION

¡Ya no puedo más!

 

 

Creo que en algún momento de nuestra vida dijimos o escuchamos decir a alguien: ¡Ya no puedo más! Estas palabras que manifiestan rendición, cansancio y agotamiento se hacen parte de nosotros cuando sentimos que las dificultades han sobrepasado nuestras fuerzas.

Ya no hay fuerzas para seguir, el silencio y el vacío se han apoderado de nuestros pensamientos y la luz de un futuro dejó de brillar; no concebimos esperanza, entonces nos vemos estancados por los problemas y ya no queremos seguir, creyendo que el dolor que tenemos es lo único a lo cual podemos aferrarnos.

Elías vivió algo similar, después de haber escuchado que Jezabel lo perseguía para matarlo y había jurado frente a sus dioses que lo cumpliría, escapó para salvar su vida hacia el desierto. Un día de camino, sentándose bajo un enebro y deseando morirse dijo “Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy mejor que mis padres.” (1 Reyes 19: 1-4)

¿Un hijo de Dios puede expresar estas palabras? Y aunque tal vez nos cueste aceptarlo es así, pero esta declaración no es de cobardía sino, es un reconocimiento que somos tan frágiles y débiles que necesitamos de alguien para poder vencer. Cuando llegamos a este punto entonces no sólo entendemos sino comprendemos que únicamente Dios puede ayudarnos y darnos la fortaleza para continuar. En Joel 3:10 el Señor se dirige a aquellos que están débiles, que se sienten sin fuerzas y les exhorta a decir “fuerte soy”, en 2 Corintios 12:10 Pablo dice “…por el amor a mi Salvador me gozo en las debilidades, en afrentas, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.

Versículos más delante de 1 Reyes dice que Elías estaba durmiendo cuando vino un ángel a alimentarlo por dos veces y él fortalecido se levantó y continúo su camino.

Hoy quiero animarte a que si te encuentras en una situación donde ya no puedes más y quieres renunciar a todo, recuerdes que la fortaleza y el poder de Dios están contigo, no estás solo; por ningún instante pienses que el Señor te abandonó porque Él que te hizo, cuida de ti y no te dará más allá de lo que puedas soportar.

 

 

 


Claudia Carvajal
CVCLAVOZ