Malaquías 2

 

Abominaciones del pueblo

 

10 ¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios? ¿Por qué nos portamos deslealmente unos contra otros, profanando el pacto de nuestros padres?

11 Deslealmente ha obrado Judá, y una abominación se ha cometido en Israel y en Jerusalén; pues Judá ha profanado el santuario del SEÑOR, que El ama, y se ha casado con la hija de un dios extraño.

12 Que el SEÑOR extermine de las tiendas de Jacob al hombre que hace esto (sea testigo o defensor) aunque presente una ofrenda al SEÑOR de los ejércitos.

13 Y esta otra cosa hacéis: cubrís el altar del SEÑOR de lágrimas, llantos y gemidos, porque El ya no mira la ofrenda ni la acepta con agrado de vuestra mano.

14 Y vosotros decís: "¿Por qué?" Porque el SEÑOR ha sido testigo entre tú y la mujer de tu juventud, contra la cual has obrado deslealmente, aunque ella es tu compañera y la mujer de tu pacto.

15 Pero ninguno que tenga un remanente del Espíritu lo ha hecho así . ¿Y qué hizo éste mientras buscaba una descendencia de parte de Dios? Prestad atención, pues, a vuestro espíritu; no seas desleal con la mujer de tu juventud.

16 Porque yo detesto el divorcio--dice el SEÑOR, Dios de Israel--y al que cubre de iniquidad su vestidura--dice el SEÑOR de los ejércitos--. Prestad atención, pues, a vuestro espíritu y no seáis desleales.

17 Habéis cansado al SEÑOR con vuestras palabras. Y decís: ¿En qué le hemos cansado? Cuando decís: Todo el que hace mal es bueno a los ojos del SEÑOR, y en ellos El se complace; o: ¿Dónde está el Dios de la justicia?

 

 

Un Encuentro Con la Palabra 

 

 

Promesas – Orar por Nuestros Hijos



Lo mejor que un padre puede hacer es orar.
Mientras maneja hacia su trabajo, camina de un lado a otro, hace quehaceres… hable mucho con Dios sobre sus hijos.
Escuche su consejo. ¡El cambio en su hijo y en su relación con él será notable, hasta milagroso.

Señor, ilumina la mente de nuestros hijos
para que conozcan el camino
que tú has querido para ellos,
para que te puedan dar gloria
y alcancen la salvación.

Sosténlos con tu fuerza,
para que alienten en su vida
los ideales de tu Reino.

Ayúdanos a poderlos guiar en tu camino
y enseñarles que tu estás con ellos
sin importar que hagan o digan.
Tú los amas
Amén.

 

 

Un Encuentro Con la Palabra

 

 

REFLEXION



GAVIOTAS


En mi país se realiza el Festival Internacional de la Canción y cientos de artistas y turistas llegan a la región para poder disfrutar de la música y del espectáculo que se realiza; como símbolo del éxito que tengan los cantantes o las bandas invitadas, el público- conocido como “el monstruo”- le regala una estatuilla en forma de gaviota, ave emblemática de la zona.

Existen gaviotas de plata y gaviotas de oro, dependiendo de lo bueno que sea el show y del ánimo del monstruo.

Hace días atrás me di cuenta que las gaviotas parecen ser más que aves típicas de la zona o ícono de un premio popular, también pueden reflejar una gran verdad con respecto a nuestros propios comportamientos. 

Sí, nos parecemos un poco a las gaviotas, y no es que físicamente luzcamos como ellas, sino que también podemos tener ciertas maneras de actuar que pueden asemejarse a los procederes de estas aves. Déjame explicarme mejor.

Observando el mar y unos roqueríos donde rompían las olas vi a un grupo de gaviotas de diferentes colores y tamaños. 

Una de ellas, que en vez de ser blanca era de color gris (bastante poco atractiva a la vista, la verdad) se sumergía dentro del agua pescando su almuerzo, agitaba sus alas, hundía su pico en el mar y salía victoriosa con un pequeño pescado que llevaba hacia una roca. 

En esta roca había otra gaviota, una blanca de patas amarillas que esperaba la comida, quitándosela a la gaviota gris y disfrutándola como si hubiese sido conseguida por ella misma. 

En esta escena había también una tercera gaviota, una de alas negras que comía las sobras o trozos que saltaban del alimento de la de patas amarillas.

Todo un panorama para un observador de aves, pero también toda una metáfora para nosotros.

En nuestra vida espiritual cada uno de nosotros puede asumir el rol de cualquiera de las gaviotas que anteriormente señalé. 

Se puede ser la gaviota gris, que busca directamente el alimento en la fuente (el mar) que simbolizaría a Jesús y que lo lleva al resto de las gaviotas (la gente). 

Podemos ser la gaviota de patas amarillas que espera a que el alimento sea llevado hasta donde está y no lo comparte con nadie, únicamente se dedica a satisfacer su necesidad, sin observar que alrededor puede haber otras gaviotas tan hambrientas como ella. 

Y en tercer lugar, podemos ser la gaviota de alas negras que come lo que queda de la porción inicial, recibe las migajas, las sobras; muchas veces nuestra comodidad nos hace actuar de esta misma forma, pudiendo recibir la porción completa desde la fuente, preferimos comer lo que queda, lo que otro está disfrutando mientras nosotros lo estamos mirando sin participar mayormente del festín.

Estoy segura que Jesús desde la fuente misma recogió el producto para compartirlo con la multitud; siendo Él mismo Dios, nunca dejó que lo sirvieran o que lo alimentaran con comida que no proviniera de su mano. Tampoco comió las migajas de nadie, Él mismo fue a pescar su alimento y lo compartió con quienes tenían una profunda necesidad de recibirlo y sobre todo, de comer lo que provenía de Él. Jesús fue la gaviota gris, no fue la de patas amarillas y tampoco la de las alas negras, Jesús fue esa no tan atractiva gaviota (a vista natural) capaz de mantenerse en contacto directo con quien proveería para Él su alimento eterno.

Y tú ¿cuál de las tres gaviotas estás siendo hoy día? ¿Eres la que se mantiene en constante comunión con Cristo para compartir de Él a otros? ¿Eres la que espera cómodamente que llegue a ti lo que necesites, satisfacer tu necesidad y dejar todo lo que “no te sirve” a un lado? ¿O eres la que come lo que queda pudiendo disfrutar del banquete principal? Si quieres vivir una vida lo más parecida posible a la vida de Jesús, ya sabes lo que tienes que hacer…

Autora: Poly Toro