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Jeremías 51:41 La Biblia de las Américas (LBLA)

Juicios contra Babilonia

 

 

51 Así dice el Señor:

He aquí, levanto contra Babilonia
y contra los habitantes de Leb Camay[a]
el espíritu de un destructor[b].
Y enviaré extranjeros[c] a Babilonia que la aventarán
y vaciarán su tierra;
porque estarán contra ella por todos lados
el día de su tribulación.
Que no entese[d] el entesador[e] su arco[f],
ni[g] se levante con su coraza;
no perdonéis a sus jóvenes;
entregad a la destrucción todo su ejército.
Caerán muertos[h] en la tierra de los caldeos,
y traspasados en sus calles.

Porque no ha sido abandonado Israel ni Judá
por[i] su Dios, el Señor de los ejércitos,
aunque su tierra está llena de culpa
delante del Santo de Israel.
Huid de en medio de Babilonia,
y salve cada uno su vida.
No perezcáis[j] por su culpa[k],
pues este es el tiempo de la venganza del Señor;
El le dará su pago.
Copa de oro ha sido Babilonia en la mano del Señor,
que embriagaba toda la tierra.
De su vino bebieron las naciones;
se enloquecieron, por tanto, las naciones.
De repente cae Babilonia y se hace pedazos.
Gemid por ella,
traed bálsamo para su dolor;
quizá se cure.
Quisimos curar a Babilonia, pero no ha sanado;
dejadla, y vayamos cada cual a su tierra,
porque ha llegado al cielo su juicio,
se ha elevado hasta las nubes.
10 El Señor ha sacado a la luz nuestra justicia;
venid y contemos en Sion
la obra del Señor nuestro Dios.

11 Afilad las flechas, llenad las aljabas;
el Señor ha despertado el espíritu de los reyes de Media,
porque su plan contra Babilonia es destruirla;
porque esta es la venganza del Señor, la venganza de su templo.
12 Levantad bandera contra los muros de Babilonia;
reforzad la guardia,
apostad centinelas,
preparad emboscadas;
porque el Señor ha decidido, y también ejecutará
lo que habló acerca de los habitantes de Babilonia.
13 Oh, tú, que moras junto a muchas aguas,
rica en tesoros,
ha llegado tu fin,
el término[l] de tu codicia.
14 El Señor de los ejércitos ha jurado por sí mismo:
Ciertamente te llenaré de hombres como langostas,
y entonarán contra ti gritos de victoria[m].

15 El es el que hizo la tierra con su poder,
el que estableció el mundo con su sabiduría,
y con su inteligencia extendió los cielos.
16 Cuando emite su voz, hay tumulto de aguas en los cielos,
y hace subir las nubes desde los confines de la tierra.
El produce los relámpagos para la lluvia,
y saca el viento de sus depósitos.
17 Toda la humanidad es necia, falta de conocimiento;
se avergüenza todo orfebre de sus ídolos[n],
porque sus imágenes fundidas son engaño,
y no hay aliento en ellas.
18 Vanidad son, obra ridícula;
en el tiempo de su castigo perecerán.
19 No es como estas cosas la porción de Jacob;
porque El es el Hacedor[o] de todo,
y de la tribu[p] de su heredad;
el Señor de los ejércitos es su nombre.
20 El dice: Eres mi maza, mi arma de guerra;
contigo destrozaré naciones,
contigo destruiré reinos,
21 contigo destrozaré el caballo y a su jinete,
contigo destrozaré al carro y al que lo conduce,
22 contigo destrozaré al hombre y a la mujer,
contigo destrozaré al viejo y al joven,
contigo destrozaré al mancebo y a la virgen,
23 contigo destrozaré al pastor y su rebaño,
contigo destrozaré al labrador y su yunta
y contigo destrozaré a los gobernadores y a los magistrados[q].

24 Y pagaré a Babilonia y a todos los habitantes de Caldea
todo el mal que han hecho en Sion
delante de vuestros ojos —declara el Señor.
25 He aquí, yo estoy contra ti, monte destructor,
que destruyes toda la tierra —declara el Señor.
Extenderé mi mano contra ti,
te haré rodar desde las peñas
y te reduciré a monte quemado.
26 Y no tomarán de ti piedra angular,
ni piedra para cimientos,
pues desolación eterna serás —declara el Señor.

27 Levantad señal[r] en la tierra,
tocad trompeta entre las naciones.
Reunid[s] las naciones contra ella,
convocad contra ella los reinos de Ararat, Mini y Asquenaz;
nombrad contra ella capitán,
haced subir caballos como langostas erizadas.

28 Reunid[t] a las naciones contra ella,
a los reyes de Media,
a sus gobernadores, a todos sus magistrados[u]
y a toda la tierra de su dominio.
29 La tierra tiembla y se retuerce,
porque se cumplen los designios del Señor contra Babilonia
de hacer de la tierra de Babilonia
una desolación[v], sin habitantes.
30 Han dejado de luchar los valientes de Babilonia,
permanecen en las fortalezas;
se han agotado[w] sus fuerzas,
se han vuelto como mujeres;
han sido incendiadas sus moradas,
rotos están sus cerrojos.
31 Un correo[x] corre al encuentro de otro[y]
y un mensajero[z] al encuentro de otro[aa],
para decirle al rey de Babilonia
que su ciudad ha sido tomada de un extremo al otro;
32 también los vados han sido ocupados,
y quemados a fuego los juncos[ab],
y los guerreros están aterrados.

33 Porque así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel:

La hija de Babilonia es como una era
al tiempo de ser hollada;
dentro de poco, le llegará el tiempo de la siega.

34 Me ha devorado y aplastado Nabucodonosor, rey de Babilonia,
me ha dejado como vaso vacío,
me ha tragado como un monstruo,
ha llenado su estómago de mis delicias,
me ha expulsado.
35 Caiga sobre Babilonia la violencia hecha a mí y a mi carne
—dirá la moradora de Sion.
Caiga mi sangre sobre los habitantes de Caldea
—dirá Jerusalén.

36 Por tanto, así dice el Señor:

He aquí, yo defenderé tu causa,
y ejecutaré tu venganza;
secaré su mar[ac]
y haré que se sequen sus manantiales.
37 Y Babilonia se convertirá en escombros, en guarida de chacales,
en objeto de horror y de burla, sin habitantes.
38 A una como leones rugirán,
gruñirán como cachorros de león.
39 Cuando entren en calor, les serviré su banquete
y los embriagaré, para que se diviertan,
duerman un sueño eterno
y no despierten —declara el Señor.
40 Los haré bajar como corderos al matadero,
como carneros y[ad] machos cabríos.

41 ¡Cómo ha sido tomada Sesac[ae],
y arrebatada la gloria de toda la tierra!
¡Cómo se ha convertido Babilonia en objeto de horror entre las naciones!
42 El mar[af] ha subido sobre Babilonia;
con la multitud de sus olas ha sido cubierta.
43 Sus ciudades se han convertido en desolación,
en sequedal y yermo;
una tierra en la cual nadie habita,
y por la cual ningún hijo de hombre pasa.
44 Y castigaré a Bel en Babilonia,
sacaré de su boca lo que se ha tragado,
y no afluirán más a él las naciones.
Aun la muralla de Babilonia caerá.

45 Salid de en medio de ella, pueblo mío,
y salve cada uno su vida
del ardor de la ira del Señor.
46 Y que no desmaye vuestro corazón,
ni temáis al rumor que se oirá en la tierra;
porque el rumor vendrá un[ag] año,
y después otro[ah] rumor en otro[ai] año,
y habrá violencia en la tierra
con gobernante contra gobernante.
47 Por tanto, he aquí, vienen días
en que castigaré a los ídolos de Babilonia;
será avergonzada toda su tierra,
y todos sus muertos caerán en medio de ella.
48 Entonces gritarán de gozo sobre Babilonia
el cielo y la tierra y todo lo que en ellos hay,
porque del norte vendrán a ella destructores
—declara el Señor.

49 Ciertamente caerá Babilonia por los muertos de Israel,
como también por Babilonia han caído los muertos de toda la tierra.
50 Los que escapasteis de la espada,
partid, no os detengáis;
acordaos desde lejos del Señor,
y venga Jerusalén a vuestra memoria[aj].
51 Estamos avergonzados porque hemos oído la afrenta;
la ignominia ha cubierto nuestros rostros,
porque extranjeros han entrado
en los santuarios de la casa del Señor.

52 Por tanto, he aquí, vienen días —declara el Señor
en que castigaré a sus ídolos,
y por toda su tierra gemirán los heridos de muerte.
53 Aunque Babilonia ascienda a los cielos,
y aunque fortifique en lo alto su baluarte[ak],
de mi parte llegarán destructores a ella —declara el Señor.

54 ¡Clamor de gritos desde Babilonia,
y de gran destrucción de la tierra de los caldeos!
55 Porque el Señor destruirá a Babilonia,
y hará desaparecer de ella su gran bullicio[al].
Bramarán sus olas como muchas aguas;
resonará[am] el estruendo de sus voces.
56 Porque viene contra ella, contra Babilonia, el destructor,
sus valientes serán apresados,
quebrados están sus arcos;
porque Dios de retribuciones es el Señor,
ciertamente dará la paga.
57 Yo embriagaré a sus príncipes y a sus sabios,
a sus gobernantes, a sus magistrados[an] y a sus valientes,
y dormirán un sueño eterno y no despertarán
—declara el Rey cuyo nombre es el Señor de los ejércitos.

58 Así dice el Señor de los ejércitos:

La ancha muralla de Babilonia será totalmente arrasada,
y sus altas puertas quemadas;
los pueblos habrán trabajado en vano,
y las naciones sólo para el fuego se habrán fatigado.

59 Mensaje[ao] que el profeta Jeremías mandó a Seraías, hijo de Nerías, hijo de Maasías, cuando fue con Sedequías, rey de Judá, a Babilonia en el año cuarto de su reinado. (Seraías era jefe de abastecimientos.)60 Escribió, pues, Jeremías en un solo rollo[ap] toda la calamidad que había de venir sobre Babilonia, es decir, todas estas palabras que han sido escritas acerca de Babilonia. 61 Y Jeremías dijo a Seraías: Tan pronto llegues a Babilonia, lee[aq] en voz alta todas estas palabras, 62 y di: “Oh Señor, tú has hablado acerca de este lugar, de destruirlo hasta que no quede morador en ella, ya sea hombre o animal[ar], sino que desolación eterna será.” 63 Y[as] tan pronto termines de leer este rollo[at], le atarás una piedra y lo arrojarás en medio del Eufrates, 64 y dirás: “Así se hundirá Babilonia y no se levantará más, por la calamidad que traeré sobre ella; extenuados sucumbirán.” Hasta aquí las palabras de Jeremías.

 

 

UN ENCUENTRO CON LA PALABRA

 

REFLEXION

Dios Es Nuestro Pronto Auxilio En Las Tribulaciones” (Salmo 46:1)
Publicado por: Devocionales en Devocional Diario 0

 

Randy Reid era un albañil de 34 años de edad. Él se encontraba soldando en la parte de arriba de un depósito de agua en las afueras de Chicago. Según narra la escritora Melissa Ramsdell, Reid soltó su arnés de seguridad para alcanzar unas tuberías cuando una cesta metálica se deslizó y golpeó el andamio en el que se encontraba. Se resbaló, perdió el equilibrio y cayó desde más de 35 metros de altura, aterrizando boca abajo en un montón de arena, evitando por muy poco las piedras y los escombros de la construcción.

Un compañero llamó a una ambulancia. Cuando llegaron los paramédicos, encontraron a Reid consciente, moviéndose y quejándose de dolor en la espalda. ¡Por lo visto, la caída no le quitó a Reid su sentido del humor! Cuando los paramédicos le iban a poner en una camilla para meterlo en la ambulancia, Reid les pidió una cosa: ‘No me dején caer’. Los médicos confirmaron más tarde que el único daño sufrido por ese hombre fueron rasguños en una pierna.

A veces nos parecemos a Randy Reid. Dios nos protege de una caída de 35 metros, y sin embargo no estamos dispuestos a confiar que Él nos vaya a proteger en el siguiente metro. Como personas imperfectas que somos, fallamos; como sujetos a enfermedad, padecemos en el cuerpo; como mortales, morimos. Las presiones de la vida nos desgastan, la ansiedad nos da úlceras, la gente nos intimida, la crítica nos ofende, la enfermedad nos asusta, la muerte nos atormenta.

¿Cuál es la respuesta a todas estas cosas?

“Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmo 46:1).

Tengamos en cuenta las palabras “pronto auxilio”. Cuando nos enfrentamos a las tormentas de la vida, tendemos a sentirnos abandonados, y sin embargo ocurre justo lo contrario. Es en esos momentos cuando somos más que nunca el objeto del amor y del cuidado de Dios. Cuando se nubla nuestra visión, hay confusión en nuestros pensamientos, flaquea nuestra fe y miramos hacia al Cielo pero no podemos ver claramente a Dios, Él sigue ahí presente, como “nuestro auxilio”.

 

 

 

UN ENCUENTROI CON LA PALABRA

 

REFLEXION

El tamaño de la espada.

 

Antiguamente en las batallas los primeros hombres que iban al ataque eran los más fuertes y estaban armados con un escudo robusto y una enorme espada que solía tener medidas desproporcionadas. Esta primera línea de soldados debía estar formada por personas bastante fuertes ya que sus armas podían llegar a pesar varios kilos. Su función era la de romper la línea enemiga asentando golpes para herir a sus adversarios e intimidar a todos los que se le atravesaran.

Entre los diferentes modelos de espadas grandes que existieron quizá la más conocida era la Claymore: Era un arma que sólo se podía dominar usando las dos manos por su gran tamaño y peso, tenía doble filo y sólo podían empuñarla hombres con una gran destreza y fuerza muscular.

Los herreros de la época no sólo se ocuparon de hacer un arma letal, sino que también querían hacer una verdadera obra de arte. Aunque el trabajo les podía llevar bastante tiempo por tener que usar metales purificados, encender y mantener el carbón a altas temperaturas para poder forjar la espada, darle un balance perfecto entre empuñadura y punta, y agregarle toques artesanales, al final todo el esfuerzo valía la pena al ver el resultado.

La Claymore es sólo un ejemplo de los varios tipos de espadas que se usaban en las batallas de la época medieval y la época del renacimiento. Aunque sabemos que posteriormente y con la invención de las armas de fuego poco a poco dejaron de usarse, nunca dejará de ser un símbolo de poder.

El apóstol Pablo hace una ilustración sobre la armadura del Dios en Efesios 6:10-18, sobre todo el verso 17 dice: “Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.” Versión Reina-Valera 1960

La comparación hecha entre una espada y la Palabra de Dios mejora la comprensión del poder que nos es dado. Así como la Claymore era un arma poderosa para batallas cuerpo a cuerpo y dependiendo de quien la empuñara podía ser tremendamente letal, de la misma manera el conocimiento que uno pueda tener de la Biblia podrá ser efectivo en manos de quien lo use.

La pregunta en torno a esto es: ¿Qué tan grande es el conocimiento que se tiene de Dios a través de su palabra?, de la respuesta depende que uno pueda librar batallas espirituales: mucho conocimiento será igual a una gran y poderosa espada, poco conocimiento será igual a una espada mucho más pequeña y quizás hasta inofensiva.

Somos herreros y también soldados, nosotros mismos forjamos el arma con la que defenderemos nuestra salvación y a la vez con la que avanzaremos para llegar a la meta del supremo llamamiento.
“Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas.” 2 Corintios 10:4 Versión Reina-Valera 1960


Héctor Colque
CVCLAVOZ