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Salmos 18:16-17 La Biblia de las Américas (LBLA)

Himno de victoria

 

Para el director del coro. Salmo de[a] David, siervo del Señor, el cual dirigió al Señor las palabras de este cántico el día que el Señor lo libró de la mano[b] de todos sus enemigos, y de la mano de Saúl. Y dijo:

18 Yo te amo, Señor, fortaleza mía.
El Señor es mi roca[c], mi baluarte y mi libertador;
mi Dios, mi roca en quien me refugio;
mi escudo y el cuerno[d] de mi salvación, mi altura inexpugnable.
Invoco al Señor, que es digno de ser alabado,
y soy salvo de mis enemigos.

Los lazos de la muerte me cercaron,
y los torrentes de iniquidad[e] me atemorizaron;
los lazos del Seol[f] me rodearon;
las redes de la muerte surgieron ante mí.
En mi angustia invoqué al Señor,
y clamé[g] a mi Dios;
desde su templo oyó mi voz,
y mi clamor delante de El llegó a sus oídos.

Entonces la tierra se estremeció y tembló;
los cimientos de los montes temblaron
y fueron sacudidos, porque El se indignó.
Humo subió de su nariz[h],
y el fuego de su boca consumía;
carbones fueron por él encendidos.
También inclinó los cielos, y descendió
con densas tinieblas debajo de sus pies.
10 Cabalgó sobre un querubín, y voló;
y raudo voló sobre las alas del viento.
11 De las tinieblas hizo su escondedero, su pabellón a su alrededor;
tinieblas de las aguas, densos nubarrones.
12 Por el fulgor de su presencia se desvanecieron[i] sus densas nubes
en granizo y carbones encendidos.
13 El Señor también tronó en los cielos,
y el Altísimo dio su voz:
granizo y carbones encendidos.
14 Y envió sus saetas, y los dispersó,
y muchos relámpagos, y los confundió.
15 Entonces apareció el lecho[j] de las aguas,
y los cimientos del mundo quedaron al descubierto
a tu reprensión, oh Señor,
al soplo del aliento de tu nariz.

16 Extendió la mano desde lo alto y me tomó;
me sacó de las muchas aguas.
17 Me libró de mi poderoso enemigo,
y de los que me aborrecían, pues eran más fuertes que yo.
18 Se enfrentaron a mí el día de mi infortunio,
mas el Señor fue mi sostén.
19 También me sacó a un lugar espacioso;
me rescató, porque se complació en mí.

20 El Señor me ha premiado conforme a mi justicia;
conforme a la pureza de mis manos me ha recompensado.
21 Porque he guardado los caminos del Señor,
y no me he apartado impíamente de mi Dios.
22 Pues todas sus ordenanzas[k] estaban delante de mí,
y no alejé de mí sus estatutos.
23 También fui íntegro[l] para con El,
y me guardé de mi iniquidad.
24 Por tanto el Señor me ha recompensado conforme a mi justicia,
conforme a la pureza de mis manos delante de sus ojos.

25 Con el benigno[m] te muestras benigno[n],
con el íntegro[o] te muestras íntegro[p].
26 Con el puro eres puro,
y con el perverso eres sagaz[q].
27 Porque tú salvas al pueblo afligido,
pero humillas los ojos altivos.
28 Tú enciendes mi lámpara, oh Señor;
mi Dios que alumbra mis tinieblas.
29 Pues contigo aplastaré ejércitos,
y con mi Dios escalaré murallas.

30 En cuanto a Dios, su camino es perfecto[r];
acrisolada es la palabra del Señor;
El es escudo a todos los que a El se acogen.
31 Pues, ¿quién es Dios, fuera del Señor?
¿Y quién es roca, sino sólo nuestro Dios,
32 el Dios que me ciñe de poder,
y ha hecho[s] perfecto[t] mi camino?
33 El hace mis pies como de ciervas,
y me afirma en mis alturas.
34 El adiestra mis manos para la batalla,
y mis brazos para tensar el arco de bronce.
35 Tú me has dado también el escudo de tu salvación;
tu diestra me sostiene,
y tu benevolencia me engrandece.
36 Ensanchas mis pasos debajo de mí,
y mis pies[u] no han resbalado.

37 Perseguí a mis enemigos y los alcancé;
y no me volví hasta acabarlos.
38 Los destrocé y no pudieron levantarse;
cayeron debajo de mis pies.
39 Pues tú me has ceñido con fuerza para la batalla;
has subyugado[v] debajo de mí a los que contra mí se levantaron.
40 También has hecho que mis enemigos me vuelvan las espaldas,
y destruí[w] a los que me odiaban.
41 Clamaron, mas no hubo quién los salvara;
aun al Señor clamaron, mas no les respondió.
42 Entonces los desmenucé como polvo delante del viento;
los arrojé[x] como lodo de las calles.

43 Tú me has librado de las contiendas del pueblo;
me has puesto por cabeza de las naciones;
pueblo que yo no conocía me sirve.
44 Al oírme, me obedecen;
los extranjeros me fingen obediencia[y].
45 Los extranjeros desfallecen,
y salen temblando de sus fortalezas[z].

46 El Señor vive, bendita sea mi roca,
y ensalzado sea el Dios de mi salvación,
47 el Dios que por mí ejecuta venganza,
y subyuga pueblos debajo de mí;
48 el que me libra de mis enemigos.
Ciertamente tú me exaltas sobre los que se levantan contra mí;
me rescatas del hombre violento.
49 Por tanto, te alabaré, oh Señor, entre las naciones,
y cantaré alabanzas a tu nombre.
50 Grandes victorias[aa] da El a su rey,
y muestra misericordia a su ungido,
a David y a su descendencia[ab] para siempre.

 

 

 

UN ENCUENTRO CON LA PALABRA

REFLEXION

El Mayor Trofeo De Todos Los Tiempos
Publicado por: Devocionales en Preguntas y Respuestas Cristianas, Respuestas Cristianas 0

 


Trofeo: ENOC TUVO TESTIMONIO DE HABER AGRADADO A DIOS (Hebreos 11:5)

En la película Jamaica Bajo Cero los cuatro componentes del equipo jamaicano de Bobsleigh están tan obsesionados con ganar una medalla olímpica, que se han convencido a sí mismos de que ninguno de sus esfuerzos merecería la pena si no la consiguieran.
Todo lo que han aprendido, las alegrías, el progreso y la dedicación que han demostrado no son tenidas en cuenta cuando se comparan con ese trozo de metal en una cinta. Su entrenador es un hombre de 180 kilos que ganó una medalla olímpica en Bobsleigh hace veinte años y desde entonces nada le ha ido bien. Les dice a los componentes del equipo: “Si no sois bastante buenos antes de la medalla, tampoco lo seréis aunque la ganéis”.

Jesús habló mucho de las recompensas. Pero ir tras ellas puede decepcionarnos si las procuramos por motivos equivocados.
Un trofeo no es un logro en sí mismo, no representa lo que hemos aprendido, los músculos que hemos desarrollado ni la valentía que hemos adquirido. No es más que un símbolo de haber conseguido algo. Es una señal externa que ratifica nuestro valor.

En el mejor de los casos, los trofeos en las vitrinas son pequeños recordatorios, algo de qué estar agradecidos por el pasado y mantenernos motivados para el futuro. En el peor de los casos, la vitrina de trofeos se convierte en un lugar de adoración, algo que potencia una falsa imagen de nosotros.

Los trofeos nos aportan una alegría pasajera que puede crear adicción, pero ese placer luego se desvanece. En el libro de Apocalipsis, vemos cómo los veinticuatro ancianos “echan sus coronas delante del trono, diciendo: Señor, digno eres” (Apocalipsis 4:10-11). Cuando le das toda la gloria a Dios, tus éxitos te aportarán gozo auténtico; sin embargo, si te atribuyes el mérito a ti mismo, los trofeos perderán su lustro y su color y llegarán a ser una carga. Considera a Enoc: su mayor trofeo fue que agradó a Dios.
Trofeo el mejor y mayor de todos

¿CUÁL ES NUESTRA… CORONA DE QUE ME GLORÍE? (1 Tesalonicenses 2:19)

Escribe Salomón: “Las riquezas no duran para siempre, ni una corona es para generaciones perpetuas” (Proverbios 27:24). Si intentamos impresionar a los demás, es porque pensamos que somos importantes; estamos recogiendo trofeos.

Un trofeo es algo que se enseña a los demás para que digan: ¡Qué impresionante! Todas las vocaciones tienen sus trofeos. Algunos pastores tienen iglesias trofeo, símbolos externos de su capacidad, abrevaderos en donde bebe su ego. Pero el problema de los abrevaderos es que el agua se derrama afuera.

En el libro Imágenes Resplandecientes de Susan Howatch, la autora nos habla de un clérigo que dedicó su vida a aparentar ser piadoso, sabio, cariñoso y carismático, mientras que su espíritu estaba seco porque nadie lo conocía de verdad.

Nunca ven al hombre que está oculto, solo a la persona del exterior. Le llamo “imagen resplandeciente” porque delante del espejo su apariencia es impecable. Pero detrás de esa imagen subyace la persona airada que aparece en el espejo cuando la imagen resplandeciente se disipa. El ministerio era su trofeo, pero también su cárcel.

No obstante, hay otra clase de trofeos a los que sí debes aspirar. Para obtenerlos no hace falta que superes a todos. Pablo escribió a la iglesia de Filipos diciendo que sus coronas anteriores “su pedigrí religioso- las consideraba como estiércol”.

Ahora sólo quería ganarse otro tipo de corona: ¿Cuál es nuestra corona de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo…? (1 Tesalonicenses 2:19).

Para Pablo, el máximo trofeo no eran sus éxitos personales. La implantación o el fortalecimiento de muchas iglesias no era su éxito. Su verdadero éxito era el gozo de ganar almas, discipularlas e invertir en sus vidas. ¡Medítalo bien!

 

 

UN ENCUENTRO CONLA PALABRA

REFLEXION

Tú vales mucho más.

 

 

Cuando algo nos cuesta mucho, ya sea en esfuerzo o dinero, lo valoramos y no dejamos que así como así se nos escape de las manos después de habernos esforzado tanto en obtenerlo, ya sea algún objeto, condición o persona.

Un claro y gracioso ejemplo es cuando alguien deja caer su celular al sanitario, algo que a varios les ha sucedido, pero en esto podemos ver que la reacción que ha tenido la mayoría, sin dudarlo, ha sido rescatarlo no importando en qué condiciones esté y eso ocurre porque ese objeto es algo que la gente valora y que no desea perder porque le costó mucho.

Algo así Dios hizo por nosotros, nos sacó de lo malo, de lo inmundo y no le importó que estuviéramos afectados o manchados, fue más importante sacarnos de ahí porque nos ama y valora.
Obviamente lo que hizo Dios por ti fue algo invaluable, dio a su único hijo para que muriera por ti, así que no pienses que no vales para Él, pues cuando Cristo te ve en una situación terrible, no duda en ayudarte, no piensa dos veces para agarrarte en sus brazos y mostrarte su amor.

“Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.” Lucas 19:10 (RVR-1960)

Hoy te invito a verte y valorarte como Dios lo hace, tu vida le costó la vida de su hijo, es hora de vivir dándole el merecido valor a nuestra vida, a la forma en que Dios nos creó y, sobre todo, agradecer por el amor tan grande e invaluable de nuestro Padre.

 

 

 


Telma Céspedes
CVCLAVOZ