Ester 8 :15-16

La Biblia de las Américas (LBLA)

 

 

Decreto a favor de los judíos

 

 

 

8 Aquel mismo día el rey Asuero dio a la reina Ester la casa de Amán, enemigo de los judíos; y Mardoqueo vino delante del rey, porque Ester le había revelado lo que era él para ella. Entonces el rey se quitó el anillo que había recobrado de Amán, y se lo dio a Mardoqueo. Y Ester puso a Mardoqueo sobre la casa de Amán.

Ester habló de nuevo delante del rey, cayó a sus pies, y llorando, le imploró que impidiera los propósitos perversos de Amán agagueo y el plan que había tramado contra los judíos. Extendió el rey hacia Ester el cetro de oro, y Ester se levantó y se puso delante del rey, y dijo: Si le place al rey, y si he hallado gracia delante de él, si el asunto le parece bien al rey y yo soy grata ante sus ojos, que se escriba para revocar las cartas concebidas por Amán, hijo de Hamedata, agagueo, las cuales escribió para destruir a los judíos que están en todas las provincias del rey. Porque ¿cómo podría yo ver la calamidad que caería sobre mi pueblo? ¿Cómo podría yo ver la destrucción de mi gente? Entonces el rey Asuero dijo a la reina Ester y al judío Mardoqueo: He aquí, he dado a Ester la casa de Amán, y a él le han colgado en la horca porque extendió su mano contra los judíos. Vosotros, pues, escribid acerca de los judíos como os parezca bien[a], en nombre del rey, y selladlo con el anillo del rey; porque un decreto que está escrito en nombre del rey y sellado con el anillo del rey no puede ser revocado.

Y fueron llamados los escribas del rey en aquel momento en el mes tercero (es decir, el mes de Siván), en el día veintitrés[b]; y conforme a todo lo que ordenó Mardoqueo se escribió a los judíos, a los sátrapas, a los gobernadores y a los príncipes de las provincias que se extendían desde la India hasta Etiopía[c], ciento veintisiete provincias, a cada provincia conforme a su escritura, y a cada pueblo conforme a su lengua, y a los judíos conforme a su escritura y a su lengua. 10 Y se escribió en el nombre del rey Asuero y se selló con el anillo del rey, y se enviaron las cartas por medio[d] de correos a caballo, que montaban en corceles engendrados por caballos reales. 11 En ellas[e] el rey concedía a los judíos que estaban en cada ciudad el derecho de reunirse y defender su vida, de destruir, de matar y de exterminar al ejército de cualquier pueblo o provincia que los atacara, incluso a niños y mujeres, y de saquear sus bienes, 12 en un mismo día en todas las provincias del rey Asuero, el día trece del mes doce (es decir, el mes de Adar). 13 Una copia del edicto que había de promulgarse[f] como ley en cada provincia fue publicado a todos los pueblos, para que los judíos estuvieran listos para ese día a fin de vengarse de sus enemigos. 14 Los correos, apresurados y apremiados por la orden del rey, salieron montados en los corceles reales; y el decreto fue promulgado[g] en la fortaleza de Susa.

15 Entonces Mardoqueo salió de la presencia del rey en vestiduras reales de azul[h] y blanco, con una gran corona de oro y un manto de lino fino y púrpura; y la ciudad de Susa dio vivas y se regocijó. 16 Para los judíos fue día de luz y alegría, de gozo y gloria. 17 En cada provincia, en cada ciudad y en todo lugar adonde llegaba el mandato del rey y su decreto había alegría y gozo para los judíos, banquete y día festivo[i]. Y muchos de entre los pueblos de la tierra se hicieron judíos, porque había caído sobre ellos el temor de los judíos.

 

 

 

Un Encuentro Con la Palabra

 

 

 

Promesas de Dios – Piense en su Trabajo de Manera Creativa



Promesas de Dios -> Incluso el pájaro carpintero debe su éxito a que usa la cabeza.

Puede ser que trabaje con la última tecnología, pero incluso así existe siempre una mejor manera de realizar las tareas básicas de su trabajo.

Piense en su trabajo de manera creativa. Cuestione los métodos y el equipamiento que emplea. El siguiente gran invento puede estar solo a una idea de distancia.

 

 

 

 

 



Eclesiastés 2:14
El sabio tiene los ojos bien puestos,
pero el necio anda a oscuras.

Proverbios 17:24
En presencia del que tiene entendimiento está la sabiduría, pero los ojos del necio están en los extremos de la tierra.

Eclesiastés 3:19
Porque la suerte de los hijos de los hombres y la suerte de los animales es la misma: como muere el uno así muere el otro. Todos tienen un mismo aliento de vida; el hombre no tiene ventaja sobre los animales, porque todo es vanidad.

Eclesiastés 6:6
Aunque el hombre viva dos veces mil años, pero no disfruta de cosas buenas, ¿no van todos al mismo lugar?

Eclesiastés 9:2
A todos les sucede lo mismo: Hay una misma suerte para el justo y para el impío; para el bueno, para el limpio y para el inmundo; para el que ofrece sacrificio y para el que no sacrifica. Como el bueno, así es el pecador; como el que jura, así es el que teme jurar.

Eclesiastés 9:3
Este mal hay en todo lo que se hace bajo el sol: que hay una misma suerte para todos. Además, el corazón de los hijos de los hombres está lleno de maldad y hay locura en su corazón toda su vida. Después se van a los muertos.

 

 

 

 

Un Encuentro Con la Palabra

 

 

 

REFLEXION

Confiar en Dios

Devocionales, Enrique Monterroza, Meditaciones, Reflexiones Cortas, Reflexiones y Devocionales

 

 



A veces pareciera que no hemos creído en el DIOS TODOPODEROSO del cual la Biblia habla.

Y digo esto porque nuestras actitudes, nuestras reacciones frente a los problemas de la vida o las crisis que enfrentamos reflejan la poca fe que en ocasiones le tenemos a Dios.

Tenemos fe en tantas cosas y nos cuesta tanto tener fe en Dios.

Por ejemplo, cuando abres el grifo para lavarte las manos, lo abres confiando que saldrá agua y por su puesto que sale agua.

Si vas a tu refrigerador en busca de comida, lo abres esperando encontrarla, si sales a tu empleo y tienes que tomar un autobús, sales esperando que ese autobús pase a la misma hora de todos los días, si entras a tu habitación y esta oscura, presionas un botón para encender la luz y es obvio que esperas que la luz aparezca. Hay cosas tan sencillas en las que demostramos fe, esa fe que no nos hace dudar, porque nadie duda que cuando se abre el grifo de agua salga otra cosa, o cuando enciendes la luz de tu habitación está no se encienda, y es que casi nunca dudamos de cosas que hacemos diariamente porque tenemos la fe que funcionaran o nos darán los resultados que esperamos, pero en lo espiritual se no hace difícil confiar en que Dios nos ayudara o nos dará las respuestas que necesitamos.

A veces pareciera que hay cosas más “poderosas” que Dios, porque confiamos más en esas cosas que en DIOS.

Tienes un problema económico, pones tu confianza en un Banco, en un amigo o en un familiar, tienes problemas de salud, pones tu confianza en un medico o en un hospital de primera línea, pero nos cuesta confiar en lo que no vemos o en lo que no tocamos, nos cuesta confiar en que Dios nos ayudara.

Hoy quiero hacer una pregunta y sé sincero al contestarla:
¿Realmente confías en Dios?

Esta bien, si confías en Dios entonces deja de preocuparte al extremo por cosas que a veces ya no tienes el control de solucionar, porque ¿Qué ganas con preocuparte al extremo?, solo empeoras tu salud y tu ánimo.

Si realmente confías en Dios, debes de mantenerte firme, no te alejes de Él, debes buscarlo e insistir en oración, pues tu misma confianza en Dios te hará querer estar cerca de Él.

Hoy quiero recordarte que TÚ DIOS Y MI DIOS es PODEROSO que nunca ha perdido una batalla, que siempre ha tenido cuidado de los suyos, que nunca te dejara porque así Él lo ha prometido, que te ama a pesar de todo porque su amor para tu vida es ETERNO.

Hoy quiero invitarte a confiar en ese Dios que te ama, en ese Dios que se preocupa por ti y aunque muchas veces creas que se ha olvidado de ti, la verdad es que en ningún momento lo ha hecho, al contrario, a pesar que no lo has notado Él ha estado allí cuidándote, protegiéndote, alimentándote, y aunque tu poca fe no ha sido capaz de percibirlo tienes que estar seguro que Él ha estado allí a tu lado.

Confiar realmente en Dios es descansar en Él, es dejarse de preocupar al extremo, es dejar de pensar como solucionar esto o aquello y dejarlo en las manos de Dios, es sonreír a pesar de todo, es buscarlo a pesar que me este yendo mal, es no dejar de creer en lo que Él es capaz de hacer, es ver el futuro con esperanza, sabiendo que al estar en sus manos estoy seguro.

Confiar en Dios es creer en lo que no veo, es esperar a que las cosas se den y terminen bien a pesar que van muy mal, es saber que las cosas no están acabadas y que todavía hay una oportunidad.

Confiar en Dios es decirle a mi mente que no creo en lo que me predica, sino en lo que Dios ha dicho en su Palabra, es ver con mis ojos espirituales más allá de lo que mis ojos carnales ven, es ver las cosas que no son, como que si fueran, es ir en contra de la corriente, es seguir creyendo en lo que Dios va a hacer a pesar que todos me dicen lo contrario.

Confiar en Dios es tener la plena seguridad de que pase lo que pase estaré seguro, porque Él es quien me cuida y me protege, por lo tanto independientemente de la respuesta que reciba, mi vida estará segura en Él.

El Apóstol Pablo escribió lo siguiente: “Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día” 2 Timoteo 1:12 (Reina-Valera 1960).

Saber en quien hemos creído no debe dar seguridad y confianza de que TODO estará bien, es ver más allá de lo que nuestros ojos humanos ven, es confiar más allá de lo que nuestra mente quiere hacernos pensar, es escuchar la voz divina que nos susurra al oído que todo estará bien y que no hay nada de que preocuparse.

¿Sabes que necesitamos todos nosotros?, confiar en Dios y declarar como el Apóstol Pablo: YO SÉ EN QUIÉN HE CREÍDO.

¡Tranquilo!, ¡Calma!, ¡Ten Confianza!, ¡No te desesperes!, Confía en Él, porque Él es Poderoso para cambiar cualquier panorama contrario.

¡Confía en Dios!

“Declaro lo siguiente acerca del Señor:
Sólo él es mi refugio, mi lugar seguro;
él es mi Dios y en él confío”.

Salmos 91:2 (Nueva Traducción Viviente)

Autor: Enrique Monterroza