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UN ENCUENTRO CON LA PALABRA

 

Hechos 22:18 La Biblia de las Américas

 

Pablo da testimonio de su conversión

 

 

 

Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta ciudad, educado bajo[b] Gamaliel en estricta conformidad a la ley de nuestros padres[c], siendo tan celoso de Dios como todos vosotros lo sois hoy. Y perseguí este Camino hasta la muerte, encadenando y echando en cárceles tanto a hombres como a mujeres, de lo cual pueden testificar[d] el sumo sacerdote y todo el concilio de los ancianos[e]. También de ellos recibí cartas para los hermanos, y me puse en marcha para Damasco con el fin de traer presos[f] a Jerusalén también a los que estaban allá, para que fueran castigados. Y aconteció que cuando iba de camino, estando ya cerca de Damasco, como al mediodía, de repente una luz muy brillante fulguró desde el cielo a mi derredor, y caí al suelo, y oí una voz que me decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?». Y respondí: «¿Quién eres, Señor?». Y Él me dijo: «Yo soy Jesús el Nazareno, a quien tú persigues». Y los que estaban conmigo vieron la luz, ciertamente, pero no comprendieron[g] la voz del que me hablaba. 10 Y yo dije: «¿Qué debo hacer, Señor?». Y el Señor me dijo: «Levántate y entra a Damasco; y allí se te dirá todo lo que se ha ordenado que hagas». 11 Pero como yo no veía por causa del resplandor[h] de aquella luz, los que estaban conmigo me llevaron de la mano y entré a Damasco. 12 Y uno llamado Ananías, hombre piadoso según las normas de la ley, y de quien daban buen testimonio todos los judíos que vivían allí, 13 vino a mí, y poniéndose a mi lado, me dijo: «Hermano Saulo, recibe la vista». En ese mismo instante[i] alcé los ojos y lo miré. 14 Y él dijo: «El Dios de nuestros padres te ha designado[j] para que conozcas su voluntad, y para que veas al Justo y oigas palabra[k] de su boca. 15 Porque testigo suyo serás a todos los hombres de lo que has visto y oído. 16 Y ahora, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados invocando su nombre». 17 Y aconteció que cuando regresé a Jerusalén y me hallaba orando en el templo, caí en un éxtasis, 18 y vi al Señor que me decía: «Apresúrate y sal pronto de Jerusalén porque no aceptarán tu testimonio acerca de mí». 19 Y yo dije: «Señor, ellos saben bien que en una sinagoga tras otra, yo encarcelaba y azotaba a los que creían en ti. 20 Y cuando se derramaba la sangre de tu testigo Esteban, allí estaba también yo dando mi aprobación, y cuidando los mantos de los que lo estaban matando». 21 Pero Él me dijo: «Ve, porque te voy a enviar lejos, a los gentiles».

 

 

 

UN ENCUENTRO CON LA PALABRA

 

 

REFLEXION

 

 

Dios nos reconforta y nos anima

Reflexiones cristianas diarias por CVCLAVOZ

 

Tenemos promesas de Dios a las que nos podemos aferrar. Si tan solo leyéramos con frecuencia la Biblia, no tendríamos temores. No nos desanimaríamos por nada, porque tendríamos la certeza de que Dios está en control y siempre quiere nuestro bien.

 

No temas ni te desalientes, porque el propio Señor irá delante de ti. Él estará contigo; no te fallará ni te abandonará.

 

Deuteronomio 31:8 (NTV).

Ser llamados hijos de Dios es un gran privilegio

Nos tiene que dar una seguridad sin igual el saber sin duda alguna cuánto nos ama nuestro Dios. Estar convencidos de que nuestro Creador solo desea el bien para nosotros nos tiene que animar, dar paz, confianza. Es un privilegio poder ser llamados hijos de Dios y debemos tener en cuenta lo que significa.

 

Vino al mismo mundo que él había creado, pero el mundo no lo reconoció. Vino a los de su propio pueblo, y hasta ellos lo rechazaron; pero a todos los que creyeron en él y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios.

 

Juan 1:10 (NTV).

Jesús nos dio esa posibilidad y sin embargo aún quedan tantos que desconocen la verdad. Cuando te sientas desalentado por todo lo que pasa en el mundo, que nos parece injusto y no entiendes por qué pasa, busca de Dios. Es terrible, pero no son Sus obras, son las consecuencias de las decisiones humanas.

 

Dios está siempre que lo buscamos

Pero si buscamos de Él, si reconocemos que es nuestro Dios y le pedimos que nos guíe y viva en nosotros, que nos proteja y provea siempre, tendremos paz. Lograremos esa seguridad con la que vives cuando te sabes respaldado por el más poderoso del universo.

 

No tengas miedo, porque yo estoy contigo; no te desalientes, porque yo soy tu Dios. Te daré fuerzas y te ayudaré; te sostendré con mi mano derecha victoriosa.

 

Isaías 41:10 (NTV).

 

Elluz Peraza

 

CVCLAVOZ