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13 Sométase toda persona[a] a las autoridades que gobiernan; porque no hay autoridad sino de[b] Dios, y las que existen, por Dios son constituidas. 2 Por consiguiente, el que resiste a la autoridad, a lo ordenado por Dios se ha opuesto; y los que se han opuesto, sobre sí recibirán condenación. 3 Porque los gobernantes no son motivo de temor para los de buena conducta[c], sino para el que hace el mal[d]. ¿Deseas, pues, no temer a la autoridad? Haz lo bueno y tendrás elogios de ella,4 pues es para ti un ministro[e] de Dios para bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues ministro es de Dios, un vengador que castiga[f] al que practica lo malo. 5 Por tanto, es necesario someterse, no sólo por razón del castigo[g], sino también por causa de la conciencia. 6 Pues por esto también pagáis impuestos, porque los gobernantes son servidores de Dios, dedicados precisamente a esto.7 Pagad a todos lo que debáis: al que impuesto, impuesto; al que tributo, tributo; al que temor, temor; al que honor, honor.
REFLEXION
Necesito ser estimado, lo
que no debes hacer, buenos hábitos
Publicado por: Pastor Carlos Vargas Valdez en Dios 0
“Yo siempre recuerdo tu amor y por eso te soy fiel.” (Salmos 26.3, TLA)
Un anhelo profundo de mi naturaleza es el deseo de ser notado, estimado, amado.
Los niños que somos continuamente criticados no podemos sentirnos importantes delante de nuestros padres y crecemos con profundos sentimientos de inferioridad.
Me gusta la gente que me aprecia y motiva.
El cumplido o elogio que me
dices en la mañana puede hacer que me sienta bien durante el resto del día, o durante toda la semana.
No pronuncies mi nombre de manera equivocada y trata de evitar que otras personas lo hagan.
Tampoco hagas chistes con mi nombre, aunque el nombre o la manera de pronunciarlo parezcan graciosos.
Nunca me llames por el apellido y evita el uso de diminutivos, como Joseíto, Pablito o hermanito? Tampoco utilices palabras como chiquito, pequeñín, flaquito o gordito.
Todo ser humano tiene una necesidad fundamental de ser amado y admirado, de ser especial.
Diez cosas que NO debes hacer.
“Las normas de Dios son
rectas y alegran el corazón. Sus mandamientos son puros y nos dan sabiduría.” (Salmos 19.8, TLA)
No permitas que yo adquiera malos hábitos. Dependo de ustedes para distinguir entre los buenos y los malos hábitos.
No vaciles en ser firme conmigo. Lo prefiero así, pues eso hace que me sienta más seguro.
No me corrijas en la presencia de extraños. Aprenderé mucho más si me hablas sosegadamente, estando solos tú y yo.
No me hagas sentir que todos mis errores son pecado. Eso confundirá mi sentido de valores.
No me protejas de las consecuencias. Hay veces que necesito aprender por el camino más difícil.
No tomes muy en serio mis pequeños dolores. Necesito de ellos para obtener la atención que deseo.
No me hagas promesas que no puedas cumplir. Recuerda que esto me irá decepcionando.
No seas inconstante. Eso me confunde y me hace perder la fe en ti.
No me digas que mis temores son tontos. Para mí son profundamente reales, y tú podrás ayudarme si intentas comprenderlos.
No insinúes que eres perfecto o infalible. Quedaré profundamente herido cuando descubra que no lo eres.
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“Que cuando todos oigan tu modo de hablar, y vean cómo vives, traten de ser puros como tú. Que todos imiten tu carácter amoroso y tu confianza en Dios.” (1 Timoteo 4.12b, TLA)
Tienes la responsabilidad delante de Dios y de los hombres de que mi educación incluya la formación de buenos hábitos.
Los hábitos son maneras de proceder que influyen en la formación de mi personalidad.
Una gran parte de los hábitos que me acompañarán a lo largo de mi vida, los aprendo antes de los siete años, principalmente a través de mis familiares.
Existen buenos y malos hábitos, que después de formados son muy difíciles de cambiar.
Es importante que me ayudes
a crear buenos hábitos.
Cuando te parezca que necesito dejar un mal hábito, ayúdame a poner uno bueno en su lugar. El vacío hace que regrese al mal hábito.
El método usado en la
formación de las buenas costumbres es la repetición. Si quieres que cree el hábito de llevar la Biblia a la iglesia, debes exigírmelo y recordármelo todos los domingos.
Si deseas que memorice ciertos versículos bíblicos, repítemelos, o has que los repita sistemáticamente.
Si pretendes enseñarme a saludar a los compañeros, pedir disculpas o dar las gracias, debes llevarme a realizar estas cosas repetidamente.
No pienses, sin embargo, que los hábitos se forman sólo con palabras. Ante todo, enséñame con tu propio ejemplo.