Jeremías 35:6-14

 

 

 

Ejemplo de los recabitas

 

 

 

35 Palabra que vino a Jeremías de parte del Señor en los días de Joacim, hijo de Josías, rey de Judá, diciendo: Ve a la casa de los recabitas, habla con ellos, llévalos a la casa delSeñor, a una de las cámaras, y dales a beber vino. Entonces tomé a Jaazanías, hijo de Jeremías, hijo de Habasinías, y a sus hermanos, a todos sus hijos y a toda la casa de los recabitas, y los llevé a la casa del Señor, a la cámara de los hijos de Hanán, hijo de Igdalías, hombre de Dios, la cual estaba cerca de la cámara de los oficiales, que estabaencima de la cámara de Maasías, hijo de Salum, guarda del umbral. Entonces puse delante de los hombres[a] de la casa de los recabitas jarras llenas de vino y tazas, y les dije: Bebed vino. Mas ellos dijeron: No beberemos vino, porque Jonadab, hijo de Recab, nuestro padre, nos ordenó, diciendo: “No beberéis vino jamás, ni vosotros ni vuestros hijos. “No edificaréis casa, ni sembraréis simiente, ni plantaréis viña, ni poseeréis ninguna, sino que habitaréis en tiendas todos vuestros días, para que viváis muchos días en la tierra donde sois peregrinos.” Y nosotros hemos obedecido la voz de Jonadab, hijo de Recab, nuestro padre, en todo lo que él nos mandó de no beber vino en todos nuestros días, ni nosotros, ni nuestras mujeres, ni nuestros hijos, ni nuestras hijas, y de no edificarnos casa en donde morar, y de no tener viña, ni campo, ni sementera. 10 Hemos habitado solamente en tiendas, y hemos obedecido y hecho conforme a todo lo que nos mandó nuestro padre Jonadab. 11 Pero sucedió que cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, subió contra la tierra, dijimos: “Venid y huyamos a Jerusalén ante el ejército de los caldeos y ante el ejército de Aram.” Por eso habitamos en Jerusalén.

12 Entonces vino palabra del Señor a Jeremías, diciendo: 13 Así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: “Ve y di a los hombres de Judá y a los habitantes de Jerusalén: ‘¿No aprenderéis a escuchar mis palabras?’ —declara el Señor14 ‘Las palabras de Jonadab, hijo de Recab, que mandó a sus hijos de no beber vino, son guardadas. Por eso no beben vinohasta hoy, porque han obedecido el mandato de su padre. Pero yo os he hablado repetidas veces[b], con todo no me habéis escuchado. 15 ‘También os he enviado a todos mis siervos los profetas, enviándolos repetidas veces[c], a deciros: “Volveos ahora cada uno de vuestro mal camino, enmendad vuestras obras y no vayáis tras otros dioses para adorarlos, y habitaréis en la tierra que os he dado, a vosotros y a vuestros padres; pero no inclinasteis vuestro oído, ni me escuchasteis. 16 “Ciertamente los hijos de Jonadab, hijo de Recab, han guardado el mandato que su padre les ordenó, pero este pueblo no me ha escuchado.”’”17 Por tanto así dice el Señor, Dios de los ejércitos, el Dios de Israel: “He aquí, traigo sobre Judá y sobre todos los habitantes de Jerusalén toda la calamidad que he pronunciado contra ellos, porque les hablé, pero no escucharon, y los llamé, pero no respondieron.”

18 Entonces Jeremías dijo a la casa de los recabitas: Así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: “Por cuanto habéis obedecido el mandato de vuestro padre Jonadab, guardando todos sus mandatos y haciendo conforme a todo lo que él os ordenó, 19 por tanto, así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: ‘A Jonadab, hijo de Recab, no le faltará hombre que esté delante de mí todos los días.’”

 

 

 

 

Un Encuentro Con la Palabra

 

 

 

 

 

 

Promesas – No te Preocupes… Dios tiene el Control

 



Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.

Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
Filipenses 4:6-7

Salmos 119:165
Mucha paz tienen los que aman tu ley, y nada los hace tropezar.

Isaías 9:6
Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado, y la soberanía reposará sobre sus hombros; y se llamará su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz.

Isaías 12:2
He aquí, Dios es mi salvador, confiaré y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es el SEÑOR DIOS, El ha sido mi salvación.

Isaías 49:8
Así dice el SEÑOR: En tiempo propicio te he respondido, en día de salvación te he ayudado; te guardaré y te daré por pacto del pueblo, para restaurar la tierra, para repartir las heredades asoladas,

Isaías 57:19
poniendo alabanza en los labios. Paz, paz al que está lejos y al que está cerca –dice el SEÑOR– y yo lo sanaré.

Isaías 66:12
Porque así dice el SEÑOR: He aquí, yo extiendo hacia ella paz como un río, y la gloria de las naciones como torrente desbordado; y mamaréis, seréis llevados sobre la cadera y acariciados sobre las rodillas.

Daniel 3:17
Ciertamente nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiente; y de tu mano, oh rey, nos librará.

Isaías 26:12
SEÑOR, tú establecerás paz para nosotros, ya que también todas nuestras obras tú las hiciste por nosotros.

Isaías 27:5
a no ser que él confíe en mi protección, que haga la paz conmigo, que conmigo haga la paz.

Isaías 32:18
Entonces habitará mi pueblo en albergue de paz, en mansiones seguras y en moradas de reposo;

Isaías 42:6
Yo soy el SEÑOR, en justicia te he llamado; te sostendré por la mano y por ti velaré, y te pondré como pacto para el pueblo, como luz para las naciones,

 

 

 

 

Un Encuentro Con la Palabra

 

 

 

 

 

 

 

REFLEXION

Los ojos fijos en Cristo

por Christopher Shaw

 

 

 

 



Las batallas más importantes de la vida se deciden en lo secreto del corazón
Versículo: Hebreos 12:2 Leer versículo 

Los ojos fijos en Cristo Una de las características que distinguió a los héroes de la fe es que poseían la capacidad de ver lo que aún no existía. 

De hecho, el autor señaló esta realidad mientras recorríamos el museo de la fe: 

«Todas estas personas murieron aún creyendo lo que Dios les había prometido. Y aunque no recibieron lo prometido lo vieron desde lejos y lo aceptaron con gusto. Coincidieron en que eran extranjeros y nómadas aquí en este mundo» (11.13 – NTV).

Transitaron por la vida con la vista puesta en algo que poco veían, pero que ellos no solamente veían con nitidez, sino que también les proveía de una intensa motivación para seguir adelante. 

La visión del momento en que se cruza la meta es uno de los más fuertes estímulos que posee el atleta.

Durante gran parte de la carrera, que tiene 42 km de extensión, ni siquiera puede ver la línea de llegada. 

No obstante, toda persona que ha participado de semejante competencia conoce la forma en que la mente visualiza, una y otra vez, ese momento de intensa emoción y satisfacción personal que solamente se experimenta al cruzar la línea de llegada. 

Anticiparse a esa experiencia –saborearla de antemano– es, en ocasiones, la única herramienta que posee el corredor para no abandonar la competencia.

La persona de visión ve lo que otros no ven.

Del mismo modo, el discípulo que ha emprendido un camino en respuesta al llamado de su Señor, requiere de algún estímulo para seguir adelante.

El autor de Hebreos sugiere que este estímulo lo recibimos al mantener los ojos firmemente puestos en la persona de Jesús.

La experiencia de Pedro, cuando caminó sobre las aguas, nos recuerda cuán vital resulta este ejercicio. 

Ni bien dejamos de mirar al Señor, las dificultades y tormentas que nos rodean nos llenan de temor y comenzamos a hundirnos. 

La más excelente ilustración de esta disciplina la provee el mismo Jesús.

Su momento de máxima crisis fue en Getsemaní.

Allí confesó a sus discípulos su fuerte deseo de abandonar la carrera:

«Mi alma está destrozada de tanta tristeza, hasta el punto de la muerte…» ( Mt 26.38 - NTV). 

Apeló al cariño que le tenían para que lo acompañaran en tan difícil momento. 

Él, por su parte, se apartó y se concentró en la intensa batalla que se había apoderado de su corazón, una batalla entre el deseo de hacer la voluntad del Padre y el deseo de hacer la voluntad propia. 

Finalmente, logró lo que hacía falta para seguir en carrera: quitó los ojos de la cruz y de la inminente agonía de la muerte, para fijarla en algo que lo inspiraba plenamente. 

Esto era el gozo del reencuentro con su Padre celestial. 

La disciplina de volver a fijar los ojos en Jesús en los momentos más duros de la vida es la que nos permitirá seguir avanzando con confianza. 

Requiere de disciplina precisamente porque, en esos momentos, la tentación de abandonar es intensa. 

¡Bienaventurados son los que deciden perseverar! 

© Desarrollo Cristiano Internacional 2013.