Salmos 109:6

La Biblia de las Américas (LBLA) 

 

 

Oración pidiendo venganza

 

 

109 Oh Dios de mi alabanza,
no calles.
Porque contra mí han abierto su boca impía y[a] engañosa;
con lengua mentirosa han hablado contra mí[b].
Me han rodeado también con palabras de odio,
y sin causa han luchado contra mí.
En pago de mi amor, obran como mis acusadores,
pero yo oro[c].
Así me han pagado[d] mal por bien,
y odio por mi amor.

Pon a un impío sobre él,
y que un acusador[e] esté a su diestra.
Cuando sea juzgado, salga culpable,
y su oración se convierta en pecado.
Sean pocos sus días,
y que otro tome su cargo;
sean huérfanos sus hijos,
y viuda su mujer;
10 vaguen errantes sus hijos, y mendiguen,
y busquen el sustento lejos de sus hogares en ruinas[f].
11 Que el acreedor se apodere de[g] todo lo que tiene,
y extraños saqueen el fruto de su trabajo.
12 Que no haya quien le extienda[h] misericordia,
ni haya quien se apiade de sus huérfanos;
13 sea exterminada su posteridad[i],
su nombre sea borrado en la siguiente generación.

14 Sea recordada ante el Señor la iniquidad de sus padres,
y no sea borrado el pecado de su madre.
15 Estén continuamente delante del Señor,
para que El corte de la tierra su memoria;
16 porque él no se acordó de mostrar misericordia,
sino que persiguió al afligido, al necesitado
y al de corazón decaído[j] para matarlos.
17 También amaba la maldición, y ésta vino sobre él;
no se deleitó en la bendición, y ella se alejó de él.
18 Se vistió de maldición como si fuera su manto,
y entró como agua en su cuerpo[k],
y como aceite en sus huesos.
19 Séale como vestidura con que se cubra,
y por cinto con que se ciña siempre.
20 Sea esta[l] la paga del Señor para mis acusadores,
y para los que hablan mal contra mi alma.

21 Mas tú, oh Dios[m], Señor, por amor de tu nombre hazme bien;
líbrame, pues es buena tu misericordia;
22 porque afligido y necesitado estoy,
y mi corazón está herido[n] dentro de mí.
23 Voy pasando como sombra que se alarga;
soy sacudido como la langosta.
24 Mis rodillas están débiles[o] por el ayuno,
y mi carne sin gordura ha enflaquecido.
25 Me he convertido también en objeto de oprobio para ellos;
cuando me ven, menean la cabeza.

26 Ayúdame, Señor, Dios mío,
sálvame conforme a tu misericordia;
27 y que sepan que esta es tu mano,
que tú, Señor, lo has hecho.
28 Maldigan ellos, pero tú bendice;
cuando se levanten, serán avergonzados,
mas tu siervo se alegrará.
29 Sean[p] vestidos de oprobio mis acusadores,
y cúbranse[q] con su propia vergüenza como con un manto.

30 Con mi boca daré abundantes gracias al Señor,
y en medio de la multitud le alabaré.
31 Porque El está a la diestra del pobre,
para salvarlo de los que juzgan su alma.

 

 

 

 

Un Encuentro Con la Palabra

 

 

 

Promesas – Qué hacer Cuando tienes Problemas con tu Pareja?

Recuerda:

 

 

Alejen de ustedes la amargura, las pasiones, los enojos, los gritos, los insultos y toda clase de maldad. Sean buenos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.
Efesios 4:31-32

Luego Dios, el Señor, se dijo:
— No es conveniente que el hombre esté solo; voy, pues, a hacerle una ayuda adecuada.
Génesis 2:18

Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, se une a su mujer y los dos se hacen uno solo.
Génesis 2:24

Guárdense mutuamente respeto en atención a Cristo.
Que las mujeres respeten a sus maridos, como si se tratara del Señor.
Porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza y salvador del cuerpo, que es la Iglesia.
Si, pues, la Iglesia es dócil a Cristo, séanlo también, y sin reserva alguna, las mujeres a sus amaridos.
Ustedes, los maridos, amen a sus esposas, como Cristo amó a la Iglesia. Por ella entregó su vida a fin de consagrarla a Dios, purificándola por medio del agua y la palabra.
Se preparó así una Iglesia radiante, sin mancha, ni arruga, ni nada semejante; una Iglesia santa e inmaculada.
Este es el modelo según el cual los maridos deben amar a sus esposas, como cuerpos suyos que son. El que ama a su esposa, a sí mismo se ama.
Pues nadie ha odiado jamás a su propio cuerpo; todo lo contrario, lo cuida y alimenta. Es lo que hace Cristo con su Iglesia, que es su cuerpo, del cual todos nosotros somos miembros.
Por esta razón —dice la Escritura— dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y ambos llegarán a ser como una sola persona.
Es grande la verdad aquí encerrada, y yo la pongo en relación con Cristo y con la Iglesia.
En resumen, que cada uno de ustedes ame a su esposa como a sí mismo, y que la esposa sea respetuosa con su marido.
Efesios 5:21-33

 

 

Un Encuentro Con la Palabra

 

 

 

 

REFLEXION

LA MEJOR MANERA DE ADORAR A DIOS – DEVOCIONAL
Alabanza, Devocionales, Reflexión

 

 

 

 



Una de las enseñanzas que marcó mi vida cuando recibí a Jesús en mi corazón, es la importancia que tiene la adoración una vez entramos en su presencia. No me alcanzo a imaginar entrar en la presencia de Dios sin alabarle, sin expresarle cuánto lo amo, sin demostrarle con mi cuerpo, mi mente y mi corazón, cuánto dependo de Él. 

Retomo los años atrás en que no lo había reconocido y puedo notar inmediatamente la diferencia que existe entre lo que antes tenía con Él, que no era más que una simple religión, a lo que ahora tengo, que es realmente una relación llena de experiencias transformadoras.

El Espíritu Santo me ha llevado a comprender que existen diversas formas de adorar al Señor; sin embargo, me ha hecho entender que el adorar a Dios no es cuestión de métodos, pues adorar a Dios no es una elección, es un acto de obediencia, de reconocimiento y de respeto hacia Él en todo momento:

1. Adoro a Dios cuando todo lo que soy lo dispongo ante Él: Me causa mucha tristeza saber que todavía puedan existir personas que no saben quiénes son, de dónde vienen y mucho menos hacia dónde van, cuando basta sólo con reconocer a Dios a través de su Hijo Jesucristo, quién dio su vida por todos nosotros para darnos la vida. 

Lo que me genera aún mayor desconsuelo, es ver como a la mayoría de las personas a las que se le preguntan sí creen en Dios, la respuesta automática es sí, pero si vamos a ver, la realidad es otra; ni siquiera están seguros de quiénes son, es más, muchos no reconocen a Jesús como su Salvador, entonces, cómo es posible que se atrevan a decir que sí creen en Dios.

Otros dicen creer en Él, pero nunca leen su palabra y prefieren dejarse llevar por enseñanzas tradicionales, metódicas o religiosas que ha adoptado la sociedad como “doctrina santa”, cuando nada tiene que ver con la doctrina que Jesús nos dejó como herencia en su legado, en “la palabra de Dios, la biblia, el Antiguo y el Nuevo Testamento”; ahora, si no leen la palabra de Dios entonces cómo pueden estar seguros de que están cumpliendo su voluntad y que realmente es a Él a quien están adorando.

Aquí hago un paréntesis, no se trata sólo de leer la palabra de Dios, pues quien lea la palabra de Dios sin la dirección del Espíritu Santo no estaría haciendo mayor cosa, pues todas las interpretaciones serían meramente humanas, y el Señor no nos dejó la palabra de Dios para alimentar la razón del hombre, sino para alimentar el Espíritu.

No estoy juzgando porque yo no soy Dios para juzgar; sólo que, lo anteriormente mencionado es una realidad que día a día atropella la verdad de Jesucristo y para que podamos entender el significado de la verdadera adoración, tenemos que hablar las cosas como son.

Todo se trata de Dios, Él es la razón de nuestra existencia, de nuestra adoración y cómo vamos a adorar a Dios, si no lo conocemos ¿acaso tú puedes amar a alguien que no conoces? esto es imposible. Existen muchas personas adorando algo o a alguien que creen que es Dios, pero no es así, no son conscientes de que cualquier adoración que no se ofrece al Señor, es ofrecida al enemigo “Satanás”. 

La adoración no es una intensión, la adoración se debe hacer con conciencia espiritual porque es un momento sublime en el que le estás agradando al Señor; entonces, por qué no cerciorase por su propia cuenta a quién realmente se le está adorando, si eres uno de los que quiere descubrir la verdad, es fácil, entrégale tu vida a Jesucristo, dile que te dé su Espíritu Santo y que sea Él quien te ayude a descubrir sus más preciados misterios.

La primer manera de adorar a Dios, es amándolo con todo nuestro ser, pero para poder amarlo tenemos que reconocer quién es Él; una vez tenemos esta maravillosa revelación lo podemos adorar con todo lo que somos, con todo lo que tenemos, con todo lo que nos rodea, todo es Él, vivimos por Él y para Él, la adoración a Dios es el propósito de nuestra existencia.

“Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento” Marcos 12:30 (Reina Valera 1960).

2. Adoro a Dios cuando me amo a mí misma: Aún teniendo a Jesús en sus vidas, existen cristianos que se menosprecian a sí mismos. Dios nos hizo, somos suyos, somos hechos a su imagen y semejanza, somos redimidos por Cristo Jesús, somos justos por su gracia, somos real sacerdocio, pueblo adquirido por Dios. 

Cuando dudamos de lo que somos, cuando nos rechazamos a sí mismos estamos blasfemando la obra que Dios hizo de nosotros, estamos blasfemando su Santo Nombre.

“Fue así como Dios creó al ser humano tal y como es Dios. Lo creó a su semejanza. Creó al hombre y a la mujer”. Génesis 1:27 (Traducción Lenguaje Actual).

Una de las maneras en que adoramos a Dios, es primeramente reconociendo que somos obras perfectas hechas por Él mismo, que somos el reflejo de lo que es Él y por lo mismo debemos entonces sentirnos felices y orgullosos del linaje que llevamos, no pertenecemos a cualquier raza, somos nada más ni nada menos que linaje escogido por Dios, somos coherederos con Cristo Jesús, somos obra hecha por Él, ¿Entonces? Es hora de que tomemos nuestra posición, es hora de que le demos valor al título que tenemos como “hijos de Dios”.

3. Adoro a Dios cuando amo a los demás: Sí, somos hechos a semejanza de Dios, y cuando fuimos adoptados como hijos suyos mediante Jesucristo, nos debimos haber vestido con su Espíritu Santo, quien nos ayudará a dejar atrás lo que éramos sin Él.

“Con respecto a la vida que antes llevaban, se les enseñó que debían quitarse el ropaje de la vieja naturaleza, la cual está corrompida por los deseos engañosos; ser renovados en la actitud de su mente; y ponerse el ropaje de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad”. Efesios 4:22-24 (Nueva Versión Internacional).

Una vez nos revestimos del Espíritu Santo de Dios, empezamos a vivir según los frutos que provienen de está vestidura, este vestido de pureza comienza a verse reflejado en la manera en que tratamos a los demás, pues después de ponernos el ropaje del Señor, nuestros ojos empiezan a ver a los demás como nos ve Dios a nosotros, con ojos de amor y de misericordia.

Esta es otra forma de adorar al Señor, cuando andamos de acuerdo a los frutos de su Espíritu y compartimos con otros el amor que Él nos ha dado. 

¿Quién puede resistirse al amor de Dios? nadie, asimismo, ninguna persona se podrá resistir al amor que surge de nosotros porque ya no somos nosotros, sino que es Cristo Jesús quien habita en nuestro corazón, ya no son los frutos de la carne sino los frutos de su Espíritu Santo.

“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley.
Pues los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu”. Gálatas 5:22-25 (La Biblia de las Américas).

Cuando amamos a Dios, es más fácil amarnos a sí mismos y amar a los demás, porque sin Dios, nuestra manera de amarnos y de amar a las otras personas siempre estaría condicionada por el amor que recibimos de parte de ellas.

“Ama a tu prójimo como a ti mismo” Marcos 12:31 (Nueva Versión Internacional).

En conclusión, la mejor manera de adorar a Dios, es amándolo, amándonos a nosotros mismos y amando a los demás con el amor que Él nos da. La manera en que le cantamos, le danzamos, le oramos, le conocemos a través de la palabra, etc. es el apasionamiento, la rendición que surge de la adoración constante que le ofrecemos a Él, nuestro Señor Jesucristo, digno de todo reconocimiento.

Sigamos el ejemplo que nos dan los niños: los niños son inocentes, transparentes, alegres, cariñosos, juguetones, tiernos, dulces, amorosos, apasionados, sinceros, etc. aprendamos de ellos y adoremos al Señor como si fuéramos unos niños, Él se deleitará. “Les aseguro que si ustedes no cambian y se vuelven como niños, no entrarán en el reino de los cielos” Mateo 18:3 (Dios Habla Hoy).

¡DISFRUTAR DE LO QUE SOMOS ES UNA LINDA FORMA DE ADORAR AL SEÑOR!

Autora: Marisela Ocampo Otálvaro