Job 33 :26

La Biblia de las Américas (LBLA)

 

 

Eliú censura a Job

 

 

33 Por tanto, Job, oye ahora mi discurso,
y presta atención a todas mis palabras.
He aquí, ahora abro mi boca,
en mi paladar habla mi lengua.
Mis palabras proceden de la rectitud de mi corazón,
y con sinceridad mis labios hablan lo que saben[a].
El Espíritu de Dios me ha hecho,
y el aliento del Todopoderoso[b] me da vida.
Contradíceme si puedes;
colócate delante de mí, ponte en pie.
He aquí, yo como tú, pertenezco a Dios;
del barro yo también he sido formado[c].
He aquí, mi temor no te debe espantar,
ni mi mano[d] agravarse sobre ti.

Ciertamente has hablado a oídos míos,
y el sonido de tus palabras he oído:
“Yo soy limpio, sin transgresión;
soy inocente y en mí no hay culpa.
10 “He aquí, El busca[e] pretextos contra mí;
me tiene por enemigo suyo.
11 “Pone mis pies en el cepo;
vigila todas mis sendas.”
12 He aquí, déjame decirte[f] que no tienes razón en esto,
porque Dios es más grande que el hombre.

13 ¿Por qué te quejas contra El,
diciendo que no da cuenta de todas sus acciones?
14 Ciertamente Dios habla una vez,
y otra vez[g], pero nadie se da cuenta de ello.
15 En un sueño, en una visión nocturna,
cuando un sueño profundo cae sobre los hombres,
mientras dormitan en sus lechos,
16 entonces El abre el oído de los hombres,
y sella su instrucción,
17 para apartar al hombre de sus obras,
y del orgullo guardarlo[h];
18 libra su alma de la fosa
y su vida de pasar al Seol[i].

19 El hombre es castigado también con dolor en su lecho,
y con queja continua en sus huesos,
20 para que su vida aborrezca el pan,
y su alma el alimento favorito.
21 Su carne desaparece a la vista,
y sus huesos que no se veían, aparecen.
22 Entonces su alma se acerca a la fosa,
y su vida a los que causan la muerte.

23 Si hay un ángel que sea su mediador,
uno entre mil,
para declarar al hombre lo que es bueno para él[j],
24 y que tenga piedad de él, y diga:
“Líbralo de descender a la fosa,
he hallado su rescate”;
25 que su carne se vuelva más tierna que en su juventud,
que regrese a los días de su vigor juvenil.
26 Entonces orará a Dios, y El lo aceptará,
para que vea con gozo su rostro,
y restaure su justicia al hombre.
27 Cantará él a los hombres y dirá:
“He pecado y pervertido lo que es justo,
y no es apropiado para mí.
28 “El ha redimido mi alma de descender a la fosa,
y mi vida verá la luz.”

29 He aquí, Dios hace todo esto a menudo[k] con los hombres,
30 para rescatar su alma de la fosa,
para que sea iluminado con la luz de la vida.
31 Pon atención, Job, escúchame;
calla, y déjame hablar.
32 Si algo tienes que decir[l], respóndeme;
habla, porque deseo justificarte.
33 Si no, escúchame;
calla, y te enseñaré sabiduría.

 

 

Un Encuentro Con la Palabra

 

 

 

Promesas – La Moneda más Valiosa



La palabra de un hombre honesto
tiene tanto valor como un contrato.

Tu palabra es la moneda más valiosa que puedas llevar contigo,

sin importar el contenido de tu billetera.

 



Santiago 5:12
Sea vuestro sí, sí,
y vuestro no, no.

Mateo 5:34
Pero yo os digo: no juréis de ninguna manera; ni por el cielo,
porque es el trono de Dios;

Santiago 1:16
Amados hermanos míos, no os engañéis.

Santiago 1:19
Esto sabéis, mis amados hermanos. Pero que cada uno sea pronto para oír,
tardo para hablar, tardo para la ira;

Santiago 5:12
Y sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra,
ni con ningún otro juramento; antes bien, sea vuestro sí, sí, y vuestro no,
no, para que no caigáis bajo juicio.

 

 

 

 

 

 

Un Encuentro Con la Palabra

REFLEXION

¿Que es la Codicia según la Biblia? La definición de la codicia en 4 Partes
Publicado por Devocionales
la codicia en la biblia definicionLa Codicia en la Biblia: ¿Eres codicioso? Definición Bíblica de la codicia

 

 

 

 

 

 


“NO CODICIARÁS…” (Éxodo 20:17)

Dios dijo: “No codiciarás”, porque la codicia puede hundirte. ¿Que qué es la codicia? He aquí una definición en 4 partes:

(1) Querer las cosas equivocadas.

Querer el poder sin la disposición para servir.

Querer control para poder ser el centro.

Querer riqueza exclusivamente para uno mismo.

Querer gloria y elogios de los demás.

(2) Querer cosas correctas por razones equivocadas.

Pablo escribió: “Si alguno anhela obispado [ser anciano], buena obra desea.” (1 Timoteo 3:1-7).

Querer causar impacto es bueno, pero debes quererlo por las razones correctas.

Si lo quieres por propósitos egocéntricos, como el reconocimiento personal o el poder sobre los demás, esto es codicia;

(3) Querer las cosas correctas en el momento equivocado.

Una pareja joven dice: “Amamos a Cristo y nos amamos el uno al otro.

Nos hemos comprometido a una vida juntos; vamos a casarnos dentro de tres meses pero queremos acostarnos juntos ahora”.

Ellos quieren cosas correctas por razones adecuadas, pero lo quieren en el momento equivocado; esto es codicia.

(4) Querer las cosas correctas pero en cantidad errónea.

¿Cuánto es bastante? Como no lo sabemos, respondemos:

“¡Más!”.

La codicia es querer más de lo necesario para cubrir tus necesidades y realizar la tarea que Dios te ha encomendado.

Comprende lo siguiente: querer más de cualquier cosa aparte de Dios nunca saciará el anhelo de realización que Él ha puesto en tu interior.

Solamente cuando reconozcas esto y hagas que las cosas que eliges en la vida estén en consonancia, descubrirás la clave de la felicidad verdadera y duradera.

¿Por qué sigues cediendo a los deseos pecaminosos? Porque:

(1) tenemos dos naturalezas

Al igual que dos coches que se aproximan a un cruce al mismo tiempo, nuestra naturaleza vieja y la nueva están constantemente a punto de colisión.

(2) cuando albergamos deseos, el ceder a ellos es sólo cuestión de tiempo.

¿Nunca has ido a tu frigorífico sin tener hambre y sintiéndote insatisfecho, como buscando algo que te llame?

Por malo que sea esto, es mucho peor cuando lo haces con tu vida.

Es como navegar por la red de opciones de comportamiento, buscando algo que te haga más feliz de lo que eres en ese momento en particular.

Cuando codicias algo, lo haces más atractivo y accesible de lo que es en realidad.

¿Comes demasiado?

“Mañana haré dieta”.

¿Fumas?

“Conozco a personas que llevan cincuenta años fumando y siguen bien de salud”.

¿Sólo por una noche?

“¡Nadie se enterará nunca!”.

La codicia maximiza el deseo a la vez que minimiza el peligro.

Comprende lo siguiente: es imposible permanecer en un deseo durante cualquier periodo de tiempo sin racionalizar una manera de conseguirlo.

Es igual que comenzar la cuenta atrás de un cohete espacial; es sólo cuestión de tiempo hasta que despegue.

Por lo tanto, si sigues pensando en él, pon el reloj: es inevitable que cedas a él.

¿Cuál es la respuesta?

¡Cambia tu enfoque! Escucha:

“Los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu” (Romanos 8:5).

Ten cuidado con lo que ruegas a Dios; con el tiempo puede que llegues a odiar lo que tenías que tener.

Escucha: “El Señor… os dará carne… hasta que os salga por las narices…” (Números 11:18b,20b).

Dios estaba bastante molesto con este grupillo de gruñones.

¿Por qué?

Porque pensaban que otra cosa podría satisfacerlos de una forma en que Él no podía. Por eso el Señor les dio tanto que se atragantaron.

David escribió: “Él les dio lo que pidieron, pero envió mortandad sobre ellos” (Salmo 106:15).

Intenta comprender lo siguiente: con Dios, puedes estar satisfecho con muy poco; sin Él, todos tus logros te dejarán vacío.

¿Qué anhelas? ¿Para qué pones tu vida en espera?

¿Para qué estás rogando continuamente al Señor?

Tan sólo Dios es esencial.

¡El resto de las cosas no fue diseñado para que tomase el lugar de Él! Cuando codiciamos algo y lo convertimos en indispensable -y entonces rogamos a Dios que nos lo dé-, le estamos pidiendo que se sustituya a sí mismo por algo que consideramos más importante.

Cuando hacemos esto, puede que el Señor permita que experimentemos las consecuencias.

Y no son bonitas.

No consientas llegar al final de tu vida tan sólo para mirar atrás con remordimiento por un matrimonio deshecho, por hijos derrochadores, por una conciencia echada a perder, y por el dolor de haber pasado por alto la voluntad de Dios.

Nuestro problema no es que no queramos al Señor; es que le queremos y… al cónyuge perfecto, una carrera impresionante, una casa al lado del lago, o cualquier cosa que se nos antoje después.

¿Qué será necesario para que lleguemos a ese lugar establecido donde el deseo central de nuestras vidas sea:

“Señor, sólo te quiero a Ti”?