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Lucas 7:2-10  La Biblia de las Américas (LBLA)

Jesús sana al siervo del centurión

Cuando Jesús terminó todas sus palabras al pueblo que le oía[a], se fue a Capernaúm.

Y el siervo de cierto centurión, a quien éste apreciaba mucho[b], estaba enfermo y a punto de morir. Al oír hablar de Jesús, el centurión envió a El unos ancianos de los judíos, pidiéndole que viniera y salvara[c] a su siervo. Cuando ellos llegaron a Jesús, le rogaron con insistencia, diciendo: El centurión es digno de que le concedas esto; porque él ama a nuestro pueblo[d] y fue él quien nos edificó la sinagoga. Jesús iba con ellos, pero cuando ya no estaba lejos de la casa, el centurión envió a unos amigos, diciéndole: Señor, no te molestes más, porque no soy digno de que entres bajo mi techo; por eso ni siquiera me consideré digno de ir a ti, tan sólo di la[e] palabra y mi siervo[f] será sanado. Pues yo también soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: “Ve”, y va; y a otro: “Ven”, y viene; y a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace. Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la multitud que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado una fe tan grande. 10 Y cuando los que habían sido enviados regresaron a la casa, encontraron sano al siervo.

 

UN ENCUENTRO CON LA PALABRA

 

REFLEXION

EL CRISTIANO MOVIDO POR EL ESPIRITU SANTO
Por Pastor Carlos Vargas Valdez 2
CRISTIANOS MOVIDOS POR EL ESPIRITU SANTO
“Movido por el Espíritu, fue al templo. Cuando al niño Jesús lo llevaron sus padres para cumplir con la costumbre establecida por la ley, Simeón lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios.” Lucas 2:27-28

Simeón ya estaba cansado y viejo. Había vivido mucho y bien, pero los años no vienen solos. Seguía esperando la redención de Israel, y lo hacia con esperanza; pero sabía que le quedaba poco tiempo. Sin embargo, seguía confiando en Dios, quien le había prometido que no moriría sin antes haber visto al Mesías. No sabemos cuando recibió de Dios esa promesa, ni como fue. Solo sabemos que este hombre justo y devoto, llegó al final de sus días esperando ver la promesa.

Iba regularmente al templo a ofrecer sus holocaustos y ofrendas y seguramente, en cada visita buscaba descubrir lo que anhelaba su alma. Pero regresaba a casa siempre con la desilusión de no haberlo podido ver. ¿Cuántas veces habrá esperado un rato largo en la puerta del templo mirando a todos los que entraban para ver si era el Escogido? No lo se, pero seguramente habrán sido muchas. Y siempre el final era el mismo. Nada.

Pero ese día algo diferente había. El Espíritu lo movió para ir al templo. Fue un impulso. Tal vez sintió algo similar antes, pero no estaba seguro. ¿Y si era solo su deseo de que la promesa se cumpla? ¿Y si iba nuevamente al templo para volver frustrado? ¿Y si lo que había sentido era un error? Estaba cansado, el viaje era largo y tenía que caminar mucho. Pero Simeón salió de su casa con paso firme y fue al templo. Y como otras tantas veces, comenzó a buscar sin saber que estaba buscando.

Y cuando José y María aparecieron en el templo con el niño en brazos, Simeón los vio y supo. No le hacía falta preguntar nada, su corazón se acelero, la emoción casi le nublaba la vista. Con rapidez se abrió paso entre los cientos de personas que ingresaban al templo y encaró directamente a los padres del pequeño. Sin pedir permiso tomó al niño y llorando de emoción, bendijo a Dios.

Si se hubiera quedado en casa se perdía de ver al Mesías. Dios quiere moverte hoy, quiere bendecirte en su Casa. ¿Vas a venir?

REFLEXIÓN — Movete al son de Dios.

Un gran abrazo y bendiciones

Dany

 

 

UN ENCUENTRO CON LA PALABRA

 

REFLEXION

Devocionales
Reflexiones cristianas diarias por CVCLAVOZ


Cumple tu palabra

Cuentan que Sir William Naiper, caminado cerca de su casa, cierto día encontró a una pequeña aldeanita que estaba llorando. Había quebrado su cántaro y derramado la leche que llevaba para su padre. La niña decía: Tengo miedo de ir ahora, porque estoy segura que me pegará.

Sir William buscó en sus bolsillos algo de dinero para que ella pudiera comprar otra jarra y más leche, pero como no tenía nada, le prometió a la niña encontrarse con ella a cierta hora en la tarde para socorrerla en sus necesidades pequeñas.

Al llegar a su casa encontró la invitación de un caballero de sociedad, para que cenara con algunas personas destacadas en su casa, a la misma hora en que tenía que encontrarse con la pequeña niña.

La pregunta que se hizo fue: ¿Cumpliré mi palabra a esta pequeña aldeana o iré para mis intereses y deleites? Y dijo: Ella ha confiado en mí y no puedo engañarla.
Por lo tanto escribió una nota declinando la invitación a la gran cena.

No importa si comprometiste tu palabra con una persona prominente o con una pequeña niña desconocida, todos tienen el mismo valor y conservar tu palabra, independientemente de las circunstancias, te hace una persona confiable.

Mateo 5:37 dice: “Simplemente di: “Sí, lo haré” o “No, no lo haré”. Cualquier otra cosa proviene del maligno” (NTV) No podemos estar retractándonos según nuestro estado de ánimo o las circunstancias.

Antes de decir algo piensa bien a qué te estás comprometiendo y mientras esté a tu alcance, cumple con lo que dices, no seas una persona de doble ánimo o que fluctúa de acuerdo a sus emociones y circunstancias. Que la gente pueda hallar en ti alguien confiable y comprometido.

Recuerda que todos los compromisos que haces son importantes y todas las personas son igual de valiosas.

Ana María Frege Issa
CVCLAVOZ