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Jonás 2:9 La Biblia de las Américas (LBLA)

Oración de Jonás

 

[a]Entonces oró Jonás al Señor su Dios desde el vientre del pez, y dijo:

En[b] mi angustia clamé al Señor,
y El me respondió.
Desde el seno[c] del Seol[d] pedí auxilio,
y tú escuchaste mi voz;
pues me habías echado a lo profundo,
en el corazón de los mares,
y la corriente me envolvió[e];
todas tus encrespadas olas y tus ondas pasaron sobre mí.
Entonces dije: “He sido expulsado de delante de tus ojos;
sin embargo volveré a mirar hacia tu santo templo.”
Me rodearon las aguas hasta el alma,
el gran abismo me envolvió[f],
las algas se enredaron a mi cabeza.
Descendí hasta las raíces de los montes,
la tierra con sus cerrojos me ponía cerco para siempre;
pero tú sacaste de la fosa[g] mi vida, oh Señor, Dios mío.
Cuando en mí desfallecía mi alma,
del Señor me acordé;
y mi oración llegó hasta ti,
hasta tu santo templo.
Los que confían en vanos ídolos[h]
su propia misericordia abandonan,
mas yo con voz de acción de gracias
te ofreceré sacrificios.
Lo que prometí, pagaré.
La salvación es del Señor.

10 Entonces el Señor dio orden al pez, y éste vomitó a Jonás en tierra firme.

 

 

 

UN ENCUENTRO CON LA PALABRA

 

REFLEXION

¿Cómo Aprender a Dejar Y Olvidar Según La Biblia?
Publicado por: Devocionales en Articulos Cristianos 0


¿Cómo Aprender a Dejar Y Olvidar Según La Biblia?
“NO OS ACORDÉIS DE LAS COSAS PASADAS NI TRAIGÁIS A LA MEMORIA LAS COSAS ANTIGUAS”. (Isaías 43:18)

¿Qué haces cuando tu memoria va al “baúl de los recuerdos”, saca de su contenido y lo trae al presente, haciéndote revivir el mismo dolor? La Biblia tiene la respuesta: “No os acordéis de las cosas pasadas ni traigáis a la memoria las cosas antiguas. He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz, ¿no la conoceréis?”(Isaías 43:18,19).Tu pasado puede contaminar tu presente e influir en tu futuro, a menos que decidas dejarlo y olvidarlo.Vamos a meditar en ello durante los próximos días.
En primer lugar, deja ir todo aquello que Dios ya te ha perdonado. La única reacción de Dios ante el pecado confesado es perdonarlo y olvidarlo. Si vuelve a salir a la superficie, es porque tú lo sacas, no Él. “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad”. (1 Juan 1:9). Hay dos cosas que dificultan el “dejar y olvidar”:

1) Tus sentimientos.

“No me siento perdonado” dices. Pero has sido perdonado por la gracia de Dios, gracias al sacrificio de Cristo, no importa cuáles sean tus emociones. No esperes a sentirlo para aceptarlo; acéptalo y empezarás a sentirlo.

2) Un concepto erróneo de Dios.

Tal vez digas: “Mi padre dice que me perdona, pero cada vez que fallo, me vuelve a echar en cara todos mis errores anteriores”. Pero tu Padre Celestial no actúa de esa forma. “Yo, yo soy quien borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados”. (Isaías 43:25). Dios no los saca a la luz, porque no los recuerda. Todos tus pecados fueron juzgados y pagados en el Calvario. Una vez que los has confesado, nunca más te va a acusar de ellos, así que alégrate y déjalos en el pasado. El Tribunal del Cielo te ha juzgado y el veredicto es “INOCENTE”.
“DIOS ME HIZO OLVIDAR TODOS MIS SUFRIMIENTOS” (Génesis 41:51)

¿Cómo Aprender a Dejar Y Olvidar Biblicamente?(Imagen) Compártela en tu red social favorita.

Segundo: Olvida lo que te han hecho los demás.

Las rosas tienen espinas y el dolor es parte íntegra de las relaciones humanas. Pocas heridas duelen tanto como las ocasionadas por amigos y familiares. Si no lo crees, pregunta a José, que fue vendido por sus hermanos y encarcelado en tierra extranjera por un delito que nunca cometió. Ésas son cosas que dan lugar a la amargura, la depresión, la desesperación y la derrota. Y podría justificarse el que José se sintiera así. No obstante, este hombre sabía que era él, y no sus ofensores, quien tenía la última palabra, y que era él, y no ellos, quien decidiría su futuro. Los demás pueden herirte, pero nadie puede destruirte sin tu permiso y cooperación. El desenlace no lo determina lo que hacen contra ti, sino lo que tú haces luego con ello. José decidió olvidar las ofensas y hacerse cargo de su propia reacción ante las mismas. Cuando emprendes ese camino, estás retomando el control de la situación, te abres a nuevas posibilidades y tomas decisiones que te permiten salir de tal situación más fuerte, más sabio y más bendecido.

Date cuenta que: a) José vio las cosas desde la perspectiva de Dios. “No me enviasteis acá vosotros, sino Dios” para daros vida por medio de una gran liberación. (Génesis 45:7-8); b) se liberó de su resentimiento. Se sobrepuso a sí mismo y ministró las necesidades de los que le habían herido; c) se negó a ser víctima de las acciones de otros. La consecuencia fue que Dios le hizo “gobernador en toda la tierra de Egipto” (v.8); d) se preparó para el futuro. ¿Cómo? Sobresaliendo en su don profético y en sus dotes administrativas, incluso cuando estaba en la cárcel (Génesis 41:39). Por lo tanto, decide ver las cosas como Dios las ve. Deja y olvida el pasado. Cumple tu llamado y verás como Dios te hará justicia con una recompensa digna de reyes.

“PERSEGUÍA A LA IGLESIA DE DIOS” (Gálatas 1:13)

Tercero: ¡Deja y olvida el mal que has hecho a otros!

Las heridas que hemos causado a otros pueden abrumarnos sobremanera. El accidente que tuvimos cuando íbamos bebidos. La familia que destruimos cuando nos divorciamos. El niño dañado por el abuso verbal en momentos de ira. El aborto que siguió a una relación ilícita. El cónyuge fiel que fue infectado con el virus del sida. No podemos hacer daño a otros sin ser afectados nosotros mismos, así que el “fantasma de los errores del pasado” nos persigue durante el día, llena nuestras noches de remordimiento y roba nuestra paz interior. ¿Cómo puedo vivir con los errores del pasado? Consideremos a Pablo de Tarso, un hombre con un buen historial delictivo. “Perseguía sobremanera a la iglesia de Dios y la asolaba”. (Gálatas 1:13). Había sacado de sus casas a la fuerza a muchos creyentes y dejado a niños traumatizados, que vieron cómo sus padres eran llevados, azotados, encarcelados y matados. Pero ahora Pablo se ha convertido al cristianismo y predica el evangelio.

En las iglesias que antes perseguía se encuentra después con esas viudas y esos huérfanos. ¿Cómo reaccionó ante tal situación? Pablo se enfrentaba a una decisión crucial. O bien se echaba encima toda la culpa de sus actos hasta que ésta le destruyera o incluso le hiciera un drogadicto o alguien con tendencia suicidas, o ponía toda esa enorme carga en unos hombros lo bastante grandes para llevarla, de forma que él pudiera liberarse de ese peso. Pablo exclama: ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? (Romanos 7:24). Pero la respuesta sigue de inmediato ¡Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro! (Romanos 7:25). ¿Cuál fue la consecuencia? “Habiendo yo sido antes” perseguidor e injuriador; pero fui recibido a misericordia… (1 Timoteo 1:13). Hoy esa misma misericordia está a tu disposición. Rectifica ahí donde te sea posible, confía en que Dios va a sanar las heridas que causaste y déjale a Él la carga.

Cuarto: Deja y olvida lo que no lograste hacer.

“Si pudiera volver atrás” Según el poeta: Las palabras más tristes pronunciadas o escritas son ésas que dicen: ¿Qué hubiera sido si? Nadie escapa de la larga sombra de las “oportunidades perdidas”. A menudo fallamos más en lo que no hicimos que en lo que hicimos. Podríamos haber ayudado, sanado, bendecido, hecho que las cosas mejoraran. Pero al buscar nuestros propios intereses no llegamos a expresar palabras de amor y gratitud. Tratando de evitar consecuencias no deseadas, no reconocimos la cruda realidad. Para que no nos colgaran el sambenito de “fanático”, callamos y no dimos nuestro testimonio. Esa responsabilidad que no cumplimos, la decisión que eludimos, un padre anciano al que descuidamos, un hijo al que rechazamos, el cónyuge del que nos separamos. ¡Qué distinta habría sido mi vida si hubiera acabado mis estudios, aceptado aquel ascenso, hecho aquella inversión, ido a vivir a otra ciudad o me hubiera enamorado!.

Cuando se cierra la puerta, se va la persona y la oportunidad pasa para siempre, es hora de: a) dejar que todo siga su curso. La misma cruz que perdonó todos tus pecados cometidos, perdona también tus pecados omitidos. Es la confesión, y no el remordimiento, la que nos trae el perdón y la limpieza de “todo pecado” (1 Juan 1:9); b) renovar tu fe en el Dios de las segundas oportunidades. Él te puede “restituir los años que comió la oruga” (Joel 2:25). Créele a Dios; Él te puede colocar de nuevo donde deberías haber estado si no hubieras perdido la oportunidad; c) pedir a Dios un nuevo sueño, y luego “olvidando ciertamente lo que queda atrás (viejos sueños no cumplidos) y extendiéndome a lo que está delante (nuevos sueños), prosigo a la meta” a una vida de oportunidades renovadas y de realización personal. (Filipenses 3:13,14).

 

 

 

 

UN ENCUENTRO CON LA PALABRA

REFLEXION

Preciosa Misericordia

 

 

 

Si tan solo tuviéramos la humildad para reconocer que la misericordia de Dios es la que nos sostiene día a día, las cosas serían muy diferentes.
Cuando oramos, a veces nos dedicamos a pedir y pedir e inclusive llegamos a exigirle cosas a Dios, pensando que es su deber darnos lo que pedimos, olvidando que de no ser por su misericordia muchos incluso deberíamos estar muertos.

Una historia cuenta que una madre solicitó a Napoleón el perdón de su hijo. El emperador dijo que era el segundo delito que cometía el hombre y que la justicia exigía su ejecución.

- "No pido justicia", dijo la madre, "pido misericordia".

- "Pero señora", respondió el emperador, "no merece misericordia alguna".

- "Su excelencia", prosiguió la madre, "si se la mereciera, no sería misericordia, y misericordia es todo lo que le pido".

- "Muy bien", dijo el emperador, "tendré misericordia".Y así se salvó la vida de su hijo.

Con nosotros sucede lo mismo, no merecíamos el perdón de Dios, pero Él en su misericordia envió a su único Hijo para que muriera por nosotros. Asimismo nos da un día más de vida para que podamos ver sus maravillas, es por su gracia que tenemos qué vestir, qué comer y gozamos de su protección y cuidado.

Inclusive, es por su misericordia que Dios nos prueba y nos da la fortaleza para salir adelante. Sí, hasta en los tiempos difíciles vemos la mano de Dios. Una vez que pasa la tormenta, cuando ya tenemos una visión más clara de las cosas, podemos ver que Su misericordia nunca nos abandonó.
“¡Cuán preciosa, oh Dios, es tu misericordia! Por eso los hijos de los hombres se amparan bajo la sombra de tus alas”. Salmos 36:7
Te invito a hacer un alto en tu vida, rememorar las bondades de Dios y a alabarle porque su misericordia es infinita.

 

 

 

Ana María Frege Issa
CVCLAVOZ