Daniel 9

 

La profecía de las setenta semanas

 

20 Aún estaba yo hablando, orando y confesando mi pecado y el pecado de mi pueblo Israel, y presentando mi súplica delante del Señor mi Dios por el santo monte de mi Dios,

21 todavía estaba yo hablando en oración, cuando Gabriel, el hombre a quien había visto en la visión al principio, se me acercó, estando yo muy cansado, como a la hora de la ofrenda de la tarde.

22 Me instruyó, habló conmigo y dijo: Daniel, he salido ahora para darte sabiduría y entendimiento.

23 Al principio de tus súplicas se dio la orden, y he venido para explicártela , porque eres muy estimado; pon atención a la orden y entiende la visión.

24 Setenta semanas han sido decretadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para poner fin a la transgresión, para terminar con el pecado, para expiar la iniquidad, para traer justicia eterna, para sellar la visión y la profecía, y para ungir el lugar santísimo.

25 Has de saber y entender que desde la salida de la orden para restaurar y reconstruir a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas y sesenta y dos semanas; volverá a ser edificada, con plaza y foso, pero en tiempos de angustia.

26 Después de las sesenta y dos semanas el Mesías será muerto y no tendrá nada, y el pueblo del príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario. Su fin vendrá con inundación; aun hasta el fin habrá guerra; las desolaciones están determinadas.

27 Y él hará un pacto firme con muchos por una semana, pero a la mitad de la semana pondrá fin al sacrificio y a la ofrenda de cereal. Sobre el ala de abominaciones vendrá el desolador, hasta que una destrucción completa, la que está decretada, sea derramada sobre el desolador.

 

Un Encuentro Con la Palabra 

 

 

Promesas –

 

Atrapando la Felicidad



La Felicidad es una mariposa, que cuando se quiere atrapar, siempre se encuentra un poco más lejos de nuestro alcance,

pero si permaneces quieto, tal vez se pose en ti.

La felicidad llega cuando menos la esperas; ¡Aprovéchala! que nada pierdes con tenerla.

Proverbios 15:13
El corazón gozoso alegra el rostro, pero en la tristeza del corazón se quebranta el espíritu.

Proverbios 12:25
La ansiedad en el corazón del hombre lo deprime, mas la buena palabra lo alegra.

Mateo 5:3
Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos.

1 Corintios 7:40
Pero en mi opinión, será más feliz si se queda como está; y creo que yo también tengo el Espíritu de Dios.

Proverbios 17:22
El corazón alegre es buena medicina, pero el espíritu quebrantado seca los huesos.

 

Un Encuentro Con la Palabra

 

 

REFLEXION



¿Dónde Están Los Paraguas?



“Pacientemente esperé al Señor, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor” (Salmos 40:1).

La seca amenazaba toda la cosecha de cierta región. Todos estaban muy desanimados. En la iglesia, el líder religioso convocó a los miembros de la congregación a una semana de ayuno y oración. Dijo él en su sermón: “No habrá esperanzas para nosotros sino regresamos para nuestras casas y nos coloquemos delante de Dios, pidiendo a Él que nos mande lluvia. Hagamos una semana de ayuno y confiemos que Él nos contestará. En el próximo fin de semana nos reuniremos para ver el resultado de nuestra semana de oración y para agradecer al Señor por la respuesta”. Los hermanos atendieron su pedido y pasaron la semana en adoración e intercesión. En el día de la reunión, todos fueron para la iglesia y, en cuanto les vio, el líder mandó que volviesen a sus hogares. “Yo no dirigiré la reunión”, dijo el predicador, “ustedes no confían verdaderamente en Dios”.

“Pero, ayunamos y oramos con toda fe”, protestaron ellos. “Con toda fe”, retrucó el líder, “y ¿donde están sus paraguas?”

¿Hasta que punto nosotros creemos, realmente, en la respuesta de Dios a nuestras necesidades? ¿Hasta que punto somos capaces de esperar pacientemente por la voluntad de Dios? ¿Hasta que punto conseguimos resistir sin murmuraciones?

Muchos dicen que confían en el Señor, leen la Biblia todos los días, van para la iglesia con frecuencia y… en el primero obstáculo, en el primer dilema, en la primera tempestad enfrentada, se lamentan y dicen que Dios no se importa con ellos.

Quien crea, con una fe genuina, no desiste, no se exaspera, no se abate. Simplemente espera con paciencia que la voluntad y el tiempo de Dios traigan la respuesta. El Señor siempre contesta, hoy o mañana, pero, no fallo jamás.

¿Dónde están los paraguas de nuestra fe?