Juan 4:23-24 La Biblia de las Américas (LBLA)

 

 

 

La mujer samaritana

 

 

 

Por tanto, cuando el Señor supo que los fariseos habían oído que El[a] hacía y bautizaba más discípulos que Juan (aunque Jesús mismo no bautizaba, sino sus discípulos), salió de Judea y partió otra vez para Galilea. Y tenía que pasar por Samaria. Llegó*, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca de la parcela de tierra que Jacob dio a su hijo José; y allí estaba el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó[b] junto al pozo. Era como la hora sexta[c]Una mujer de Samaria vino* a sacar agua, y Jesús le dijo*: Dame de beber. Pues sus discípuloshabían ido a la ciudad a comprar alimentos. Entonces la mujer samaritana le dijo*: ¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? (Porque los judíos no tienen tratos con los samaritanos.) 10 Respondió Jesús y le dijo: Si tú conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: “Dame de beber”, tú le habrías pedido a El, y El te hubiera dado agua viva. 11 Ella le dijo*: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes esa agua viva? 12 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo del cual bebió él mismo, y sus hijos, y sus ganados? 13 Respondió Jesús y le dijo: Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed, 14 pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna. 15 La mujer le dijo*: Señor, dame esa agua, para que no tenga sed ni venga hasta aquí a sacarla. 16 El le dijo*: Ve, llama a tu marido y ven acá. 17 Respondió la mujer y le dijo: No tengo marido. Jesús le dijo*: Bien has dicho: “No tengo marido”,18 porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho la verdad. 19 La mujer le dijo*: Señor, me parece que tú eres profeta. 20 Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén está el lugar donde se debe adorar. 21 Jesús le dijo*: Mujer, créeme; la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. 22 Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene[d] de los judíos. 23 Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren. 24 Dios es espíritu[e], y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad. 25 La mujer le dijo*: Sé que el Mesías viene (el que es llamado Cristo); cuando El venga nos declarará todo. 26 Jesús le dijo*: Yo soy, el que habla contigo.

27 En esto llegaron sus discípulos y se admiraron de que hablara con una mujer, pero ninguno le preguntó: ¿Qué tratas de averiguar? o: ¿Por qué hablas con ella? 28 Entonces la mujer dejó su cántaro, fue a la ciudad y dijo* a los hombres: 29 Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo lo que yo he hecho. ¿No será éste el Cristo[f]30 Y salieron de la ciudad e iban a El. 31 Mientras tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabí[g], come. 32 Pero El les dijo: Yo tengo para comer una comida que vosotros no sabéis. 33 Los discípulos entonces se decían entre sí: ¿Le habrá traído alguien de comer? 34 Jesús les dijo*: Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y llevar a cabo su obra. 35 ¿No decís vosotros: “Todavía faltan cuatro meses, y después viene la siega”? He aquí, yo os digo: Alzad vuestros ojos y ved los campos que ya están blancos para la siega. 36 Ya el segador recibe salario y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra se regocije juntamente con el que siega. 37 Porque en este caso el dicho es verdadero: “Uno es el que siembra y otro el que siega.” 38 Yo os envié a segar lo que no habéis trabajado; otros han trabajado y vosotros habéis entrado en su labor.

39 Y de aquella ciudad, muchos de los samaritanos creyeron en El por la palabra de la mujer que daba testimonio, diciendo: El me dijo todo lo que yo he hecho. 40 De modo que cuando los samaritanos vinieron a El, le rogaban que se quedara con ellos; y se quedó allí dos días. 41 Y muchos más creyeron por su palabra, 42 y decían a la mujer: Ya no creemos por lo que tú has dicho[h], porque nosotros mismos le hemos oído, y sabemos que éste es en verdad el Salvador del mundo.

43 Después de los dos días, salió de allí para Galilea. 44 Porque Jesús mismo dio testimonio de que a un profeta no se le honra en su propia tierra. 45 Así que cuando llegó a Galilea, los galileos le recibieron, pues habían visto todo lo que hizo en Jerusalén durante la fiesta; porque ellos también habían ido a la fiesta.

 

 

 

Un Encuentro Con la Palabra

 

 

El valor es como el amor. Cuando lo da, en realidad lo siembra dentro de la persona a la cual lo entrega.

1 Corintios 16:13

Estad alerta, permaneced firmes en la fe, portaos varonilmente, sed fuertes.

El valor es como el amor. Cuando lo da, en realidad lo siembra dentro de la persona a la cual lo entrega.

1 Corintios 13:14
El amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante.

Gálatas 5:22
Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad.

1 Pedro 4:8
Sobre todo, sed fervientes en vuestro amor los unos por los otros, pues el amor cubre multitud de pecados.

 

 

 

 

Un Encuentro Con la Palabra

 

 

¡NO ABRACEMOS EL PECADO!

Devocionales, Pecados, Reflexión

 

 



La manera de reconocer un billete falso de uno verdadero, es reconociendo primero el verdadero, el bueno. Asimismo debemos hacer para reconocer los frutos que no son agradables a Dios, reconociendo primero lo bueno que Él nos quiere mostrar a través de su palabra.

“Las obras de la naturaleza pecaminosa se conocen bien: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje, idolatría y brujería, odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas. Les advierto ahora, como antes lo hice, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”. Gálatas 5:19-21 (Nueva Versión Internacional).

El pecado siempre se está paseando a nuestro alrededor, toca las puertas de nuestra vida diariamente y desafortunadamente muchas veces le damos entrada a nuestro corazón, permitiéndole que se quede a vivir con nosotros, en nuestro hogar, en nuestra familia.

No abracemos el pecado, actuemos de manera agresiva contra él, pues lo único que pretende es robarnos las bendiciones que Dios tiene para cada uno de nosotros. 

No permitamos que el pecado cubra las virtudes que Dios nos regaló cuando nos creó y las que Él quiere que pongamos al servicio de su obra salvadora.

Lo particular del pecado, es que aún sabiendo nosotros que tal malo es, actuamos con pasividad y le damos autoridad para que gobierne nuestra manera de pensar, de hablar y de actuar; ¡ya basta! sin más consideraciones con el pecado, echémoslo fuera de nuestras vidas.

Estamos inmersos en una sociedad que cada día toma menos en serio el pecado, pues poco a poco las personas se han ido acostumbrando a él, han cambiado la sabiduría de Dios por el conocimiento científico, han cambiado el discernimiento de Dios por la interpretación de teorías creadas por el hombre, han cambiado la fe por la brujería, han cambiado la adoración a Dios por la idolatría, han cambiado el perdón por el orgullo, y así tantas cosas que día a día remplazan el reino de los cielos por el reino de las tinieblas.

“Ay de los que llaman a lo malo bueno y a lo bueno malo, que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo” Isaías 5:20 (Nueva Versión Internacional).

Cuántas veces nos quejamos de la violencia, la destrucción y la perversidad que en el mundo de hoy se ve manifiesta; pero qué estamos haciendo para marcar la diferencia ¿estamos dando buenos frutos? o

¿estamos abrazando el pecado?

Es hora de empezar a sembrar buenas semillas para que cosechemos buenos frutos y dejemos un legado a aquellas personas que nos conocen, para que esos buenos frutos se multipliquen y el pecado en vez de opacar la santidad, sea opacado él con todas nuestras buenas dádivas.

Es increíble que no nos demos cuenta de las bendiciones que de parte de Dios perdemos cada vez que pecamos, cada vez que abrimos las puertas al pecado una bendición de Dios desperdiciamos. 

Él desea que disfrutemos nuestra vida y no que la desperdiciemos a causa de la iniquidad; cada vez que la mentira, el robo, la infidelidad, el egoísmo, la queja, la venganza, el odio, el resentimiento, la envidia, entre muchos más, toquen tu puerta, ciérrasela en las narices y dile al pecado que en el nombre de Jesús, no permitirás que te robe más los regalos que Dios tiene para ti.

Tomemos la decisión a partir de este momento de vivir por el Espíritu de Dios y dejar a un lado los deseos engañosos de nuestro cuerpo.

“En cambio, el Espíritu de Dios nos hace amar a los demás, estar siempre alegres y vivir en paz con todos. Nos hace ser pacientes y amables, y tratar bien a los demás, tener confianza en Dios, ser humildes, y saber controlar nuestros malos deseos. No hay ley que esté en contra de todo esto. Y los que somos de Jesucristo ya hemos hecho morir en su cruz nuestro egoísmo y nuestros malos deseos. Si el Espíritu ha cambiado nuestra manera de vivir, debemos obedecerlo en todo. No seamos orgullosos, ni provoquemos el enojo y la envidia de los demás por creernos mejores que ellos. Gálatas 5:22-26 (Traducción Lenguaje Actual).

¡NO TENGAMOS CONSIDERACIÓN CON EL PECADO!

Autora: Marisela Ocampo Otálvaro