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Isaías 53:4,7 La Biblia de las Américas (LBLA)

 

 

53 ¿Quién ha creído a nuestro mensaje?
¿A quién se ha revelado el brazo del Señor?
Creció delante de El como renuevo tierno[a],
como raíz de tierra seca;
no tiene aspecto hermoso ni majestad
para que le miremos,
ni apariencia para que le deseemos.
Fue despreciado y desechado de los hombres,
varón de dolores y experimentado en aflicción[b];
y como uno de quien los hombres esconden el rostro,
fue despreciado, y no le estimamos.

Ciertamente El llevó nuestras enfermedades[c],
y cargó con nuestros dolores;
con todo, nosotros le tuvimos por azotado,
por herido de Dios y afligido.
Mas El fue herido[d] por nuestras transgresiones,
molido por nuestras iniquidades.
El castigo, por nuestra paz[e], cayó sobre El,
y por sus heridas[f] hemos sido sanados.
Todos nosotros nos descarriamos como ovejas,
nos apartamos cada cual por su camino;
pero el Señor hizo que cayera sobre[g] El
la iniquidad de todos nosotros.

Fue oprimido y afligido,
pero no abrió su boca;
como cordero que es llevado al matadero,
y como oveja que ante sus trasquiladores permanece muda,
no abrió El su boca.
Por opresión y juicio fue quitado;
y en cuanto a su generación, ¿quién tuvo en cuenta
que El fuera cortado de la tierra de los vivientes[h]
por la transgresión de mi pueblo, a quien correspondía la herida[i]?
Se dispuso con los impíos su sepultura,
pero con el rico fue en su muerte,
aunque no había hecho violencia,
ni había engaño en su boca.

 

 

 

 

 

Un Encuentro Con la Palabra

REFLEXION

Mirándote Como Dios Te Mira
Publicado por: Devocionales en Los Cristianos 0

“NOSOTROS ÉRAMOS, A NUESTRO PARECER, COMO LANGOSTAS…” (Números 13:33b)

 

 

Cuando Moisés mandó doce espías a la Tierra Prometida , diez volvieron diciendo “…vimos… gigantes… Nosotros éramos, a nuestro parecer, como langostas…” (Números 13:33). Repetidamente, Israel había presenciado el poder de Dios, así que, ¿por qué estaban ahora intimidados? Se trata de un problema de percepción denominado: baja autoestima, y así es como el enemigo te impide vencer. Los israelitas se olvidaron su liberación en el Mar Rojo rápidamente y en lugar de esto se acordaban de Egipto, donde vivían como esclavos… ¡Ten cuidado! Los malos tiempos pueden hacerte pensar que no mereces ser bendecido. Siempre que tengas algo muy preciado, el enemigo te atacará. En el Antiguo Testamento leemos: “Cuando los filisteos oyeron que David había sido ungido como rey de Israel, subieron todos para buscar a David” (2 Samuel 5:17). Hasta que no reclames el lugar que te corresponde en Cristo, Satanás te dirá que lo que mereces es ser maltratado. Así que, empápate de la Palabra de Dios hasta que se convierta en una parte de ti a tal grado que dejes de dudar de ti mismo. Él te hizo a su imagen, te redimió y vive en ti, y esto te hace ser muy valioso.

Un hombre encontró en el campo un águila fatalmente herida por un disparo. Luego escribió: “Con los ojos brillantes… giró lentamente la cabeza, echando una última mirada nostálgica hacia el cielo. A menudo había surcado esos cielos estrellados con sus portentosas alas, porque el cielo era el hogar de su corazón. Allí había desplegado su poderío miles de veces, jugando con los relámpagos y competiendo con el viento. Ahora, lejos de casa, el águila yacía moribunda, porque una sola vez, se olvidó de no volar tan bajo… Mi alma es como aquel águila; la Tierra no debe ser su hogar, ni nunca debe olvidar mirar hacia el Cielo”.


“…SOMOS TRANSFORMADOS…EN SU MISMA IMAGEN…” (2 Corintios 3:18b)

Un hombre que se sentía deprimido, fue a ver al siquiatra. Tras compartir sus problemas, esperaba algunas palabras profundas y llenas de sabiduría que le hicieran sentirse mejor. “Pues bien”, dijo de pronto el siquiatra, “he diagnosticado su problema. Usted tiene una autoestima muy baja, lo cuál es muy común entre los perdedores”. Cuando se tiene una imagen negativa de uno mismo, se tiende a rodearse de personas que menosprecian a uno. Pero cuando sabe que Dios le ama y que Él quiere darle el fin que él espera (lee Jeremías 29:11), su perspectiva cambia por completo. Con el Señor no puedes perder; aunque tropieces y caigas, Él te ayudará a levantarte, a aprender de la experiencia y a seguir adelante. Cuando te miras a ti mismo, tiendes a ver a alguien que comete errores y que fracasa, ¿verdad? Pero cuando empieces a mirarte en el espejo de la Palabra de Dios, verás a alguien transformado “…en su misma imagen…” (2 Corintios 3:18b).

¿Has ido alguna vez a un mercadillo de artículos de segunda mano o a una tienda de antigüedades en busca de una ganga? Para el ojo inexperto, la mayoría de las cosas parecen basura; hasta puede que hayan acumulado polvo y moho en el ático de alguien. Pero unos ojos expertos pueden ver tesoros ocultos, objetos que sólo necesitan una buena limpieza, ser pulidos y restaurados para que sean de mucho valor de nuevo. Pues bien, Dios es el que tiene los ojos más expertos que nadie en el mundo. Cuando el enemigo te diga que no vales “ni un céntimo”, el Señor mira en tu interior y ve tesoros escondidos. Cuando le pones en el “trono” de tu vida, Él te capacitará para que superes tu pasado, resistas la tentación, rompas las limitaciones que tú mismo te has puesto y empieces a aceptar que eres de muchísimo valor para Él.

Que tengas un día bendecido en la palabra de Dios.

 

 

 

 

 

 

 

Un Encuentro Con la Palabra

REFLEXION

Dios, no desistas

 

 

Cuentan que durante muchos años un herrero trabajó con ahínco practicó la caridad, pero, a pesar de toda su dedicación, nada perecía andar bien en su vida; muy por el contrario, sus problemas y sus deudas se acumulaban día a día.

Una tarde, un amigo que lo visitaba y que sentía compasión por su situación difícil, le comentó: "Realmente es muy extraño que justamente después de haber decidido volverte un hombre temeroso de Dios, tu vida haya comenzado a empeorar. No deseo debilitar tu fe, pero a pesar de tus creencias en el mundo espiritual, nada ha mejorado".

El herrero no respondió enseguida, él ya había pensado en eso muchas veces, sin entender lo que acontecía con su vida; sin embargo, como no deseaba dejar al amigo sin respuesta, comenzó a hablar y terminó por encontrar la explicación que buscaba. Esto es lo que dijo el herrero:
"En este taller yo recibo el acero aún sin trabajar, y debo transformarlo en espadas. ¿Sabes tú cómo se hace esto? Primero caliento la chapa de acero a un calor infernal, hasta que se pone al rojo vivo, enseguida, sin ninguna piedad, tomo el martillo más pesado y le aplico varios golpes, hasta que la pieza adquiere la forma deseada, luego la sumerjo en un balde de agua fría, y el taller entero se llena con el ruido y el vapor, porque la pieza estalla y grita a causa del violento cambio de temperatura. Tengo que repetir este proceso hasta obtener la espada perfecta, una sola vez no es suficiente."
El herrero hizo una larga pausa y siguió: "A veces, el acero que llega a mis manos no logra soportar este tratamiento. El calor, los martillazos y el agua fría terminan por llenarlo de rajaduras. En ese momento me doy cuenta de que jamás se transformará en una buena hoja de espada, y entonces simplemente lo dejo en la montaña de fierro viejo que ves a la entrada de mi herrería".

Hizo otra pausa más y el herrero terminó: "Sé que Dios me está colocando en el fuego de las aflicciones. Acepto los martillazos que la vida me da, y a veces me siento tan frío e insensible como el agua que hace sufrir al acero. Pero la única cosa que pienso es: Dios mío, no desistas, hasta que yo consiga tomar la forma que Tú esperas de mí. Inténtalo de la manera que te parezca mejor, por el tiempo que quieras, pero nunca me pongas en la montaña de fierro viejo de las almas".

Dios no va desistir. Él quiere ir transformándonos y va a perfeccionar la obra que comenzó en cada uno de nosotros.

“Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” Filipenses 1:6
Él tiene un plan para nuestras vidas y sin duda alguna, es el mejor que pueda existir. Pidámosle a Dios, como lo hizo el herrero, que no desista hasta que tomemos la forma qué Él espera de nosotros.

 

 

 

 

Ana María Frege Issa
CVCLAVOZ