Daniel 12

 

El tiempo del fin

 

12 En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que vela sobre los hijos de tu pueblo. Será un tiempo de angustia cual nunca hubo desde que existen las naciones hasta entonces; y en ese tiempo tu pueblo será librado, todos los que se encuentren inscritos en el libro.

Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra despertarán, unos para la vida eterna, y otros para la ignominia, para el desprecio eterno.

Los entendidos brillarán como el resplandor del firmamento, y los que guiaron a muchos a la justicia, como las estrellas, por siempre jamás.

Pero tú, Daniel, guarda en secreto estas palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y el conocimiento aumentará.

Entonces yo, Daniel, miré, y he aquí otros dos estaban de pie, uno a este lado del río, y el otro al otro lado del río.

Y uno de ellos dijo al hombre vestido de lino que estaba sobre las aguas del río: ¿Para cuándo será el fin de estas maravillas?

Y oí al hombre vestido de lino, que estaba sobre las aguas del río, que levantando su mano derecha y su mano izquierda al cielo, juró por aquel que vive para siempre, que será por un tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo ; y cuando se termine la destrucción del poder del pueblo santo, se cumplirán todas estas cosas .

Yo oí, pero no pude entender. Entonces dije: Señor mío, ¿cuál será el resultado de estas cosas?

Y él respondió: Anda, Daniel, porque estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin.

10 Muchos serán purificados, emblanquecidos y refinados; los impíos procederán impíamente, y ninguno de los impíos comprenderá, pero los entendidos comprenderán.

11 Y desde el tiempo en que el sacrificio perpetuo sea abolido y puesta la abominación de la desolación, habrá mil doscientos noventa días.

12 Bienaventurado el que espere y llegue a mil trescientos treinta y cinco días.

13 Mas tú, sigue hasta el fin; descansarás y te levantarás para recibir tu heredad al fin de los días.

 

Un Encuentro Con la Palabra

 

 

REFLEXION



Una Palabra del Señor 


El joven Samuel servía al Señor bajo la supervisión de Elí. En aquellos días el Señor no se comunicaba ni en visiones, pues éstas no eran frecuentes. 1 Samuel 3:1.


El destacado predicador y teólogo Helmut Thielicke (1908-1986) soportó una gran oposición de parte del régimen nazi, en Alemania, durante las décadas de 1930 y 1940. Sin embargo, se mantuvo fiel a la proclamación de la presencia de Dios y el poder de Jesucristo durante un período desconcertante y difícil. El erudito Robert Smith dijo que, cuando Thielicke abordaba problemas y asuntos actuales en sus sermones, «buscaba responder la pregunta: “¿Hay algo que el Señor quiera decir?”».

¿Acaso no es esto lo que cada uno de nosotros está buscando hoy? ¿Qué ha dicho Dios que nos fortalezca y guíe para atravesar las dificultades y las oportunidades que enfrentamos?

En 1 Samuel 3, se describe un período en el que «la palabra del Señor escaseaba en aquellos días» (v. 1). Cuando Dios le habló al joven Samuel, el muchacho pensó erróneamente que estaba llamándolo el anciano sacerdote Elí. Este le dijo que respondiera a la voz de Dios, diciendo: «Habla, Señor, porque tu siervo oye» (v. 9). Samuel escuchó, y llegaron a conocerlo como un hombre que vivía fielmente y sin temor, «porque el Señor se manifestó a Samuel en Silo por la palabra del Señor» (v. 21).

Cuando abramos la Biblia, escuchemos un sermón o nos detengamos a orar, es un maravilloso ejercicio decir: «Señor Jesús, háblame. Estoy listo para escuchar y ansioso de obedecer».

LEA: 1 Samuel 3:1-10

Dios habla a través de su Palabra a los que escuchan con el corazón.

 

Promesas – No tengas miedo de nada…

 

 

No tengas Miedo de Nada

 

A veces los problemas son tantos que sentimos que no hay escapada, pero Dios ha prometido que:

Yo soy tu refugio y tu fuerza,
soy tu poderoso defensor en el peligro.
Por eso no temas aunque tiemble la tierra
y los montes se desplomen en el mar.  Salmo 45

Salmos 3:3
Mas tú, oh SEÑOR, eres escudo en derredor mío, mi gloria, y el que levanta mi cabeza.

Salmos 18:2
El SEÑOR es mi roca, mi baluarte y mi libertador; mi Dios, mi roca en quien me refugio; mi escudo y el cuerno de mi salvación, mi altura inexpugnable.

Salmos 28:7
El SEÑOR es mi fuerza y mi escudo; en El confía mi corazón, y soy socorrido; por tanto, mi corazón se regocija, y le daré gracias con mi cántico.

Salmos 119:114
Tú eres mi escondedero y mi escudo; en tu palabra espero.

Salmos 144:2
Misericordia mía y fortaleza mía, mi baluarte y mi libertador, escudo mío en quien me he refugiado, el que sujeta a mi pueblo debajo de mí.