2 Crónicas 29:28-30 La Biblia de las Américas (LBLA)

 

 

 

 

Reinado de Ezequías

 

 

29 Ezequías comenzó a reinar cuando tenía veinticinco años, y reinó veintinueve años en Jerusalén. El nombre de su madre era Abías[a], hija de Zacarías. E hizo lo recto ante los ojos del Señor, conforme a todo lo que su padre David había hecho.

En el primer año de su reinado, en el mes primero, abrió las puertas de la casa del Señory las reparó. Hizo venir a los sacerdotes y a los levitas y los reunió en la plaza oriental.Entonces les dijo: Oídme, levitas. Santificaos ahora, y santificad la casa del Señor, Dios de vuestros padres, y sacad lo inmundo del lugar santo. Porque nuestros padres han sido infieles y han hecho lo malo ante los ojos del Señor nuestro Dios, le han abandonado, han apartado sus rostros de la morada del Señor y le han vuelto[b] las espaldas. También han cerrado las puertas del pórtico y han apagado las lámparas, y no han quemado incienso ni ofrecido holocaustos en el lugar santo al Dios de Israel. Por tanto vino la ira del Señor contra Judá y Jerusalén, y El los hizo objeto de espanto, de horror y de burla, como lo veis con vuestros propios ojos. Porque he aquí, nuestros padres han caído a espada, y nuestros hijos y nuestras hijas y nuestras mujeres están en cautividad a causa de esto. 10 Ahora he decidido en mi corazón hacer un pacto con el Señor, Dios de Israel, para que el ardor de su ira se aparte de nosotros. 11 Hijos míos, no seáis ahora negligentes, porque el Señor os ha escogido a fin de que estéis delante de El, para servirley para ser sus ministros y quemar incienso.

12 Entonces se levantaron los levitas: Mahat, hijo de Amasai, y Joel, hijo de Azarías, de los hijos de los coatitas; y de los hijos de Merari, Cis, hijo de Abdi, y Azarías, hijo de Jehalelel; y de los gersonitas, Joa, hijo de Zima, y Edén, hijo de Joa; 13 de los hijos de Elizafán, Simri y Jeiel[c]; y de los hijos de Asaf, Zacarías y Matanías; 14 de los hijos de Hemán, Jehiel y Simei; y de los hijos de Jedutún, Semaías y Uziel. 15 Y éstos reunieron a sus hermanos, se santificaron y entraron para limpiar la casa del Señor, conforme al mandamiento del rey según las palabras del Señor16 Entraron los sacerdotes al interior de la casa del Señor para limpiarla, y sacaron al atrio de la casa del Señor todas las cosas inmundas que hallaron en el templo del Señor. Entonces los levitas las recogieron[d] para llevarlas fuera al torrente Cedrón. 17 Comenzaron la santificación[e] el primer día del mes primero, y el octavo día del mes entraron al pórtico del Señor; entonces santificaron la casa del Señor en ocho días, y terminaron el día dieciséis del mes primero. 18 Y fueron al rey Ezequías, y le dijeron: Hemos limpiado toda la casa del Señor, el altar del holocausto con todos sus utensilios, y la mesa del pan de la proposición con todos sus utensilios.19 Además, todos los utensilios que el rey Acaz en su infidelidad había desechado durante su reino los hemos preparado y santificado, y he aquí, están delante del altar del Señor.

20 Entonces el rey Ezequías se levantó temprano y reunió a los príncipes de la ciudad y subió a la casa del Señor21 Y trajeron siete novillos, siete carneros, siete corderos y siete machos cabríos como ofrenda por el pecado del reino, por el santuario y por Judá. Y el rey ordenó a los sacerdotes, los hijos de Aarón, que los ofrecieran sobre el altar del Señor.22 Mataron los novillos[f], y los sacerdotes recogieron[g] la sangre y la esparcieron sobre el altar. También mataron los carneros y esparcieron la sangre sobre el altar; asimismo mataron los corderos y esparcieron la sangre sobre el altar. 23 Después trajeron los machos cabríos de la ofrenda por el pecado del rey y de la asamblea, y pusieron sus manos sobre ellos. 24 Los sacerdotes los mataron y purificaron el altar con su sangre como expiación por todo Israel, porque el rey había ordenado el holocausto y la ofrenda por el pecado por todo Israel.

25 Luego situó a los levitas en la casa del Señor con címbalos, con arpas y con liras, conforme al mandamiento de David y de Gad, el vidente del rey, y del profeta Natán; porque el mandamiento procedía del Señor por medio[h] de sus profetas. 26 Los levitas se colocaron con los instrumentos musicales de David, y los sacerdotes con las trompetas.27 Entonces Ezequías mandó ofrecer el holocausto sobre el altar. Cuando el holocausto comenzó, también comenzó el canto al Señor con las trompetas, acompañado por[i] los instrumentos de David, rey de Israel. 28 Mientras toda la asamblea adoraba, también los cantores cantaban y las trompetas sonaban; todo esto continuó hasta que se consumió el holocausto.

29 Después de consumido el holocausto, el rey y todos los que estaban con él se inclinaron y adoraron. 30 Entonces el rey Ezequías y los oficiales ordenaron a los levitas que cantaran alabanzas al Señor con las palabras de David y del vidente Asaf. Cantaron alabanzas con alegría, y se inclinaron y adoraron. 31 Y Ezequías habló[j], y dijo: Ahora que vosotros os habéis consagrado[k] al Señor, acercaos y traed sacrificios y ofrendas de gratitud a la casa del Señor. Y la asamblea trajo sacrificios y ofrendas de gratitud, y todos los que quisieron[l] trajeron holocaustos. 32 El número de los holocaustos que la asamblea trajo fue de setenta bueyes, cien carneros y doscientos corderos; todos estos fueron para el holocausto al Señor33 Y las cosas consagradas fueron seiscientos bueyes y tres mil ovejas. 34 Pero los sacerdotes eran pocos, y no pudieron desollar todos los holocaustos; por eso sus hermanos los levitas los ayudaron hasta que se acabó la obra y hasta que losotros sacerdotes se hubieron santificado. Porque los levitas fueron más cuidadosos[m] para santificarse que los sacerdotes. 35 Y hubo también holocaustos en abundancia con grosura de las ofrendas de paz y con libaciones para los holocaustos. Así quedó restablecido el servicio de la casa del Señor36 Entonces se regocijó Ezequías con todo el pueblo por lo que Dios había preparado para el[n] pueblo, pues todo[o] sucedió rápidamente.

 

 

 

 

Un Encuentro Con la Palabra

REFLEXION

El brazo

 

 

Una antigua historia nos relata acerca de un valiente capitán cuya bandera estaba casi siempre en la primera línea de batalla; su espada era temida por sus enemigos, porque se lo consideraba el mensajero de la mortandad y de la victoria.


Un día su rey le pidió que le mostrara su espada; cuando éste la tuvo en sus manos la tomó con cuidado, la examinó y la devolvió con el siguiente mensaje: “No veo nada maravilloso en esta espada. No puedo entender por qué un hombre le puede tener tanto miedo”.

 

El capitán envió su respuesta: “Vuestra Majestad se ha dignado examinar la espada; pero no le envié el brazo que la maneja. Si hubiera examinado ese brazo, y el corazón que dirige al brazo, habría entendido el misterio”.

 

Lo mismo sucede en nuestras batallas diarias, no se trata de quiénes somos, de lo que hemos logrado, de lo que sabemos o poseemos, sino de la confianza que tengamos en Dios y de si le permitimos a Él dirigir y pelear nuestras batallas.

 

Muchas veces el enemigo que enfrentamos se presenta como un gigante al que humanamente sería muy difícil hacerle frente y mucho más ganar la pelea, pero cuando nos encomendamos a Dios y ponemos nuestros miedos, frustraciones y limitaciones humildemente delante de Él, lo sobrenatural comienza a ocurrir y salimos más que victoriosos de la batalla.

 

Dios busca corazones humildes, sinceros, que sean capaces de confiar en Él y reconocer que todos los logros y las victorias son porque le permitimos tomar lo poco que somos y usarnos, que aunque nuestras espadas se ven comunes a simple vista, cuando están en Sus manos son invencibles.

 

Así que podemos decir con toda confianza: «El Señor es quien me ayuda, por eso no tendré miedo. ¿Qué me puede hacer un simple mortal?». Hebreos 13:6 (NTV)
Permite que Dios sea el que mueva tu espada, con Él la victoria está asegurada.


Ana María Frege Issa
CVCLAVOZ

 

 


Un Encuentro Con la Palabra

 

EXALTA Y GLORIFICA EL ÚNICO NOMBRE PRECIOSO QUE EXISTE “JESUCRISTO” 


“Y oí cuanta criatura hay en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra y en el mar, a todos en la creación, que cantaban: ¡Al que está sentado en el trono y al Cordero, sean la alabanza y la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos!” Apocalipsis 5:13 (Nueva Versión Internacional). 


El afán del día a día a veces impide que las personas se acerquen a Dios para expresarle su amor, este es el momento justo y preciso para hacerlo porque quizá más tarde algo puede robarte la oportunidad de decirle lo que sientes por Él; entonces dale un minuto de tu tiempo, levanta tus manos y entrégale este momento especial a Él:


Padre Celestial, en este mismo instante abro mis brazos, abro mi boca y dispongo mi corazón para rendirte alabanza y adoración, no importa que estoy pasando, no importa si estoy triste o estoy feliz, no importa si tengo fuerzas o me siento débil, sólo quiero darle todo el Honor, la Gloria y la Exaltación a tu Hijo Precioso Jesús, quien dio su vida por mi sin importar mi maldad. Él que no se fijó en mis concupiscencias ni en mis iniquidades y aún sabiendo lo que sufriría no le importó, no se retractó, no pensó siquiera en retroceder y todo por amor a su pueblo, por amor a mí, aún sin merecerlo.


No importa lo que estoy haciendo en este momento, todo es menos importante que separar este pequeño espacio para decirte a ti mi Jesús: Tú eres mi Salvador, te reconozco como mi Rey de Reyes y Señor de Señores, te reconozco como mi Dueño, mi Protector. Gracias, Gracias, Gracias por tu sacrificio, Gracias por tu perdón, Gracias por tu misericordia, Gracias por sanarme, Gracias por liberarme, Gracias por amarme de la manera en que lo haces, Gracias por tu Poder en mi vida; eres el ser más maravilloso que pueda existir, no hay nadie como tú, sólo tú Señor eres digno de alabanza y adoración.
Sin ti Señor a dónde iría, qué sería, qué podría yo hacer, eres tú mi Salvador quien le da sentido a mi vida. Ven, te necesito, te anhelo con todas las fuerzas de mi corazón, permíteme disfrutar de tu Divina Presencia en cada momento de mi vida, que todo lo que soy, lo que piense, lo que hable y lo que haga refleje tu amor.


Puedo sentir como una nube de Gloria desciende de lo alto y me cubre con tu amor, todos mis problemas son nada en comparación al Poder tuyo mi Amado Señor, tú te llevas todas mis cargas, tú te llevas todas mis angustias y tú brillo y resplandor se apoderan de mí. Desde este momento en adelante los cielos se abren, tus bendiciones Hermoso Jesús empiezan a llegar mi vida, rodean todo mi entorno, rodean todo mi ser.


Quién como tu oh Dios, Santo Omnipotente, si te tengo a ti delante de mí a quién podré temer, qué cosa podrá dañarme; tú eres mi Defensor, mi Escudo, mi Fortaleza. Mi vida entera Señor te pertenece, mi corazón es tuyo y tú eres mío.


Nada ni nadie podrá hacerme frente porque tengo de mi lado al Todopoderoso, eres Omnipresente, Omnisciente, Bondadoso, Generoso, Bueno, Justo y Misericordioso. Que todos los pueblos y todas las naciones te alaben Señor y confiesen tu Santo Nombre. Bendito seas Jesucristo por los siglos de los siglos. Amén.


¡Entrégale a Dios tu amor, y Él te dará lo que más deseas!
Salmo 37:4 (Traducción en Lenguaje Actual)

 


Autor: Marisela Ocampo Otálvaro